23 de mayo de 2010

Elecciones presidenciales 2010-2014

La precariedad del empleo, razones suficientes para buscar opciones alternativas de gobierno.

Por: Luis F. Acebedo R

Ahora que el país entró en el cierre de las campañas electorales a la presidencia y que llegó la hora de las definiciones, siento la necesidad de expresar públicamente mis preferencias electorales, así como comienzan a hacerlo muchos intelectuales de la talla de Daniel Samper o William Ospina y medios de comunicación tan influyentes en la opinión pública como El Tiempo. No porque me considere equiparable con los unos, ni mucho menos porque crea que "Caleidoscopios Urbanos" esté al nivel del otro. Sencillamente, por el deseo de contribuir al debate de ideas y especialmente, de promover un voto consiente, basado en los programas y no en el marketing político.

Confieso que mi primera intención fue abstenerme de votar en las presidenciales como lo he hecho durante muchos años de mi vida. Sin embargo, en el desarrollo de los debates mediáticos y en la lectura de los programas de los diferentes candidatos, encontré dos opciones refrescantes y alternantes a la política tradicional colombiana. Esta última reducida al simple papel de demostrar quién puede ser el más fiel seguidor de Uribe y de su tristemente célebre “seguridad democrática”, que tantos beneficios les ha reportado a los latifundistas colombianos y al capital extranjero, pero tantos perjuicios le ha ocasionado a los habitantes desposeídos de las ciudades. Ellos no sólo no tienen posesiones materiales, sino que tampoco pueden ejercer el derecho a la ciudad, por eso son doblemente desposeídos. Sólo les queda la opción de reclamar el escuálido subsidio a la miseria y la indigencia que reparte el programa presidencial "Familias en Acción", base de nuevas y remozadas expresiones de clientelismo electoral.

Antanas Mockus desde una visión de centro representó inicialmente lo que algunos llaman la antipolítica, pero que en sentido más estricto es la política honesta, sin maquinarias y corruptelas. Y adicionalmente, puso el acento en recuperar la cultura, un valor que prácticamente desapareció en los vericuetos de la competitividad empresarial, la promoción de la ilegalidad desde las altas esferas del Estado y las prácticas rentistas de una burguesía cada vez más parásita que está desmantelando el aparato productivo por el nuevo “Dorado” de la especulación del capital financiero e inmobiliario en las bolsas de valores de Nueva York, Frankfort o Japón.

Gustavo Petro, por el contrario, comenzó con ciertos coqueteos al satu quo intentando demostrar que la izquierda democrática estaba depurada de radicalismos y dogmatismos, y por tanto, merecía un lugar en los limitados y restringidos espacios democráticos a los que es posible acceder por cuenta de la militarización de la vida social y la judicialización de la opinión política de los sectores de oposición al régimen. Para no hablar del control de las conciencias a través de las redes de macartismo propagandístico del llamado “Estado de Opinión”.

Pero tanto Mockus como Petro fueron dando giros importantes en sus discursos que han movido las intenciones de voto en una u otra dirección. Mockus se ha desplazado desde el centro hacia la derecha sin ahorrar ningún esfuerzo en demostrar que está más cerca de la seguridad democrática y la confianza inversionista del presidente Uribe y que está dispuesto a obtener los mismos resultados nefastos de su antecesor pero desde la legalidad. Aunque resulta poco legítimo utilizar los viejos argumentos de la estrategia de la “guerra fría” para desacreditar a sus contradictores, insistiendo en la manida tesis de que la izquierda democrática sigue infiltrada por “el terrorismo” sin aportar ninguna prueba para ello. En el campo económico le da un parte de tranquilidad al capital extranjero, argumentando que seguirán abiertas las puertas a los inversionistas interesados en las privatizaciones de los recursos y bienes nacionales, como el caso del petróleo y Ecopetrol, entre otros, con la tesis populista de que los recursos obtenidos serán invertidos en la educación. No se entiende cómo puede avanzar en una política seria de innovación en Ciencia y Tecnología con los recursos limitados de la venta de acciones de una empresa estratégica para los intereses de Colombia.

Petro aparentemente dejó los coqueteos con los partidos tradicionales y sus infantiles deseos de una coalición con sectores políticos que en años anteriores fueron los responsables de las políticas neoliberales de la economía y de los golpes más serios que se le hayan propinado al empleo y la productividad. En su defecto, se concentró en el diseño de una política alternativa de izquierda que propone darle un golpe mortal a las inequidades y a la pobreza urbana y rural mediante una estrategia de recuperación de la producción de alimentos, el castigo a la tierra improductiva y la reconversión industrial apoyado en la Ciencia y la Tecnología. Para mi propia sorpresa, Petro ha planteado elementos de una política ambiental basada en un mayor equilibrio entre sociedad y naturaleza, lo cual ya es bastante significativo, pues la izquierda en Colombia históricamente se ha ocupado poco del tema. Y en materia de Paz, lo más importante es reconocer la existencia del conflicto interno (así se encuentre degradado por prácticas delincuenciales de distintos orígenes), proponer nuevas alternativas de negociación y acatar el Derecho Internacional Humanitario mientras este conflicto persista. Pero la principal estrategia de paz es, sin duda, acabar con el cultivo más importante para las guerras, que es la pobreza y el desempleo en campos y ciudades.

Le concedo una sola razón al candidato Santos cuando dijo que “sólo los imbéciles no cambian de opinión cuando cambian las circunstancias”. Por eso, he decido votar, y lo haré por Gustavo Petro, para apoyar una propuesta democrática y de izquierda. Mi voto no es un voto militante sino de opinión, y como tal es un voto crítico y condicionado a profundizar los cambios democráticos que Colombia no ha logrado alcanzar en 200 años de independencia pero también de incesantes guerras.

20 de mayo de 2010

Las ciudades como parques temáticos



Por: Luis Fdo. Acebedo R

En medio de la crisis social y productiva que caracteriza la situación del país desde hace más de una década, comienzan a surgir alternativas que probablemente resulten peores que la enfermedad. Se trata de la idea de convertir las ciudades en un gran Parque Temático. No me refiero exclusivamente a los nuevos espacios con fines turísticos que bajo esa denominación han aparecido en el Eje Cafetero, por ejemplo, y que tienen como propósito entretener a propios y extraños dentro de un área cerrada en donde se simula la arquitectura y el urbanismo de la colonización antioqueña, o aquella que se concentra en la recreación de una hacienda ganadera en donde diferentes especies animales conviven en supuesta armonía con los ciudadanos que los visitan diariamente.

En realidad, se trata de un concepto mucho más amplio, relacionado con los espacios de la representación, dentro de los cuales se construyen nuevas realidades simbólicas que sumergen a los ciudadanos en mundos artificiales recreados en pasado, presente o futuro. Es el concepto de parque temático como simulacro y espectáculo a donde se llega para huir de la cotidianidad urbana y de la ciudad monótona. Es, como diría Michael Sorkin (2004) “[…] un lugar que lo incorpora todo, la ageografía, la vigilancia y el control, las simulaciones sin fin. Con sus formas artificiosamente embusteras, el parque temático ofrece una visión alegre y civilizada del placer que suplanta al reino de la democracia pública […]”.

Bajo esta idea, el concepto tradicional de lo público que involucra las plazas y los parques como lugares abiertos para el ejercicio de la democracia y el anonimato, ahora se encuentran bajo el control de la seguridad privada, las cámaras de televisión, o simplemente al servicio de los empresarios privados que bajo la modalidad de centro comercial extienden sus puntos de venta al espacio público como única alternativa tolerable de encuentro ciudadano. Pero además, intentan con bastante éxito vender la idea de la inseguridad del espacio público y ofrecen lugares de encuentro privados que recrean el ágora en la intimidad de una escenografía para el consumo y la recreación bajo cubierta. Los niños ya no tienen otra alternativa que los nuevos “divercitys” en donde les enseñan una manera particular de ser verdaderos “ciudadanos” a partir del uso artificial del dinero y las tarjetas de crédito.

Margaret Crawford (2004) en su artículo “El mundo en un centro comercial” define muy bien esa idea de la ciudad como un centro comercial cuando afirma: “El pasado y el futuro se difunden absurdamente en el presente. Las barreras entre lo real y lo falso, entre lo próximo y lo lejano, se disuelven, a medida que la historia, la naturaleza y la tecnología son procesadas sin distinciones por la maquinaria fantasiosa del centro comercial”. Las ciudades se descomponen en una especie de caleidoscopio de imágenes fragmentadas en donde los espejos de las fachadas de los edificios se convierten en las nuevas pasarelas fashion.

Más recientemente, la salud ha entrado en el juego de la simulación con la proliferación cada vez más sofisticada de los centros de estética, los “spa” y el cultivo de una imagen de cuerpos perfectos. Ahora han ingresado a las redes globales del llamado “turismo de salud” como una de las economías emergentes más prósperas. En Pereira, por ejemplo, una ciudad con el 22% de desempleo, se comienza a construir con la participación de dineros públicos el Parque Temático de Flora y Fauna de la ciudad de Pereira, dentro del cual se desarrollará una Zona Franca de la Salud que pretende aprovechar las calidades excepcionales de un paisaje re-creado de los biomas más comunes (humedales, sabanas y bosques) de la zona intertropical de los cuatro continentes del planeta para que los pacientes-turistas de la silicona y la liposucción puedan recuperarse seleccionando el paisaje de sus preferencias.

Como correlato, los espacios que caracterizaban a la ciudad real (calles, plazas, edificios, etc.) acaban por evaporarse. Lo que los sustituye es una distopía donde no existen centros ni coordenadas espaciales que enlacen unos lugares con otros. Tan solo autopistas de vehículos e información virtual (la ciberciudad) para conectarse con los nuevos nichos del consumo. Y se supone que a través de ellas se accede a una multitud de opciones que genera una sensación de inmensa libertad (García, 2004).

La arquitectura y el urbanismo hacen su aporte con sus intervenciones asépticas, más parecidas al maquillaje, al disfraz y a la publicidad que a una recualificación de usos y actividades de quienes las habitan. Razón tiene Sorkin cuando dice que en toda América “la planificación urbana ha renunciado a su papel histórico como integradora de comunidades, y propicia un desarrollo selectivo que enfatiza las diferencias”. Bajo estos planteamientos, el urbanismo tiene una acción limitada a activar y desactivar, conectar o no conectar espacios, dado que el territorio pierde en buena medida sus posibilidades de ordenamiento, en tanto que desaparecen las expresiones de centralidad o periferia, fronteras o límites. Hay por tanto, una especie de caos en donde toman fuerza los “no lugares” y un movimiento continuo que permite la aparición de “espacios habitados en tránsito” que son los nuevos nodos de esa ciudad: Malls comerciales, terminales y estaciones, aeropuertos, telecentros, etc. Es decir, la ciudad convertida en Parque Temático.

9 de mayo de 2010

Pobreza y "karaokes" del conocimiento en la Ecoregión Eje Cafetero

La informalidad y precariedad del empleo es una característica principal de la Ecoregión Eje Cafetero.


Por: Luis Fdo. Acebedo R

Las últimas mediciones sobre empleo, pobreza y desigualdad realizadas por el DANE y el PND, muestran una triste y preocupante realidad para la Ecoregión Eje Cafetero. Manizales tiene el 45.4% de su población en condiciones de pobreza y 11.7% en pobreza extrema. Pereira, tiene 42.8% y 8.7% respectivamente. Manizales refleja la situación más crítica de las 13 principales ciudades colombianas evaluadas. Su situación en todo caso es similar al promedio nacional, lo cual no es propiamente un signo de consuelo.

Desde el punto de vista del desempleo, la situación no es menos alentadora. Los indicadores de mercado laboral del DANE en los primeros meses del año (enero-marzo) muestran a las ciudades principales de la Ecoregión punteando también en tasa de desempleo. Pereira con un 22%, Armenia 17.7% y Manizales 17.6%. En general, podría decirse que desde el año 2001 estas cifras no cambian significativamente. Y eso es precisamente lo más preocupante de todo porque estamos hablando de una década perdida, o lo que es lo mismo, de un problema estructural en la generación de empleo productivo.

Casi nada se ha dicho en la región sobre estos datos tan escalofriantes que deberían ser motivo de una profunda reflexión y análisis por parte de los expertos y la academia en general. Quizás porque los medios nos tenían adormilados con un optimismo que nos mostraba un panorama de pesebre navideño en donde el “empuje de nuestra raza” y los “magníficos” indicadores de competitividad, como aquel de ocupar los primeros puestos en facilidades para hacer negocios, nos hacían pensar que habíamos entrado en una senda de progreso irreversible. En efecto, según las últimas encuestas del Doing Business para Colombia (2010), Manizales ocupa el primer lugar en el país para hacer negocios, Pereira el tercero y Armenia el séptimo. En Armenia se requiere solo un día para abrir un negocio, en Pereira dos y en Manizales tres.

Pero finalmente ¿qué significa que la región sea la primera en posibilidades de hacer negocios según las demandas del mercado globalizado y a su vez los primeros en pobreza y desempleo? En nuestra opinión, se trata de una contradicción entre el modelo de desarrollo y las realidades socio-productivas de la región. En efecto, nuestros gobernantes han sido mucho más diligentes en crear oportunidades de negocio para los inversionistas extranjeros que para los empresarios locales. Por eso las dinámicas más importantes están en la apertura de los llamados call center, las zonas francas, los parques temáticos, los nuevos hipermercados y comercios de grandes superficies, la especulación inmobiliaria en las ciudades con megaobras o macroproyectos de grandes costos y pocos impactos en la generación de empleos fijos, los estímulos a la producción de biocombustibles de exportación con plantas exógenas como la higuerilla, etc.

Esta circunstancia ha ocasionado que ni se atraigan empresas en la cantidad y calidad que se requiere, ni se generen nuevas empresas. Y las existentes se mantengan en el filo de la navaja, sujeto a los vaivenes de la economía mundial o a las crisis producidas por las coyunturas políticas de los gobernantes de turno en el contexto latinoamericano, en donde los flujos de comercio son más dinámicos para la Ecoregión.

Este modelo ha fracasado después de más de una década de acciones en esa dirección. Su detonante no está en la innovación como nuevo factor del desarrollo sino en lo que algunos autores (Puig, 2009; Ridderstrale y Kjell, 2003) han llamado el Karaoke del conocimiento, es decir, la habilidad para repetir o imitar descontextualizadamente un recetario de “fórmulas de éxito” cuyos “lugares de enunciación” poco o nada tienen que ver con las realidades nacionales, regionales y locales.

La opción de hacer un giro de la industria al comercio y los servicios como supuestos sectores de avanzada, está perjudicando seriamente la economía regional de base real por otra cuyos fundamentos están en la inversión extranjera, en mercados altamente volátiles e inestables y en la destrucción constante de empleo manufacturero.