21 de diciembre de 2009

Paisaje Cultural Cafetero

CENICAFÉ, institución líder en llevar la Ciencia, la Tecnología y la Innovación a las plantaciones de café.

Area de mayor producción de café en los departamentos de Caldas, Quindío, Risaralda y Norte del Valle,
localizados entre los 1.000 y 2.000 msnm. Fuente: Mincultura, FNC.

Panorámica de la fábrica de café liofilizado en el municipio de Chinchiná, Caldas.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

En el mes de febrero de 2010 el Ministerio de Cultura de Colombia presentará una vez más a la UNESCO, la propuesta de reconocimiento del Paisaje Cultural Cafetero –PCC- como patrimonio histórico de la humanidad. Se espera haber cumplido con las últimas observaciones realizadas por el organismo internacional en el mes de septiembre de 2009. De ser así, probablemente en julio del 2011 se habrá culminado exitosamente un gran esfuerzo de casi una década de investigación-gestión de muchos actores regionales interesados en lograr el reconocimiento del PCC. La academia comprometió sus primeros esfuerzos y posteriormente se sumaron otras instituciones que permitieron materializar la propuesta, entre las cuales, se encuentra la Federación Nacional de Cafeteros –FNC-, como institución líder en todos los aspectos asociados con la caficultura colombiana.

En todos estos años de investigación y aprendizaje colectivo se ha venido construyendo una noción de paisaje cultural que comenzó haciendo énfasis en los aspectos inmateriales de la cultura cafetera, pasando por la reivindicación de sus valores escénicos, hasta lograr comprender la importancia del paisaje productivo como un factor integrador entre ecosistema y cultura.

Ciertamente, es el paisaje productivo el concepto que primó en los criterios de delimitación del PCC, y allí está su principal sustento para justificar su importancia como patrimonio histórico de la humanidad, al ser un paisaje vivo y dinámico que puede auto preservarse. Las principales áreas de producción de café en los departamentos de Caldas, Risaralda, Quindío y norte del Valle del Cauca, suman alrededor de unas 143 hectáreas localizadas en altitudes entre los 1000 y 2000 metros sobre el nivel del mar. Allí están localizadas unas 24 mil fincas cafeteras y una población de unos 80 mil habitantes si se tiene en cuenta que fueron incluidos sólo algunos cascos urbanos que cuentan con conjuntos arquitectónicos muy bien preservados de la arquitectura republicana.

Son varias las características que dotan a este territorio de ciertas condiciones de excepcionalidad, entre las cuales se destacan: La caficultura de ladera y montaña; la pequeña propiedad del suelo para el cultivo (5 hectáreas en promedio); el papel de la FNC como institucionalidad de soporte de los caficultores y CENICAFÉ como instrumento clave en la investigación, innovación y desarrollo de la cadena del café; el alto grado de especialización en el cultivo, aunque se combina con otros cultivos agrícolas y maderables para garantizar el sustento de las familias; su relación con áreas de gran biodiversidad; el desarrollo de productos de alto valor agregado como el café liofilizado, destinado en un 95% a la exportación; su localización geográfica excepcional que garantiza la cosecha todo el año al presentarse ciclos singulares y simultáneos de floración del cafeto y maduración de los frutos.

También podrían destacarse los aportes de la arquitectura y el urbanismo de ladera, de inspiración republicana, desarrollados por los colonos antioqueños de mediados del siglo XIX implementando innovaciones tecnológicas con materiales locales como el bambú-guadua; la particularidad de los asentamientos humanos localizados casi todos sobre las crestas de las montañas o a media ladera; y aunque no necesariamente relacionado con la producción cafetera puesto que ésta tiene algo más de un siglo de existencia, están los valores arqueológicos que han salido a flote con la expansión del desarrollo, constituyendo un invaluable patrimonio material que da cuenta de los primeros pobladores indígenas de estas tierras.

A mediados del mes de diciembre, se realizó en el Eje Cafetero el último taller de socialización de esta propuesta, antes de su presentación definitiva ante la UNESCO. Participaron los representantes de los grupos de investigación de las diferentes universidades públicas y privadas, las corporaciones autónomas regionales, los comités departamentales de la FNC, algunas ONG, la dirección de patrimonio de Mincultura, entre otros. Si bien es cierto, no serán muchos los cambios que se introducirán de aquí a febrero, los participantes a este taller dejaron consignadas una serie de inquietudes que podrán tenerse en cuenta para la formulación del Plan de Manejo o para las investigaciones sucesivas, en temas tan importantes como la relación del PCC con el medio ambiente, el patrimonio, el turismo, la economía, la institucionalidad y las comunicaciones. Veamos algunas de ellas:

- La necesidad de contar con una estrategia de desarrollo sostenible que permita tener una visión integral entre los tecnosistemas, los ecosistemas y los sociosistemas del PCC.
- Entender el PCC como un territorio dinámico, flexible, en constante movimiento y transformación.
- Valorar más significativamente las particularidades del temprano proceso de urbanización en la Ecoregión del Eje Cafetero, su carácter polinuclear y la red de ciudades. Así mismo, desarrollar el concepto de lo rururbano como una categoría que permite entender la relación simbiótica entre lo rural y lo urbano en esta región.
- Impulsar el observatorio de paisajes culturales como una opción para sistematizar, evaluar, producir indicadores y ejercer control y veeduría en el desarrollo de los planes de manejo.
- Profundizar en las amenazas y riesgos que tiene el PCC, tales como la pérdida de biodiversidad, el turismo de baja calidad y de fuertes impactos ambientales, la profundización del desempleo, la pobreza y la inequidad.
- Ampliar los procesos participativos, más allá de aquellos propios de la FNC para garantizar la apropiación cultural y social del PCC.
- Impulsar estrategias de comunicación y crear nodos departamentales de comunicaciones que puedan utilizar al máximo la red de información y comunicación de la región.
- Continuar estudiando los diferentes instrumentos de gestión y financiación del PCC.
- Integrar las redes y circuitos de conocimiento en la región para mejorar la investigación en Ciencia, Tecnología e Innovación del PCC.
- Desarrollar el concepto de turismo educativo, científico y de conservación del paisaje.
- Promover un documento CONPES para volver política pública el PCC.

Todo esto no hace sino confirmar que con declaratoria o no del PCC por parte de la UNESCO, existe una sociedad comprometida con la defensa de su paisaje cultural en torno a la caficultura, con una visión endógena regional que le permitiría convertirse en un referente internacional de administración-gestión
del paisaje para beneficio de su comunidad, de la calidad de vida de sus gentes y de la adecuada relación con el medio ambiente y los recursos naturales que le sirven de soporte.
P.D: Con montivo de las vacaciones de fin de año, daré un compás de espera en la publicación semanal de mis caleidoscopios ubanos. Estaré de regreso el 18 de Enero de 2010. Felices fiestas.

13 de diciembre de 2009

Orígenes de la vivienda obrero-industrial en Colombia

Tipología de los "Cottage" en la Inglaterra de 1845.


Perspectiva del barrio obrero La Perseverancia, Bogotá.


Evolución tipológica de la Manzana

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Inglaterra fue el primer país europeo que logró dar un salto muy significativo en las relaciones sociales de producción, la introducción de las máquinas a vapor y la concentración de los medios de producción en las grandes fábricas tras los efectos de la revolución industrial. Así surgieron las grandes ciudades industriales del imperio británico, y con ellas, la clase de los proletarios en su forma más clásica; ambas características transformaron por completo el modo de vida y de trabajo de toda la población.

La primera fase del proceso de industrialización en este país (1800-1840) ocasionó impresionantes mutaciones socio espaciales sobre la estructura urbanística de las ciudades de la Edad Media, pues la población mayoritariamente campesina de comienzos del siglo XIX (80%) irrumpió aceleradamente en las ciudades, transformando en sentido inverso la relación campo-ciudad al finalizar el siglo. El primer efecto se presentó sobre el casco viejo de ciudades como Leeds, Liverpool, Birmingham o Manchester, que fueron absorbiendo la nueva mano de obra mediante la división y subdivisión de lotes en las áreas céntricas de las urbes medievales, ocasionando un grado total de hacinamiento y deterioro de la calidad de vida de los nuevos proletarios.

Federico Engels describe con especial claridad y crudeza esta realidad en su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra, publicada por primera vez en 1845. La ciudad de Manchester representó para Engels la expresión clásica de la moderna ciudad industrial en su época. La consecuencia natural del proceso de densificación espontánea y anárquica sobre el centro de Manchester fue el deterioro total del espacio habitable ligado estrechamente con la miseria de los obreros que no tenían ninguna posibilidad de hacer las mínimas reformas, ni de procurarse ambientes más salubres. Al llegar a los niveles máximos de deterioro que amenazaban ya no sólo la salud de los obreros sino toda la ciudad, las industrias comenzaba a desplazarse hacia las áreas periféricas o al campo, incorporando, además, nueva mano de obra. Y paralelamente con este proceso, los patronos comenzaron a ofrecer nuevas viviendas para sus trabajadores cercanas a las fábricas.

Así se fueron estructurando las ciudades nuevas a medida que avanzaba el proceso de industrialización. Sin embargo, cualquiera pensaría que los horrores descritos magistralmente por Engels sobre la calidad de vida en los barrios viejos, serían superados definitivamente con la construcción de los barrios obreros nuevos. Pero esto no sucedió. En realidad, aunque mejoró la planificación y se dio una disposición más regular de las viviendas mediante la generalización de un nuevo modo de construcción conocido como los cottage, los obreros parecían predestinados a reproducir por donde quiera que pasaban su condición de ser una clase completamente desposeída.

La ciudad nueva – decía Engels – se extiende a la otra parte de la ciudad vieja, sobre una colina arcillosa […] Aquí termina todo aspecto de ciudad; una serie de casas o grupos de calles se extienden aquí o allá sobre el desnudo terreno arcilloso, jamás cubierto de hierba; las casas, o mejor dicho, los cottages, están en pésimo estado, mal conservados, sucios, húmedos, con sótanos que se usan como habitaciones; las calles no están pavimentadas ni tiene desagües; se ven muchos cerdos encerrados en patiecitos o pocilgas, o sueltos por la calle.
Pero, ¿qué eran los cottages?,¸ ¿cuáles eran sus características?, ¿qué tenían de novedoso como método de construcción?. Los cottages eran sistemas de vivienda obrera construidos por los empresarios ingleses del siglo XIX y generalizados por toda Europa y el mundo como solución de vivienda obrera en los inicios del proceso de industrialización. Al principio se construían sobre cualquier lote vacio de las ciudades viejas y se disponían del modo siguiente, según Engels:

El frente está constituido por una primera serie de cottages, que tienen la fortuna de contar con una puerta en la parte posterior y un patiecito, por los que se paga un alquiler más alto. Detrás del muro del patio de estos cottages corre una calleja; la calle interior (back street) con construcciones en los dos extremos; a ella conducen un caminito y un pasaje cubierto. Los cottages que dan a la calle son los más caros y, en general, están mejor cuidados. Tienen el muro posterior en común con la tercera serie de cottages, que dan a la calle del otro lado y por ellos se paga un alquiler medio entre los de las otras dos series.
Pero luego, una mayor racionalización de este sistema permitió aplicarlo sobre lotes periféricos de la ciudad generando un nuevo planteamiento urbanístico propio de las ciudadelas industriales capitalistas. Estos sistemas se componían de una o dos calles angostas, largas y rectas; con pequeñas casas unifamiliares, enfrentadas entre sí, que se construían aquí o allá, de manera arbitraria, aunque generalmente articuladas a una calle principal, de acuerdo a la necesidad que tuviera el patrón para dar albergue a sus trabajadores.

Estos barrios se distinguían por la disposición back-to-back de las casas, es decir, un muro muy delgado utilizado como división común entre una vivienda y otra, lo cual contribuía al deterioro más rápido de las viviendas. De cottage en cottage se iban formando barriadas obreras muy extensas que al poco tiempo de construidas se convertían en inhabitables. La generalización desordenada de estos sistemas terminó por degenerar en enormes barrios en cuyo interior se encontraban pequeños laberintos, callejones sin salida o rincones cerrados en donde un transeúnte desprevenido se perdía con facilidad.

Cada nueva fábrica o el traslado de las antiguas, hacia áreas más despobladas pero cercanas a los medios de transportes terrestres o fluviales generaban un nuevo proceso de urbanización y el crecimiento horizontal y caótico de las nacientes ciudades industriales.

El campo y la ciudad industrial – afirmaba Engels – permanecen así en continua competencia, y si hoy la ventaja está de parte de la ciudad, mañana el salario se rebaja, de modo que nuevos establecimientos su ubican en el campo más ventajosamente. Pero la tendencia centralizadora de la industria queda, sin embargo, con plena fuerza, y cada nueva fábrica que se establece en la campaña, lleva en sí el germen de una nueva ciudad.
De esta breve y parcial descripción de los barrios obreros de Inglaterra de mediados del siglo XIX podemos extractar los siguientes aspectos comunes con la construcción de los primeros barrios obrero-industriales colombianos a principios de este siglo. Advirtiendo, eso sí, la gran diferencia que existió entre el revolucionario y generalizado proceso de industrialización en Inglaterra y los tímidos y precarios avances de este mismo fenómeno en Colombia:

- La ubicación preferente en áreas periféricas de la ciudad o en el campo.
- La relación directa entre la vivienda y la fábrica como componente de un todo en el proceso productivo industrial.
- Su morfología: Una calle principal que articula numerosas micro-manzanas, rectangulares, estrechas y largas, con disposición bilateral de las viviendas, a las cuales se accede por callejuelas estrechas como expresión máxima de la racionalización espacial.
- La vivienda: Unifamiliar, de espacio ultralimitado, mal ventilado, algunas con disposición back-to-back.
- Servicios mínimos: Calles sin pavimentar, alcantarillados al aire libre, servicios sanitarios colectivos, etc.

Las particularidades de los barrios obreros de las ciudadelas industriales del Imperio Británico se repetirían a comienzos del siglo XX en Colombia, casi como calcadas, con el barrio obrero La Perseverancia construido por la Cervecería Bavaria, una de las primeras industrias intensivas en concentración de mano de obra en Bogotá. Desde el punto de vista urbanístico en Colombia se inauguró un nuevo concepto de distribución social de espacio que podríamos denominar "la manzana obrero-capitalista". En efecto, mientras desde el siglo XVIII, la manzana clásica colonial se comenzó a fragmentar internamente en cuatro, ocho, doce lotes o más, pero manteniendo la unidad compacta, la aparición de la manzana obrero-capitalista en el presente siglo, se basó en la retícula ortogonal clásica, pero rompió la relación de continuidad al subdividirse en cuatro o cinco callejuelas internas, dando lugar a la aparición de unas micromanzanas intensamente parceladas como expresión urbana particular del surgimiento del proletariado en Colombia.
La Perseverancia tiene el valor de ser el primer barrio obrero-industrial construido en su forma más clásica, es decir, al lado de cada fábrica rural y simultáneamente con ella. Su tipología de micromanzana fue la primera respuesta urbanística coherente, planificada e intencionada de una gran industria para materializar sobre la distribución del suelo urbano, las nuevas relaciones sociales de producción y propiedad que se inauguraron con los intentos de industrialización en Colombia desde finales del siglo XIX.

6 de diciembre de 2009

¿Competitividad o cooperación?

Precariedad del empleo en la Plaza de Mercado de Manizales.

Desempleo en la Plaza Alfonso López, Manizales.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Por estos días en que la competitividad se nos ha querido meter por entre las venas y se ha impuesto como el valor más sagrado y apetecido de la sociedad capitalista, se ha vuelto común identificar las ciudades o sus territorios por un factor excepcional que las distingue de las demás: “La mejor esquina de América”, dirían los antioqueños; “Eje del conocimiento”, replicarán los manizaleños; “centro estratégico empresarial de los Andes”, argumentarán los bogotanos. En fin, en la actualidad el mundo no se concibe si no somos el epicentro de algo, los líderes de no sé qué, el eje de tal cosa, el mejor, el primero, el más destacado.

Yo siempre me he preguntado porqué no podemos dejar de ser todo eso y dedicarnos a hacer parte de algo; por qué tenemos que diferenciarnos en vez de complementarnos. Qué tan bueno sería dejar de pensar en el fin estratégico para trabajar más en el proceso, en los medios, en crear las condiciones para mejorar nuestra productividad, duramente golpeada por la apertura económica. Con la metodología del pensamiento estratégico, tan ligada al espíritu de la competitividad, en nuestro contexto son pocos los resultados positivos que podemos mostrar, porque quizás, seguimos pensando más con el deseo de otros que con nuestra realidad objetiva monda y lironda, con una visión exógena y no endógena del desarrollo como diría Vázquez Barquero (2005)

Hay muchas preguntas que todavía rondan mi cabeza: ¿Para qué queremos tener “el mejor” aeropuerto internacional en Caldas, si ya hay otros vecinos que están prestando ese mismo servicio a escasos 50 minutos y hacen parte de nuestra Ecoregión?; ¿No hubiese sido más económico continuar mejorando la conectividad terrestre para tener verdaderas autopistas que integren a nuestras tres ciudades principales con el sistema nacional de ciudades?; ¿Qué sentido tiene atravesar la selva chocoana para construir un puerto de aguas profundas con el propósito de conquistar los mercados del pacífico, cuando lo que producimos difícilmente alcanza para venderlo a nuestros vecinos de Venezuela y Ecuador, o EEUU, quién nos compra más por proteger su punta de lanza en Latinoamérica que por necesidad de su economía?.

Las cosas han empeorado para los empresarios regionales por cuenta de “la seguridad democrática” que ha preferido jugársela toda a un mal vecino como EEUU, en lugar de construir la verdadera unidad latinoamericana y del Caribe para interactuar en condiciones de mediano equilibrio con los bloques económicos que se están consolidando en otras latitudes.

En ese lenguaje neoliberal de las cifras y los indicadores, que poco o nada tiene que ver con el humanismo, me han llamado la atención varias noticias que se han difundido con gran entusiasmo en los medios de comunicación locales.

1. Que Manizales es la quinta ciudad más competitiva, después de Bogotá, Medellín, Cali y Bucaramanga.
2. Que somos la tercera ciudad en calidad de vida, después de Bogotá y Medellín.
3. Que bajamos del sexto al noveno lugar en desempleo.
4. Que somos la ciudad más segura.

Y si a ello le sumamos que seguimos siendo uno de los países más felices del mundo, de acuerdo a una medición bianual que hace “The New Economics Foundation”, pues es fácil comprender el derroche de optimismo de algunos de nuestros dirigentes locales y departamentales, junto con el trabajo propagandístico al que están dedicados ciertos periodistas deslucidos en sus columnas de opinión.

Pero uno se pregunta de dónde salen esas cifras y qué se proponen con su difusión masiva, porque evidentemente la percepción ciudadana y sobre todo los propios datos oficiales no cuadran mucho con este panorama de pesebre navideño.

Hace ocho años, cuando llegué a esta ciudad a aportar mi granito de arena, pregunté a mis colegas dónde estaban los hombres y mujeres en situación de indigencia, porque no los veía por ninguna parte, mientras que las ciudades capitales del llamado “triángulo de oro” no podían contener la expansión de la miseria en las periferias urbanas. Algunos sostenían que no había y otros, menos optimistas, decían que se los llevaban para Pereira. Una noticia de prensa por esa época parecía confirmar lo último, lo cual generó muchas inquietudes entre la sociedad manizaleña y regional. Lo cierto del caso, es que hoy por hoy, los vemos por doquier en los semáforos, durmiendo debajo de las cornisas de los edificios o deambulando hambrientos por las calles.

Es que mientras el Alcalde Llano se le iluminan sus diminutos ojos diciendo que bajamos del sexto al noveno lugar en desempleo, y la prensa local, más discreta, titula “El desempleo, estático en Manizales”, las cifras del DANE anuncian un aumento en términos reales del 14,5% al 16,2% con respecto al año pasado, equivalente a más de 30 mil personas sin un trabajo formal en una ciudad que no pasa de los 400 mil habitantes. Ni que decir de Pereira con 21,9% de desempleados y Armenia con el 18,2%. En últimas, lo que el Alcalde tiene para destacar es que en el contexto regional a las otras ciudades les está yendo peor. Triste indicador para quien le apostó a las migajas neoliberales de los “call center” como una opción de empleo para jóvenes con baja capacitación laboral, y sin embargo, su puesta en práctica en varios lugares de la ciudad no han logrado disminuir estos índices tan preocupantes. Entre tanto, el sector real de la economía, la industria, continúa en caída libre y apenas alcanza a emplear unos 15 o 20 mil trabajadores.

Es muy probable que para colmar nuestra desesperanza los líderes locales sólo nos propongan esperar el milagro de la reelección de “el mejor” presidente que ha tenido la historia colombiana en su vida republicana, con lo cual el país pueda consolidarse como “la mejor esquina para la invasión norteamericana de América Latina” y a los ciudadanos de a pié sólo nos quede el consuelo de podernos mover libremente por las carreteras, sin que nos pidan visa.

06/12/09

29 de noviembre de 2009

¡¡ Manizales es única !!

Barrio La Estrella, Manizales, Colombia.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Manizales es única, es cierto, aunque no necesariamente por la cultura de sus gentes, como suele afirmarse cuando se trata de exaltar la ciudad con sentido populista. De ser así, pienso que Manizales es una ciudad como cualquier otra, con sus virtudes y defectos. Una ciudad intermedia, eso sí, como para ponernos en contexto.

Sus líderes políticos sueñan con posicionarla a la altura de las grandes capitales del mundo, sin embargo, a veces se comportan como cualquier hijo de vereda o como gamonal de pueblo, que es aún peor. Se me viene a la memoria, por ejemplo, el veto que hizo público el alcalde Juan Manuel Llano al cantante puertorriqueño de “Calle 13” para impedirle su ingreso en las próximas Ferias de la ciudad en el mes de Enero. Todo por portar una camiseta publicitaria con un contenido susceptible de múltiples interpretaciones, alusiva a las bases militares. “Uribe para bases militares”, decía el mensaje, pero la irritabilidad de los albaceas de la política de Seguridad Democrática en la ciudad leyeron otra cosa, “Uribe Paramilitar”. Bueno, no es mucha la diferencia; en cualquier caso, la guerra está ahí presente. Y ahí también estaba el alcalde Llano, como en la inquisición, definiendo quien entra o sale de su ciudad medieval amurallada.

Es que la cultura no es un concepto abstracto, se expresa en los hechos cotidianos, y sobre todo tiende a ser cada vez más universal, especialmente en cuanto a eso que conocemos como “cultura ciudadana”. En este aspecto, a los manizaleños les falta todavía bastante. Yo quisiera preguntar a través de este medio, si existe alguna ciudad en el mundo que acepte o tolere el parqueo de vehículos en las glorietas o “roundpoint”. Sí, esos espacios circulares que sirven para redistribuir el flujo vehicular en los cruces de las calles. Bueno, en Manizales es totalmente aceptado como norma con la connivencia de las autoridades policivas y de tránsito. Sucede en varias glorietas de la ciudad, pero especialmente en el barrio La Estrella, donde confluyen ocho calles de manera concéntrica con mayores flujos vehiculares cada día.

Dirán los manizaleños más provincianos: “hombre, lo que pasa es que sólo nos demoramos una horita, mientras termina la Santa Misa”;; otros que han viajado por las principales ciudades del mundo pero al llegar a Manizales parquean en la glorieta del barrio La Estrella, dirán con cierto rubor en las mejillas, “pero es que no hay comparación, el barrio La Estrella es el barrio La Estrella”; aquellos que aún creen que pueden llegar con el vehículo hasta la puerta de acceso del comercio o servicio que demandan, replicarán desafiantes “y dónde quiere que parquee, estúpido”; y otra parte de esos manizaleños “cultos”, aunque bastante avaros como para pagar 800 pesos la hora en las zonas públicas de estacionamiento perfectamente delimitadas en algunas de las calles adyacentes, nos mirarán con carita de ternero huérfano y a renglón seguido exclamarán en tono muy bajo, casi imperceptible “es que me demoro dos segunditos solamente”.

Y así cada quien encontrará sus motivos para parquear en la glorieta del barrio La Estrella el tiempo que considere necesario y justificar, a lo manizaleño, la violación de una norma universalmente aceptada, ante los ojos de los policías de tránsito, enceguecidos por la fuerza de la costumbre y porque también van a misa casi todos los días. ¿Acaso el cura de la parroquia no se habrá dado cuenta que sus feligreses son pecadores consuetudinarios, no de las leyes divinas porque no me consta, sino de estas normas terrenales cuyo cumplimiento estricto nos hacen cada vez más ciudadanos del mundo?.

29/11/09


19 de noviembre de 2009

Metropolización y POMA en la subregión Centro-Sur de Caldas

Cuenca del río Chinchiná y territorio metropolitano. Fuente: Elaboración propia con base en SIR, Nodo Central, UTP.

Por: Luis Fdo. Acebedo R .

El reciente debate público sobre el cumplimiento de la sentencia del tribunal de lo Contencioso Administrativo de Caldas que obliga a Aguas de Manizales, Corpocaldas y Acuamaná, junto a los municipios de Manizales y Villamaría, a descontaminar el río Chinchiná en un plazo de seis años a partir del 2008, vuelve la atención sobre dos temas cruciales e íntimamente relacionados: Los procesos de metropolización en la subregión centro-sur de Caldas y el Plan de Ordenación y Manejo -POMA- de la Cuenca del río Chinchiná.

La decisión de los organismos de justicia ha causado escozor entre las autoridades por el corto tiempo previsto y sus altos costos, calculados en casi 200 mil millones. Y obviamente, han amenazado con trasladarle directamente al usuario la financiación de las obras requeridas por la vía de las tarifas de servicios públicos. Este es otro caso más en el cual los ciudadanos deben recurrir a estas instancias para hacer cumplir al Estado un derecho colectivo, mucho más importante en tiempos de búsqueda de alternativas frente al calentamiento global. Y algunas autoridades sólo responden con amenazas de nuevos cobros a la colectividad para justificar sus ineficiencias.

Al respecto surgen muchas preguntas sobre las razones por las cuales las autoridades judiciales debieron tomar cartas en el asunto, porque no son pocas las acciones que se han emprendido sobre esta cuenca, tales como el plan de manejo ambiental por parte de Corpocaldas, el proyecto de reforestación liderado por Procuenca, la administración del recurso agua por parte de Aguas de Manizales, el Sistema Regional de Áreas Protegidas del Eje Cafetero (SIRAP-EC), entre otros. Algunos de estos proyectos generan recursos importantes o los reciben de organismos internacionales por la venta de bonos de carbono.

Los hechos están demostrando la insuficiencia de medidas, pero sobre todo, la carencia de instrumentos de financiación y gestión para atender integralmente los problemas ambientales. Todo parece indicar que esta cuenca de tanta jerarquía e importancia para nuestros municipios es de todos y de nadie, quizás porque hasta ahora algunas instituciones públicas y privadas se han preocupado más por usufructuarla que por protegerla, y en todo caso con muy bajos niveles de regulación que atienden criterios todavía bastante fragmentarios.

Por complejo y costoso que ello sea, se hace necesario avanzar no sólo en la descontaminación de la cuenca del río Chinchiná, sino en general, en su planificación integral para atender todos los efectos actuales y futuros que genera un proceso de metropolización de hecho que se ha venido presentando entre todos los municipios comprometidos, es decir, Manizales, Villamaría, Chinchiná, Palestina y Neira.

No debería aplazarse más la idea de abocarse a la formulación de un POMA para la cuenca del río Chinchiná como instrumento de superior jerarquía que los POT municipales, para proyectar integralmente este territorio por la vía de la sostenibilidad ecosistémica.

A diferencia de muchos otros territorios, los cinco municipios mencionados tienen la ventaja de estar circunscritos espacialmente a una sola cuenca, es decir, la comparten, razón de más para pensarnos subregionalmente no como área metropolitana sino como cuenca. Ahí está la clave del planeamiento y de la construcción de subregión. Ese es el principal aporte e innovación que puede hacerle la subregión a la Ecoregión Eje Cafetero.

Esta cuenca, según datos de Procuenca (2006), tiene una extensión aproximada de 113.000 hectáreas. En ella se asientan unos 550 mil habitantes que representan el 57% de la población del Departamento y el 70% del PIB. Dentro de la subregión centro-sur, la conurbación Manizales-Villamaría concentra el 81.20% de la población, según el censo del año 2005. Es decir, es de una enorme importancia estratégica para el departamento, pues allí se concentra su mayor riqueza ambiental, cultural, de conocimiento y productividad. Aún así, no se autosostiene en aspectos claves como la seguridad alimentaria, entre otros aspectos porque un poco más del 50% del área cultivada de la subregión centro-sur está dedicada a la producción de café.

Desde el punto de vista ambiental, con el POMA podemos contribuir más colectivamente a la protección de parte del territorio asociado al Sistema de Parque Nacional Natural Los Nevados, que a su vez se constituye en la mayor riqueza regional en términos de biodiversidad y recursos hídricos del departamento, profundamente amenazado por el efecto invernadero y el calentamiento global.

La formulación del POMA de la cuenca implica pasar de una planeación sectorial a una planeación integral entre lo urbano y lo rural, lo cual conduciría a valorarse como un verdadero ecosistema que integre los recursos naturales con el subsistema de ciudades. Esa es la ventaja, el reto y la oportunidad. Desde esa instancia se pueden resolver apropiadamente los asuntos metropolitanos, no con los instrumentos limitados de la ley 128/94 de áreas metropolitanas pensada con la idea ya revaluada de una ciudad dominante y otras ciudades subordinadas, o con el inmenso error de ignorar el territorio rural. Desde el POMA no debería haber jerarquías marcadas por el número de habitantes o por la extensión del territorio. Todos somos parte de la cuenca y a ella contribuimos sinergéticamente de acuerdo a la manera como nos relacionamos con ella.

El POMA puede resolver por sí mismo la generación de recursos financieros para atender los diferentes problemas ambientales derivados de las acciones humanas sobre el territorio. Una de ellas, y muy importante es la urbanización, pero no la única. El sector productivo urbano y rural no está haciendo lo suficiente por el medio ambiente y aún hay que utilizar medios coercitivos para evitar sus efectos contaminantes y pagar por ello. Todo lo anterior nos tiene que llevar a desarrollar múltiples innovaciones en materia de financiación y gestión de los recursos ambientales, de los bienes y servicios producidos, buscando preservar el espíritu de la ley de ordenamiento territorial en cuanto a la distribución equitativa de las cargas y beneficios que genera el aprovechamiento o explotación de los recursos naturales. Porque así como en el sector urbano de la subregión aún está todo por hacer para obligar al Estado y a los particulares a desarrollar estos principios, en el sector rural las cosas son aún más preocupantes, sólo que no están a la vista de la mayoría de la población urbanizada.

El POMA hay que entenderlo como un proceso y no como un producto, como una oportunidad y no como un costo; en últimas como un instrumento para abordar el anhelo de convertirnos en ciudades y subregión del conocimiento. De lo contrario, continuaremos reproduciendo el llamado “Síndrome de la Rana Hervida”, es decir, nos iremos quemando poco a poco y sin darnos cuenta en la olla del calentamiento global o del deterioro ambiental progresivo. Entonces, ya no encontraremos a quien echarle la culpa o a quien pasarle la factura de cobro.

21/11/09

25 de octubre de 2009

El Modelo de Ocupación Territorial en Manizales

Municipio de Manizales y áreas de expansión urbana y suburbana.
Fuente: POT Manizales, versión 2003


Algunas reflexiones para tener en cuenta en la reformulación del POT


Por: Luis Fdo. Acebedo R.


Uno de los temas más polémicos de la primera experiencia de formulación de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), tiene que ver con las estrategias que definen el Modelo de Ocupación Territorial (MOT). Muchos municipios ni siquiera lo hicieron. Otros, por el contrario, aprobaron ejercicios prospectivos utópicos, que no consultaban para nada sus posibilidades reales en un período de tiempo de 10 o 12 años. La directríz gubernamental se orientaba a la necesidad de responder a los retos de la globalización y a tratar de encontrar un posicionamiento destacado en el contexto de las ciudades globales. Para el caso de Manizales, esto fue lo que se consiguió:

El POT de Manizales (2001) analizó los factores geoestratégicos globales y concluyó:


[…] que Colombia y dentro del país Manizales y la Ciudad Región “Ecorregión eje cafetero, tienen la mas incomparable posición geoestratégica: El país como “Geocentro Oceánico”, articulador de las Américas (o el ALCA) y las dos principales cuencas oceánicas, y punto estratégico de la biosfera. Esta posición bisagra está recayendo directamente sobre la región que se convierte a la vez en el centro del Triángulo y Círculo Dorado de Colombia.


Por asociación, si el Eje Cafetero está en el centro del triángulo y círculo dorado de Colombia, y si ese triángulo está en el centro del país que es, a su vez, geocentro oceánico, entonces, Manizales es un punto estratégico de la biosfera. En últimas, nos consideramos el ombligo del mundo. Habrá que consultar a las ciudades más globales si tienen esa misma percepción de este rinconcito del planeta. Empero, insistiendo en esa búsqueda, el POT de Manizales escudriña sobre las posibilidades de posicionarse en este escenario global competitivo. Identifica que en la ciudad confluyen los más importantes ejes viales que comunican a Ecuador con el Océano Atlántico (corredores del río Magdalena y del río Cauca) y a Venezuela con el Océano Pacifico (transversal Venezuela, Bogotá, Océano Pacífico, en proyecto). Adicionalmente, señala el camino para lograrlo, por medio de los siguientes proyectos:

  • Formular un proyecto que resalte las condiciones ecosistémicas de la región, especialmente la relación del Maciso Cumanday con el Chocó biogeográfico como subsistema de la cuenca del pacífico.
  • Reconstrucción de la vía férrea La Felisa-Medellín para restablecer la conexión interoceánica entre Buenaventura y Santa Marta.
  • Formular el proyecto del puerto multimodal La Dorada-Puerto Salgar para el transporte fluvial de carga y pasajeros hasta Barrancabermeja, en donde diferentes estudios marcan el límite de navegabilidad del río Magdalena. Se presenta como un incomparable medio para la salida de café de toda la zona cafetera central de país.
  • Rectificación de la vía Mariquita-Manizales para reducir distancias de llegada al futuro puerto de La Dorada sobre el río Magdalena.
  • Construcción de los túneles de Cocoló y La Línea para reducir distancias entre Venezuela-Bogotá-Océano Pacífico.
  • Construcción del Puerto de Tribugá. Según los estudios sobre necesidades portuarias de Colombia con miras a la competitividad en el siglo XXI, la ensenada de Tribugá es la que ofrece las mejores condiciones en el litoral Pacífico para la construcción de un puerto de aguas profundas.
  • Conclusión de la carretera al pacífico. Actualmente hay una trocha hasta Baudó que ha incrementado la explotación maderera de algunas empresas con considerables afectaciones al frágil ecosistema del Chocó Biogeográfico.

No es muy difícil llegar a la conclusión de que la posibilidad de posicionar a Manizales como “punto estratégico de la biosfera”, depende casi en un 100% de factores externos, bien sea de la financiación del gobierno nacional o de una combinación de éste con capitales extranjeros. Es lo que hemos denominado una visión exógena del desarrollo territorial, fundamentado en la movilización de recursos cuyas iniciativas de gestión dependen de terceros, casi siempre ajenos a la dinámica local o regional. Pero esa visión no sólo se consolida en función de los recursos, también en la selección de los proyectos prioritarios dentro del municipio. Se trata básicamente de abrir un abanico de expectativas sobre posibilidades de desarrollo de infraestructuras que no están apalancadas en las demandas o dinámicas económicas regionales. Tal es el caso del Km 41-Chinchiná-Palestina como nodo de la geoestrategia. Según el POT (2001):


Este nodo se convertirá en uno de los dos puntos que unen los dos corredores colombianos, de los ríos Cauca y Magdalena, con la Dorada haciendo el papel análogo en el otro extremo. Así como este último puerto es el epicentro del Magdalena Medio que polariza la subregión “Corazón de Colombia” (más de 40 municipios de seis departamentos, entre Ambalema y Puerto Berrío), el Kilómetro 41 (vereda Colombia del municipio de Manizales) es el epicentro de unos 15 asentamientos urbanos que se encuentran localizados en algo más de cien kilómetros de longitud, entre los municipios de La Virginia en Risaralda y Marmato en Caldas, y con distancias menores a los 15 kilómetros del cauce del río. Esto sin extendernos por ahora a la Pintada o Bolombolo.


Desde la formulación del POT de Manizales hasta hoy, es decir, casi una década, no se ha movido una sola piedra para consolidar este supuesto nodo estratégico del departamento y la región. Igual suerte ha corrido el proyecto de puerto de transporte intermodal de La Dorada y muchos menos el Puerto de Tribugá. Todo parece indicar que las realidades económicas y productivas distan mucho de esos imaginarios. Tal vez, una de las explicaciones a este fenómeno la tenga el Centro de Estudios Regionales Cafeteros y Empresariales –CRECE- (2004) quien sostiene en su informe sobre la competitividad de Caldas, que este departamento produce bienes y servicios con destino al uso final (77% de su valor); dentro de esa demanda, sólo el 11% de la producción bruta tiene como destino las exportaciones al resto del mundo y otro 14% se orienta a las exportaciones a otros departamentos. Las ventas del departamento a otros países dependen principalmente del café y sus subproductos (70%), seguido de maquinaria para usos a otros departamentos, sobresale las carnes y pescado (7%), cacao, chocolate y confitería (6,8%), electricidad y gas de ciudad (6,1%), metales comunes y productos metálicos (6,0%) y maquinaria para usos generales y específicos (5,7%), entre otros. Más allá de la exportación del café no parece existir otro producto que jalone la dinámica exportadora del departamento al resto del mundo.

Esta realidad sugeriría que si el municipio y el departamnto quieren modificar su aparato productivo orientado principalmente hacia las actividades manufactureras para el consumo interno, por otro de base exportadora y altamente tecnificado, debería primero crear las bases socioeconómicas y productivas para ello, antes de emprender la costosa aventura de construir unos puertos de exportación montado en unas líneas de deseo con poco asidero en la realidad. Es lo que coloquialmente se conoce como “montar la bestia antes de ensillarla”.

26/10/09

19 de octubre de 2009

Educación Superior u orden superior

Obra de Teatro "Los inquilinos de la ira" de Jairo Anibal Niño.
Montaje a cargo de la Licenciatura de Artes Escénicas de la Universidad de Caldas.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Los sucesos del pasado 16 de octubre en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia son de enorme gravedad y por eso me siento en la obligación de comentarlos. Un grupo de unos 300 estudiantes impidió la libre movilidad del profesor Wasserman, rector de la Universidad, dentro de las instalaciones del campus. Craso error que merece todo el rechazo de la comunidad académica, independientemente de sus motivaciones altruistas.

Como consecuencia de estos actos desesperados el gobierno decidió entrar a la universidad con sus tropas, pese a las recomendaciones hechas en el sentido contrario, tanto de las directivas universitarias como de la Alcaldía Distrital. Desde hacía mucho rato a la Seguridad Democrática se le había vuelto una obsesión ingresar a la Universidad Nacional, así como lo había hecho en otras universidades regionales. Sólo faltaba el hecho detonante que finalmente llegó. Ahora buscan como en el Viejo Oeste a uno o varios estudiantes para condenarlos como secuestradores o terroristas, con recompensas y publicidad incluidas. Con este trofeo el gobierno pretende consolidar una de sus más caras obsesiones: Considerar a los estudiantes -y a los profesores y a todos quienes desde las universidades ejerzan la crítica al gobierno y su política- como comunistas, auxiliadores de la subversión o terroristas. Adjetivos que la seguridad democrática insiste burdamente en presentarlos como sinónimos.

Sin pretender justificarlas, es evidente que las actitudes cada vez más radicales de algunos grupos de estudiantes universitarios pueden interpretarse como una consecuencia directa de la crisis de valores democráticos y políticos que está viviendo la sociedad por cuenta de una política que ha reeditado en el contexto nacional, lo que a nivel mundial ya creíamos superado: la guerra fría, el comunismo como el enemigo común. En torno a esta idea, la constitución política de 1991 se está volviendo añicos. La manipulación del derecho al sufragio universal, el constreñimiento de los procesos electorales como simples encuestas de opinión, la connivencia con el crimen organizado, los paraestados tratando de interceder en los hechos políticos a favor de quienes detentan el poder, la corrupción generalizada y la re-centralización político-administrativa, son entre otros, un listado de los nuevos valores que están imponiendo los inspiradores de la seguridad democrática. Y de cierta manera van permeando las diferentes organizaciones del estado y de la sociedad.

La universidad pública no es ajena a esta situación, porque como se ha dicho una y mil veces, es el reflejo de la sociedad. Quizás uno de los elementos que mayor sensibilidad genera entre la comunidad académica sea la crisis en el uso de los instrumentos democráticos por cuenta de unos procesos electorales que no son vinculantes. Esta es una de las razones por las cuales los organismos de representación universitaria se están eligiendo con las minorías que votan y con las mayorías que se abstienen por una actitud consciente o apática y desinteresada. De cierta manera, esto ha conducido a la generación de odios y desconfianzas al interior de la universidad. Y lo que es peor, a vernos entre miembros de la comunidad universitaria como enemigos, cuando en realidad trabajamos por causas comunes: La defensa de la universidad pública. Esto ha implicado, además, que las universidades no puedan convertirse en ejemplo de aplicación de los valores auténticamente democráticos y garantes de una cultura política fundamentada en la defensa de los derechos ciudadanos.

No quisiera que la Universidad Nacional entrara en el lenguaje de la política de la seguridad democrática y mucho menos en su juego macrabro. Sería una espiral sin retorno en la que los valores democráticos, la moral, la cultura política, la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y el carácter público y estatal de la universidad se verían seriamente amenazados. De hecho ya lo están. Y en buena medida es lo que explica la actual crisis. No de otra manera puede entenderse la radicalización a la que están llegando algunos estudiantes en desmedro del debate profundo de las ideas. No de otra manera puede entenderse el tratamiento de delincuentes que recibe la comunidad académica por un estado militarista, enceguecido en su lucha por eliminar de raíz cualquier vestigio de oposición sea ella democrática o armada. Para el caso es lo mismo. ¿Acaso hemos olvidado los intentos de algún fiscal por obtener la base de datos de los estudiantes para clasificar entre la multitud quienes son los buenos y quienes los malos?

Los rectores de las universidades han puesto el dedo en la llaga en torno al tema presupuestal y al problema pensional. Dos asuntos de gran sensibilidad que amenazan el presente y el futuro de las universidades públicas. Pero obviamente, son apenas las puntas del iceberg. En el fondo de todo ello está la necesidad de una nueva política de educación que supere la ley 30 de 1992.

Las universidades están haciendo la tarea. Han incrementado sus indicadores en todos los órdenes con los mismos recursos de hace 10 años. En cobertura, en calidad, en oferta de posgrados, en capacitación de su cuerpo docente, en infraestructura, en investigación y extensión, en número de alumnos por profesor, en sus relaciones con el sector productivo, etc. Y a cambio, solo han recibido palmaditas en la espalda. El gobierno, por su parte, anuncia tímidos incrementos presupuestales en Ciencia, Tecnología e Innovación, que están muy por debajo de los vigentes en países de la región como Brasil o Venezuela. Y siente que con ello está haciendo la gran “revolución educativa”. Sumado a lo anterior, y como si fuera poco, el gobierno local en Manizales anunció hace algunos meses que sometería a consideración un acuerdo en el Concejo Municipal para suspender por una sola vez el cobro a la estampilla prouniversitaria a 2500 predios que serán expropiados para construir la Avenida Colón en la Comuna San José, para luego entregárselos completamente urbanizados al sector privado. ¡Qué despropósito para con la educación universitaria¡.

Todo esto da cuenta del poco interés que tiene el gobierno colombiano en la educación como factor de desarrollo, lo cual contrasta con los abultados presupuestos para financiar la seguridad democrática o las clientelas electorales a través de Agro Ingreso Seguro –AIS- para el sector rural o Macroproyectos de Interés Social Nacional –MISN- para el sector urbano. Necesitamos que los valores auténticamente democráticos vuelvan a guiar el devenir de la nación y que la educación adquiera la verdadera importancia como eje estructurante de la construcción de un nuevo contrato social en Colombia.

19/10/09

La Avenida Caracas ochentera

Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=21637341

Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=21637341

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Eran las nueve de la mañana de un martes soleado en Bogotá. Se sentía el crujir de los motores de los buses ejecutivos sobre la Avenida Caracas, una de las vías más congestionadas y agresivas de la ciudad por aquella época. La Alcaldía Distrital había decidido convertir esta importante Avenida que atraviesa la capital de norte a sur en una troncal de buses de gran tamaño –por aquella época llamados eufemísticamente “ejecutivos”- ; escasamente tenían el espacio para sobrepasarse unos a otros en medio de la velocidad que desarrollaban en su competencia feroz por disputarse un pasajero en la próxima estación.

El separador central era una gran barrera para los peatones, levantado a unos 60 u 80 centímetros de altura con placas de concreto a los lados y tierra de relleno en el centro. Recuerdo que allí se sembraron unos Urapanes jóvenes, pero al poco tiempo cayeron enfermos en medio de las chimeneas humeantes de los vehículos de servicio público. Como remate del separador, sobresalían unas lanzas metálicas verdes dispuestas en diagonal, reforzando la amenaza contra cualquier intento de algún peatón desprevenido que osase atravesar la Avenida por los lugares no autorizados. Era un urbanismo prohibitivo, ajeno a cualquier consideración humanista de disfrute de la ciudad. Los vehículos se sentían como los amos y señores de la vía y circulaban raudos transportando estudiantes, obreros, trabajadores y amas de casa totalmente apeñuscados.

Al principio, en los buses ejecutivos sólo se transportaban las personas cómodamente sentadas a cambio de un mayor valor del pasaje, al poco tiempo y por el mismo precio, los buses eran verdaderos racimos humanos. Jocosamente, la gente decía que los conductores se apresuraban a cobrar el pasaje antes de que los pasajeros se cayeran del vehículo.

Al interior del bus, se podía ver el país entero, las diferencias culturales y de clase, el hombre impecablemente vestido de traje y maletín, mirando con desprecio al obrero con sus prendas sucias y un olor confuso entre un ligero baño y el sudor acumulado de una semana de trabajos en la construcción. Junto a la puerta del conductor, un joven intentando llamar la atención de los pasajeros para que observen las heridas putrefactas de su estómago y de esa manera provocar la donación de una limosna. En la puerta trasera, un vendedor de dulces espera su turno, luego de que se percata que la competencia le ha ganado la mano. Por el medio del vehículo, junto a una de las ventanas totalmente cerradas y herméticas del bus para impedir la penetración del frio matutino o la brisa ligera, una señora hace caso omiso del entorno y se maquilla como si aún estuviera en el tocador de su alcoba; un cepillo grande y redondo se agarra fuertemente de sus cabellos sobre la frente, mientras que algunos rulos intentan domar ciertos mechones rebeldes; entre sus piernas, el bolso abierto y en su interior, un kit completo de maquillaje entre una bolsa plástica transparente, la crema humectante, una base protectora, rubor, pinceles difuminadores de los polvos, pestañina, labial y lápiz delineador para darle mayor grosor a los labios, tijeras encrespadoras de pestañas; en fin, todo un arsenal de objetos embellecedores para ser usados con total precisión durante un par de horas de viaje en medio de los altibajos de unas calles ahuecadas. Y como si hubiese operado un verdadero milagro, al terminar el recorrido, la señora se baja del bus totalmente transformada, con su cabello suelto y su rostro maquillado e impecablemente vestida para estar presentada y coqueta en su puesto de trabajo.

La ciudad se percibía como la Avenida Caracas y como los buses ejecutivos, apretujada, injusta, inhumana, contaminada, insegura, incompleta o más bien en obra negra. Y sus gentes reflejaban lo que era la ciudad. Quizás su característica más destacada era la insolidaridad y la desconfianza, traducida en un genio de los mil demonios y en la mirada sospechosa de cualquier persona que intentara una pregunta o un acercamiento.

19/10/09

10 de octubre de 2009

La Plaza Alfonso López (II)

Espacio central de la Plaza Alfonso López
Discontinuidad de las aceras en los extremos de la Plaza.
" Plaza de Banderas" en la Plaza Alfonso López

Los jueces haciendo ciudad

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

A pesar de los últimos gobernantes, la Plaza Alfonso López adquirió una nueva cara desde comienzos de este año. Buena, regular o mala, ya veremos. Los ciudadanos finalmente tienen la última palabra y emitirán sus propios juicios según el grado de apropiación que le den a ese lugar. Y digo que “a pesar” de los gobernantes, porque la Plaza Alfonso López es hoy lo que es, por la obstinación de los ciudadanos organizados del sector que interpusieron varias acciones jurídicas a cada uno de los tres últimos alcaldes de la ciudad.

A Germán Cardona, el dinamitero, a quien la comunidad forzó a un pacto de cumplimiento para que tomara las medidas conducentes a reconstruir la plaza pública, luego de la implosión del edificio de la Alcaldía. A Néstor Eugenio Cardona, quién lideró el concurso para definir los diseños de la nueva plaza, dejándole a un tercero la responsabilidad de su construcción. Y a Luis Roberto Rivas por tratar de hacerse el loco con el cumplimiento de esta responsabilidad al comienzo de su mandato. Finalmente, los jueces se encargaron de hacer cumplir los pactos y crearon un precedente jurídico sobre el uso de ciertos instrumentos legales para garantizar los derechos ciudadanos al espacio público.

Por estos días recorrí nuevamente la Plaza con sus nuevos diseños. Fueron siete años largos los que se tomó la clase dirigente manizaleña para devolverle a la ciudad este espacio público destruido en el año 2002. Quería ver, oler, oír, recorrer, cruzar, permanecer en la Plaza. Y por supuesto, comparar.

Cuando en el año 2003 la municipalidad nos llamó para formular los términos de referencia arquitectónicos y urbanísticos para convocar al concurso de diseño del proyecto de renovación urbana de la Plaza, hicimos un esfuerzo por interpretar los deseos de la ciudad y de los ciudadanos. Al final se llamó a concursar a las firmas de arquitectos para “Consolidar la Plaza Alfonso López Pumarejo como el segundo espacio público de uso colectivo más significativo, después de la Plaza de Bolívar, por su carácter simbólico y referencial de la política Manizales: Eje del Conocimiento, su disposición para los encuentros ciudadanos y las actividades culturales a nivel urbano y metropolitano, la calidad de la oferta de servicios a nivel de las Tecnologías de la Información y la Comunicación - TIC - y su capacidad renovadora sobre su entorno más inmediato”.

Me temo que el proyecto construido no acertó en ninguna de estas características. Por un lado, creo que sus diseñadores no lograron interpretar cabalmente este planteamiento. Y por otro, quizás más importante, por las vacilaciones y el poco compromiso público de las instituciones de gobierno. Veamos por qué:

Es una plaza infrautilizada para eventos urbanos y metropolitanos, quizás por una razón elemental, porque está infradotada. Los usuarios directos o potenciales me han dado el mismo argumento: No cuenta con un sistema eléctrico apropiado para actos públicos y culturales. Al recorrer sus diferentes espacios pude constatar que no existe una sola toma para conectar un cable eléctrico. Esta es una de las razones por las cuales el pasado festival internacional de teatro prefirió utilizar otros espacios públicos de la ciudad. Paradójicamente, los diseños arquitectónicos se orientaron hacia la modalidad de una plaza de eventos más que a una plaza cívica multiusos como era nuestro interés. Así se deduce del gesto de hundir un pedazo de la plaza para generar unas graderías y crear una media torta con igual criterio en uno de sus costados.

De la política “Manizales: Eje del Conocimiento” finalmente no quedó nada, casi ni luz eléctrica; tal vez el espacio residual al occidente de la plaza, que simula una media torta para eventos culturales. Ahora bien, sin el preciado servicio de luz al que hemos hecho referencia, podríamos decir que este lugar se convirtió en una verdadera Plaza de Banderas, no por las columnatas que se erigen simbólicamente en el lugar donde estaba ubicado el edificio de la Alcaldía dinamitado, sino porque el ingenio popular, o quizás la acción de algún artista plástico, decidió hacer de la tragedia una comedia, al colocar una banderita roja por cada excremento humano depositado en la zona verde que rodea la plataforma circular y delimita el escenario vacío.

Es que los espacios inútiles o inapropiados, los espacios residuales o escindidos, los lugares no habitados, se vuelven “no lugares” en el sentido que le concede Marc Augé. Finalmente, son apropiados por los desplazados, los excluidos, los marginados, los desparchados, en fin, los beneficiarios directos de la renovación urbana, cuando ésta simplemente se ocupa de recuperar los espacios físicos, dejando intactas las condiciones de pobreza de las gentes en el lugar.

Ahí están los loquitos de la calle, los habitantes de la calle y los “trabajadores de calle” como se les conoce a los amigos de lo ajeno. Todos ellos permanecen en la plaza, viendo cruzar de aquí para allá a los desprevenidos ciudadanos con sus compras de ocasión. Algunos, arriesgan hasta su propia seguridad porque las aceras en los extremos oriental y occidental de la plaza no tienen continuidad, y en un acto reflejo, cada quién sigue su camino pero sobre la calle vehicular hasta cruzar al otro lado.

Lo que definitivamente funciona muy bien es el complejo vial subterráneo, que ha sido finalmente, el principal interés de las últimas administraciones y lo que mejor saben hacer. Calles y calles para la movilidad vehicular, para la circulación y la velocidad. Estos ingenieros-empresarios que hemos tenido como alcaldes en los últimos años le temen a lo público y a los lugares de encuentro. En últimas, le temen a la ciudad y al ejercicio de la ciudadanía. Estoy de acuerdo con Jordi Borja, quién por estos días visita nuestro país, cuando afirma que la ciudad hay que entenderla como espacio público, y el espacio público como “espacio político, de formación y expresión de voluntades colectivas, el espacio de la representación pero también del conflicto. Mientras haya espacio público, hay esperanza de revolución, o de progreso”. A esto es a lo que verdaderamente le temen nuestros alcaldes-empresarios.

10/10/09

1 de octubre de 2009

La Plaza Alfonso López (I)

Aspecto de la Plaza Alfonso López, 2005

Panorámica de la Plaza Alfonso López, 2005

Imagen urbana después de una implosión.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

No solo las guerras destruyen edificios de valor patrimonial en las ciudades, también los alcaldes, en nombre de la colectividad y el interés general. La implosión del edificio de la Alcaldía Municipal de Manizales en el año 2002, localizado en la Plaza Alfonso López, marcó el fin de un imaginario moderno que tal vez nunca llegó a la ciudad, y abrió otro, aún por descubrir. En ese momento, surgió esta especie de etnografía de aquel lugar referencial.

En la Plaza Alfonso López Pumarejo se perciben muy claramente dos grandes dinámicas socio--espaciales: Por un lado, el frenesí de los flujos, la circulación y el movimiento constante; y por otro, el deseo de comunicación o como dirían algunos, la mercadería de la conversación (Borja y Muxi, 2003). Ambos se desarrollan en medio de un espacio urbano sincrético y de una arquitectura ecléctica.

En efecto, la articulación de ambas dinámicas en el espacio produce una sensación de caos intimidante para todos los habitantes o usuarios de la Plaza. Desde la perspectiva del peatón, el ruido de los motores que se detienen y avanzan en medio de cruces y semáforos a distancias muy cortas, generan una sensación de inseguridad permanente que invita a quedarse atrapado en las periferias por el juego centrífugo de los vehículos. Allí confluye gran parte de los sistemas de transporte público y privado de la ciudad y del campo: Rutas de buses urbanos, transporte intermunicipal e interveredal, taxis, camiones de carga, automóviles particulares, motocicletas, entre otros.

Las aceras amplias que delimitan la Plaza, comparadas con las del Centro histórico-patrimonial, acogen a transeúntes y vendedores ambulantes, mientras que, desde adentro de los locales comerciales –en gran medida cafetines y bares–, se expele el ruido mezclado de las rancheras y la música del despecho, acompañado del murmullo de gente que conversa al calor de un tinto de 250 pesos o de un almuerzo de 2000. Unas mujeres elegantemente vestidas de minifalda y tacón alto, cabellos sueltos sobre los hombros y un monedero bajo las axilas, atienden el pedido de quienes toman asiento en cada mesa. Los ancianos con sus recuerdos y los jóvenes como venidos de alguna vereda o centro poblado le dan identidad a los cafés, bares y cantinas, a los billares y juegos de azar o al comercio de variedades; también a los hoteles y residencias que pululan en los alrededores de la Plaza.

Los voceadores de mercancías por micrófono o el silencio cómplice de las prostitutas transitando de aquí para allá, hacen parte del ambiente sórdido de algunas esquinas y se confunden entre miradas, gestos y actitudes de ciudadanos desprevenidos, y de otros que dominan la calle o ese mundo imperceptible que algunos llaman los “no lugares”.

Entretanto, quienes atraviesan la Plaza en sus vehículos particulares deben sufrir el asalto intimidante de un “ejército” de adolescentes apertrechados de tarritos de agua jabonosa y limpiavidrios que aparecen en cada semáforo como caídos del cielo para ofrecer sus servicios a cambio de una moneda. Allí también se encuentra el vendedor de maní, el de frutas y verduras o el de tarjetas prepago debidamente uniformado.

Pero también la continuidad y proliferación de entradas y salidas de vehículos en distintas direcciones por los costados de la Plaza invitan a estar con todos los sentidos puestos sobre la calle, a pesar de una adecuada señalización que marca el sentido de las vías, las cebras de uso peatonal, la semaforización, los cruces y la información sobre los barrios contiguos o el acceso a las vías regionales.

El interior de la Plaza está dividido en dos ambientes, separados por un cruce de vehículos en dirección contraria y una geometría curva, cóncava y convexa. Un ambiente desolado y triste, compuesto por una zona verde amplia en donde yacen los restos de la antigua Alcaldía y una pequeña plazoleta, construida a última hora para que el dolor por la desaparición de un icono edilicio no genere mayores frustraciones, simula un bar o una cantina al aire libre con sus mesas dispuestas en círculo. Por ambos lados cruzan indiscriminadamente los peatones en un ir y venir de gentes que aprovechan el espacio encementado o la gramilla para “saltar” al otro lado de la calle. Y otro ambiente, densamente ocupado por una concentración de vendedores estacionarios dispuestos sobre tres crujías, dos de ellas marcadas por la alineación de siete u ocho palmeras que pasan desapercibidas a los ojos del peatón.

Este pequeño centro comercial enmarca la fachada de la Plaza al costado oriental por medio de una frágil estructura metálica que ordena y le da techo a los pequeños locales. Su numeración consecutiva llega hasta el número 340, lo cual da un indicio de la cantidad y tamaño de cada uno; sin embargo, muchos de estos locales se encuentran ocupados por bodegas. Se requiere recorrerlo en su interior para descubrir varios niveles y una cafetería al aire libre sobre una plataforma de un piso de altura, debajo de la cual se encuentran unos baños públicos.

El borde que define la paramentación de la Plaza Alfonso López Pumarejo está compuesto por edificios de cuatro y cinco pisos, principalmente. La mayoría tiene un pequeño voladizo después de una doble altura. Su arquitectura es modesta pero mantiene una presencia viva en el lugar. Cinco o seis edificios en cada manzana organizan los contornos de la Plaza reflejando una cierta continuidad de vanos en medio de la diversidad estilística. Los primeros pisos, por el contrario, se diferencian de los pisos superiores por su apertura al peatón y algunas subdivisiones para acomodar pequeños locales dentro de otros, lo cual dificulta la identificación de los ritmos en las fachadas. El Teatro de Manizales es quizás el edificio que más identidad formal tiene, aunque el uso real sea otro completamente distinto. Su presencia en el lugar se asemeja más a un fantasma que clama una nueva oportunidad en la memoria de los habitantes del centro de la ciudad.

Por su estilo y materiales, la mayoría de las edificaciones son de hace tres o cuatro décadas. Sin embargo, subsisten algunos edificios de dos o tres pisos en bahareque que hablan de épocas pretéritas, pero también de riesgos que continúan amenazando a las edificaciones antiguas. De hecho, en la esquina del constado sur-occidental de la Plaza, un edificio de dos pisos sucumbió recientemente a la fuerza devoradora de las llamas, recordando que la amenaza de incendio sigue latente en el centro de la ciudad si no se toman medidas preventivas.

No es la arquitectura la que impresiona, es la amplitud y la perspectiva del espacio que se abre desde diferentes direcciones en medio de una estructura de damero cerrada y compacta que caracteriza el Centro Tradicional. Este respiro que se siente al aproximarse, se pierde cuando se llega, puesto que la escenografía está pobremente dispuesta sobre el lugar. Se podría decir que es un espacio vacío que se recorre por sus bordes. Le hace falta vida a su interior porque no hay ninguna actividad que lo respalde, prácticamente ningún amoblamiento que insinúe diversas formas de apropiación cultural, recreativa, política o simplemente de ocio.

3/10/09

27 de septiembre de 2009

Caleidoscopio y territorio del conocimiento


Por: Luis Fdo. Acebedo R.


Varias personas me han retado a explicar mi visión caleidoscópica sobre el territorio, entre ellas mi hija, asidua lectora de mis columnas. Para ella van dedicadas estas reflexiones. Aunque estas ideas todavía se encuentran en proceso de maduración, quiero atreverme a arriesgar algunas opiniones para promover la discusión y el debate.
La idea surgió a partir de la necesidad de encontrar una metáfora para explicar el comportamiento del territorio en la sociedad del conocimiento desde una perspectiva sistémica, pero reconociendo la existencia permanente del conflicto. Esto quiere decir que si bien es cierto existen ciertas leyes en su devenir, su característica principal es el movimiento constante, la inestabilidad, el conflicto y la crisis. La acción de la sociedad sobre el territorio, su deseo constante de transformación, está justificada por la búsqueda permanente de un equilibrio, representado en un acuerdo colectivo en torno al deber ser y a su expresión particular sobre la organización del espacio. Allí está representada la utopía. Pero también, su naturaleza conflictual, inestable, dinámica.
El Calidoscopio, en su versión más clásica, es un instrumento en forma de cilindro, construido en su interior mediante tres espejos dispuestos como un prisma. En su interior se depositan unos pedacitos irregulares de cristal de múltiples colores. Con el movimiento circular del objeto y los rayos de luz que ingresan por uno de sus extremos, se multiplica simétricamente la imagen de los cristales en una explosión infinita de imágenes multicolores. Su carácter es sistémico, cada una de sus partes se interrelaciona dentro de unos límites determinados, produciendo composiciones infinitas de acuerdo al movimiento que se realice y a la intensidad de la luz que se filtre por los cristales.
Observando una y otra vez estos efectos, me pregunté cómo podría aplicarse una visión caleidoscópica a la comprensión del Territorio. Y en efecto concluí que la metáfora del calidoscopio ofrece posibilidades más amplias de comprensión de las relaciones complejas del Territorio en comparación con la idea del “collage” y del “fragmento” que se han empleado en estudios precedentes para explicar los fenómenos urbanos y territoriales en la globalización. En efecto, el caos como concepto que expresa una aparente liberalización de fuerzas motivadas por una nueva revolución tecnológica, tiene en el fragmento una explicación de los nuevos fenómenos de actuación sobre las ciudades y el territorio.
Zaida Muxí (2004) sostiene, por ejemplo, que la ciudad de la globalización no puede ser entendida sino a través de su constante fragmentación entre la pobreza excluida y la riqueza excluyente, y las posibilidades de reconstruirse se dan a través del montaje de los fragmentos y realidades yuxtapuestas. En este sentido, ella afirma que el collage deja de ser un mecanismo poético y deviene como el “resultado último del laissez faire de la economía liberal y del libre mercado que redunda en todos los ámbitos culturales y expresivos”.
Por oposición a esa tendencia, creemos que la metáfora del calidoscopio reconoce el fragmento como parte constitutiva de su naturaleza, pero en ningún caso como razón última. Se integra al movimiento constante y a la luz que le imprime energía, pero dentro de unos confines, si se quiere éticos, para consolidar múltiples estructuras sistémicas dentro de un universo casi infinito de posibilidades. Estas últimas, no son expresión de un caos sino de un juego sistémico de aproximaciones sucesivas en donde cada una de las partes interactúa sinergéticamente para encontrar puntos de equilibrio en un ambiente cuya naturaleza es el conflicto.
Los confines del calidoscopio son aquellos principios éticos en los cuales debe enmarcarse el Territorio a nivel urbano y regional. Existe una aceptación teórica casi universal de algunos de ellos, tales como: La Sostenibilidad, la Gobernabilidad, la Productividad, la Equidad Social, entre otros. Sin embargo, ésta no es una constante en los acuerdos colectivos. En nuestras sociedades capitalistas contemporáneas, la productividad es reemplazada por la competitividad, la sostenibilidad se cree alcanzar por un supuesto equilibrio natural de las fuerzas del mercado, la gobernabilidad sede su espacio al autoritarismo, y la equidad social se vuelve una retórica para impedir que los sectores más débiles de la sociedad caigan en la pobreza más extrema, mientras los sectores más dinámicos de la globalización neoliberal acumulan riqueza mediante las triquiñuelas de la especulación financiera.
En esa lucha constante de contrarios, se hacen una y otra vez giros caleidoscópicos para tratar de encontrar un nuevo equilibrio. A veces son sutiles, a veces agudos. Allí están interactuando por lo menos cuatro fuerzas motoras, tiempo, espacio, innovación y movimiento; cada una de ellas girando y girando hasta encontrar ecuanimidad, mesura, sensatez. El territorio es el resultado de la combinación de todas estas fuerzas en función de los principios éticos que asume la sociedad.
El tiempo se pregunta por el momento específico del desarrollo de las fuerzas productivas en una sociedad determinada. El espacio, por las características del lugar. La innovación por el uso de las técnicas y su apropiación social en el trabajo. Y el movimiento, por la velocidad de los cambios y la dinámica que los actores sociales le imprimen.
El territorio del conocimiento en esta nueva sociedad tiene el reto de encontrar su propio equilibrio de fuerzas. Yo diría, su arraigo cultural. Cada ciudad o región debe hacer sus giros caleidoscópicos según sus particulares intereses. El problema de las sociedades más atrasadas es que no han querido tomar la iniciativa, o si lo hacen, siguen un manual de instrucciones, un libreto, a la medida de otras realidades, de otros imaginarios exógenos a las características propias del lugar.


27/09/09

20 de septiembre de 2009

A Brunner lo que es de Brunner...

Karl Brunner (1887-1960)

Ensanche de barrios en Bogotá (años 30 y 40 del siglo XX)

Limite intermunicipal (1935) y límite urbano (1940) de Bogotá.

Por: Luis Fdo. Acebedo R

La historia urbanística en Colombia ha cometido una tremenda injusticia con Karl Brunner, el arquitecto y urbanista austríaco que tuvo a su cargo la formulación del primer plan regulador de Bogotá a comienzos de los años 30 del siglo pasado. Sus aportes a ésta y muchas otras ciudades colombianas se pueden rastrear hasta finales de los años 40, cuando según Andreas Hoffer (2003) regresó a Viena, su ciudad natal. Trabajó como funcionario público y consultor en temas urbanos, fue un excelente diseñador de proyectos de espacio público y vivienda para todas las clases sociales y también fue un destacado maestro de urbanismo en la Universidad Nacional de Colombia. Pero en nuestra opinión, la principal deuda que el urbanismo tiene con Karl Brunner es haberle desconocido la autoría intelectual, ideológica y práctica de la formulación del primer Plan Regulador que tuvo Colombia, aplicado a la ciudad de Bogotá.

Así es. Aún hoy en día se enseña a los estudiantes de arquitectura que Le Corbusier formuló el primer Plan Regulador para Bogotá. También me lo enseñaron a mí hace más de veinte años. Hoy quiero rebatir esa tesis y reconocerle a Brunner lo que es de Brunner.

En efecto, recién llegado a Bogotá, Brunner se propuso trabajar en 12 temas para formular su Plan Regulador, a saber: 1. Finalidades de la regularización y proyectos de ensanche urbano. 2. Preparativos y procedimientos de planificación. 3. La modernización de la ciudad. 4. Tendencias del desarrollo urbano. 5. Los cinco problemas urbanísticos fundamentales de Bogotá. 6. Necesidades de circulación. 7. Las futuras vías principales. 8. La distribución de zonas comerciales, residenciales, industriales, etc. 9. La reglamentación de edificios. 10. El código del desarrollo urbano. 11. La cooperación de la secciones de plano, de urbanizaciones o de arquitectura (edificación particular). 12. La tramitación respecto de la aprobación del plano regulador (Molano, 1995).

Cada uno de estos temas, los desarrolló Brunner y su equipo a lo largo de una década, más o menos. Los resultados de estas investigaciones, sumadas, constituyen el Plan Regulador para Bogotá. Por eso, algunos historiadores sostienen que nunca se formuló, porque no fueron capaces de relacionar un documento con otro, sino que a lo sumo los miraron de manera aislada. Pero es posible encontrar una secuencia lógica de este Plan a través de diferentes acuerdos municipales durante el período en que Brunner ocupó la secretaría de planeación de Bogotá. Veamos los más trascendentales:

La ordenanza 31 de 1935, cuyo aporte principal fue ordenar las relaciones de la ciudad capital con cada uno de los seis municipios periféricos (Usaquén, Suba, Engativá, Fontibón, Bosa y Usme), definiendo los propios límites entre ellos. Sin este primer paso era imposible ordenar el territorio urbano-rural de Bogotá.

Acuerdo 15 de 1940, por medio del cual se definieron los límites del desarrollo urbano de Bogotá, es decir, el perímetro urbanizable, dejando por fuera algunos barrios nuevos que se habían desprendido de la ciudad compacta, especialmente al occidente de la ciudad, pero sin la dotación de los servicios públicos básicos. Se trataba de barrios como Río Negro, Las Ferias, Puente Aranda, Las Granjas, entre otros.

Acuerdo 21 de 1944, “por el cual se divide el área urbanizable de Bogotá en varias zonas de destino y se reglamenta cada una de ellas”. Este acuerdo, representó la versión jurídica y legal del Plan Regulador, por el cual Brunner había estado trabajando denodadamente en los años anteriores. Se constituyó en el conjunto de normas que debían regular el crecimiento del área urbanizable de Bogotá, a través de la reglamentación de usos y alturas de las edificaciones “a fin de establecer un desarrollo ordenado y racional de la ciudad”, de acuerdo con los criterios de zonificación adoptados: Zonas cívico-comerciales y comerciales, zonas residenciales céntricas, zonas estrictamente residenciales, zona industrial, zonas mixtas, zonas de barrios obreros, zonas de reserva para áreas verdes.

Todos los trabajos preparatorios del Plan Regulador de Brunner han pasado casi desapercibidos en los estudios de la historia del planeamiento urbano de la ciudad de Bogotá, quizás por el hecho de haber sido rápidamente opacados por la corriente del urbanismo moderno que Le Corbusier introdujo en Colombia al finalizar la década de los 40. Pero el hecho de que Brunner representara una versión decimonónica del urbanismo europeo, no le quitaba méritos a su trabajo.

Los principales modelos urbanísticos de referencia que tuvo Brunner para la formulación de su Plan Regulador consistieron, de un lado, en la experiencia del Barón Haussmann de París con la apertura de vías en diagonal sobre áreas céntricas como criterio higienista y de salubridad; por otro, en las políticas de ensanche, trabajadas por Hildelfonso Cerdá en Barcelona desde 1859; y finalmente, en las primeras ideas de zoning, implementadas en Alemania desde comienzos del siglo XIX. Estos tres criterios se aplicaron para la formulación del Plan Regulador como versión ecléctica de la experiencia europea.

El ensanche urbano estuvo siempre presente en el planteamiento de Brunner como instrumento del desarrollo urbano futuro de Bogotá en todas sus direcciones. Muestra fehaciente es la cantidad de barrios planeados o diseñados por él que consolidaron la primera corona de expansión residencial, llenando los vacíos urbanos del perímetro urbano de la ciudad.

Y el zoning fue el instrumento primario para organizar los usos del suelo y regularizar el espacio económico. Por eso Brunner dedicó una parte importante de su trabajo a levantar un plano de las actividades industriales y comerciales, que luego sirvió de base para su posterior reglamentación.

Entonces, que no quede duda. Brunner formuló el primer Plan Regulador en Colombia, inspirado en una concepción moderna y racional. Otra cosa distinta, es que Le Corbusier y el Movimiento Moderno en particular, hubiesen hecho una reelaboración teórica y conceptual de este instrumento y nos hayan obnubilado con sus planteamientos integradores entre lo funcional y lo estético. Pero esa es harina de otro costal.

20/09/09

Para confrontar y ampliar estas ideas ver el libro de mi autoría "Las industrias en el proceso de expansión de Bogotá hacia el occidente". En: