21 de abril de 2013

Sueño con una ciudad y un centro histórico revitalizados


Orgullo de todos los manizaleños y ejemplo de calidad de vida para Colombia y el mundo.


Por: Luis Fernando Acebedo R

Las últimas administraciones municipales han interpretado los imaginarios de futuro de los manizaleños a través de proyectos de infraestructura, especialmente viales. Todas estas iniciativas han buscado incrementar la sensación de vértigo bajo el supuesto de una sociedad que está en permanente movimiento y demanda una mayor velocidad en sus interacciones.

Parqueo EstrellaEste imaginario no ha estado acompañado de estudios y mucho menos de una visión sistémica e integral. Lo cierto del caso, es que la movilidad vehicular, especialmente de los autos privados es por desgracia la heroína en Manizales, a quien se le debe rendir pleitesía y admiración. Se busca que los carros puedan llegar hasta los lugares más inhóspitos, de ser posible parquear al frente del almacén o de la tienda. Se le abren nuevos espacios públicos para que descansen y se construyen nuevas vías y túneles para que circulen. Cualquier antejardín es susceptible de convertirse en parqueadero gratuito y la autoridad está dispuesta a perdonar toda infracción con tal de no debilitar el usufructo del espacio público por parte de estas máquinas en detrimento de los ciudadanos. Si es necesario expropiar a pequeños propietarios para construir nuevas avenidas, se hace, no importa si con ello se desarraigan o se expulsan familias enteras a las periferias hacinadas. De esta manera los gobernantes piensan que la ciudad “progresa” y se vuelve atractiva y competitiva a los ojos de los visitantes, principalmente extranjeros.

Bajo esta lógica, el centro histórico se llena cada vez más de vías y de vehículos, pero pierde paulatinamente su riqueza cultural e histórica; los escasos espacios públicos y las casas deterioradas se convierten en parqueaderos mal diseñados y concebidos. La calle se volvió un excelente negocio, dicen algunos, susceptible de vender o alquilar por metro cuadrado. Entre tanto, los policías vigilan las mercancías privadas pero ignoran la protección al buen uso del espacio público. En época de ferias, todos se sienten con el derecho de apropiarse del espacio público, y en no pocas oportunidades la administración concesiona las aceras a quienes comercian con la venta de licores, convirtiendo la ciudad en una cantina con derecho a música de altos decibeles en cada esquina.

En ferias, dicen, Manizales es una fiesta; los ciudadanos pierden su condición y se convierten en consumidores. Poco a poco el consumo invade la vida cotidiana y expulsa lo público del espacio citadino. Por eso muchos de sus nativos prefieren huir de la ciudad en esas festividades que en vez de dejar cultura agreden la convivencia, atraen la delincuencia y le producen a la ciudad la resaca de una semana de excesos etílicos y maltratos a algunos animales. Todo ello impulsado y patrocinado por quienes deberían ser los adalides de la cultura, la civilidad y el buen vivir.

Yo quiero soñar con otro centro histórico y por supuesto con otra ciudad. Quiero imaginar una ciudad lenta, diseñada para los peatones, porque Manizales se puede recorrer a pie sin ningún problema como lo hacen centenares de estudiantes que no tienen para pagar el transporte público. ¿Si las estadísticas demuestran que la ciudad no crece en población, por qué tiene que expandirse en suelo? Bastaría con elevar la calidad de vida de sus habitantes con trabajos estables y dignos; revitalizar los barrios mejorando la calidad de las viviendas o re-densificando moderadamente en algunos sectores; construir sistemas de espacios públicos que articulen las comunas, recuperen las quebradas y doten a los eco-parques de los equipamientos necesarios para que sean masivamente usados y vividos.

La cuenca del río Chinchiná debería ser el gran proyecto de integración subregional porque es la máxima expresión de la feminidad, proveedora de vida, oxígeno y de numerosas fuentes de agua que alimentan a todos los seres vivos dentro de su ecosistema. Un sistema asociativo pluricéntrico que aproveche complementariamente las ventajas comparativas de cada uno de los municipios que integran la Cuenca, es el mejor escenario para avanzar en equidad y en oportunidades para todos sus habitantes.

Mendoza, Argentina, una ciudad localizada en un decierto que recupera el agua para garantizar el verdor de sus plantas.La recuperación, utilización y optimización del agua que brota de las montañas debería ser el gran reto del espacio público en Manizales. Ella debería circular libremente por los parques, regar los jardines, servir de abrevadero de las decenas de pájaros que aún conviven con la vida citadina, calmar la sed de los deportistas y de las mascotas que salen a pasear los fines de semana. Y obviamente, surtir del preciado líquido a los más pobres, a quienes no tienen cómo pagar una factura de una empresa de acueducto cada vez más deshumanizada y mercantilizada, tal y como quedó evidenciado en la pasada ola invernal del año 2012 y la escases del agua por más de 20 días, pese a publicitarse como la “capital mundial del agua”.

DSCN6438Imagino un sistema de movilidad lento, aunque no por ello ineficiente. Un tranvía, de esos de última tecnología, atravesando la ciudad por el lomo de la montaña que facilitó la expansión de la ciudad en sentido occidente-oriente, desde el parque Olaya Herrera hasta el Batallón Ayacucho. Al pasar por el centro, tomaría la carrera 22 para permitir la peatonalización definitiva de la carrera 23. Transversalmente, los Cables Aéreos pensados sistémicamente comunicando la ciudad de sur a norte y complementados con escaleras eléctricas y ascensores urbanos para facilitar la circulación de los ancianos, las personas en situación de discapacidad y las mujeres embarazadas, entre otros. Las busetas circularían por las avenidas Paralela y Kevin Ángel, atravesarían la carrera 23 en dirección a los barrios y complementarían el Sistema Integrado de Transporte.
Lily Lucho 095

Imagino un centro para caminar y circular, un centro para vivir plácidamente, sin la amenaza constante de los vehículos privados, atosigando. Ellos parquearán en las periferias del centro tradicional en edificios que tendrán por función recibirlos amablemente, en condiciones apropiadas. El centro histórico se merece no solo la peatonalización de la carrera 23 como su calle más referencial y emblemática. La retícula ortogonal del centro tradicional de pequeñas manzanas de 60x60 metros aproximadamente, permite pensar en intercalar la peatonalización de algunas de sus calles conforme a algunos usos ya existentes y otros que podrían venir: la calle del tango de tanta recordación; la calle de los cafés al lado de la plaza de Bolívar y más abajo, la calle de las frutas para conectar organizadamente la Plaza de Bolívar con la plaza de Mercado, recuperada como un gran “cluster” de distribución y procesamiento de alimentos, epicentro de la política de seguridad alimentaria del municipio; la calle del teatro para los grupos locales que carecen de salas dignas, pese a tener Festival Internacional de Teatro y un programa de formación para las artes escénicas; la calle de las librerías, porque una ciudad que se precia de ser culta –no necesariamente del conocimiento- las librerías, junto con las bibliotecas, deberían funcionar 24 horas. Pero en Manizales se cierran porque no pueden competir con los bares, los casinos o los centros comerciales.

Sueño con una ciudad que aplique los instrumentos de financiación y gestión del desarrollo urbano para obtener recursos económicos que permitan recuperar y sostener el patrimonio histórico, los espacios públicos de calidad, los colegios y equipamientos. Una ciudad bien planeada y con una política de distribución equitativa de los costos y beneficios en los desarrollos inmobiliarios, es una ciudad con recursos constantes para invertir en la calidad de vida, el ambiente y los espacios públicos.

En fin, un centro para todos, una ciudad también pluricéntrica pensada para hombres y mujeres, pues como bien lo decía un adulto mayor en un foro reciente sobre la carrera 23, los hombres y las mujeres usan de manera diferenciada el centro y la ciudad. Los hombres son más lineales y estacionarios, las mujeres más circulares y móviles. La perspectiva de género en el ordenamiento territorial es ya un imperativo como expresión de la democratización de la sociedad, el multiculturalismo y el reconocimiento de la diversidad.

Ese plácido sueño, algún día, sustituirá las pesadillas que hoy me atormentan ante la insensatez de los gobernantes y sus ferias inmobiliarias.

16 de abril de 2013

Nuevos retos de los POT de segunda generación en Colombia

Por: Luis Fdo. Acebedo R

Los municipios colombianos están abocados a la formulación de los POT de segunda generación, toda vez que la ley 388/97 dispuso la vigencia de los contenidos estructurales del plan luego de tres periodos constitucionales de las administraciones municipales y distritales. En promedio, los POT municipales comenzaron a aprobarse a comienzos de la década del 2000, lo cual significa que ya han pasado 12 años desde que se puso en ejecución el Modelo de Ocupación del Territorio –MOT- en cada municipio. Pese a lo claro que pudiera parecer este concepto, en algunas ciudades el debate se circunscribe a si se deben hacer ajustes o reformulaciones a los POT vigentes. 

La ausencia de acompañamientos técnicos por parte del gobierno nacional en este proceso obnubila el panorama y ha hecho prácticamente improcedente e intrascendente el ejercicio de la planeación territorial, generando nuevas frustraciones entre los ciudadanos. En efecto, a estas alturas ya el Estado debería tener un balance en torno a los resultados de la primera generación de POT en el país y, sobre todo, mayor claridad en esta nueva etapa que ya se inició en varias ciudades; sin embargo, la creación de una sensación de caos parece ser el preámbulo para deslegitimar el OT y facilitar el libre ejercicio de la oferta y demanda del mercado del suelo como una de las mercancías más apetecidas en épocas de crisis productivas y burbujas financieras e inmobiliarias en proceso de desintegración. Como se sabe, la función principal del OT es regular los usos del suelo de acuerdo a las directrices del plan y en función de los tres principios que orientan esta actividad, a saber: La función social y ecológica de la propiedad, la prevalencia del interés general sobre el particular y la distribución equitativa de cargas y beneficios. Pero es evidente que las recientes normas que regulan la ley 388/97 van en dirección contraria y enfatizan en el suelo como mercancía (Ver Decreto 199/2013).

Algunas evidencias empíricas producto de estudios realizados por las Corporaciones Autónomas Regionales nos dicen por ejemplo que una gran parte de los municipios colombianos que aprobaron Planes Básicos de Ordenamiento Territorial –PBOT- o Esquemas de Ordenamiento Territorial –EOT- no pudieron o no quisieron llevarlos a cabo por múltiples razones: disputas políticas interpartidistas, contradicciones entre las directrices del POT y los Planes de Desarrollo –PD-, falta de capacidad técnica para ejecutarlos, ausencia de recursos financieros, o más grave aún, procesos de decrecimiento de la población, entre otras razones de peso. De entrada, esta sería una primera alarma que prendería las alertas del Estado –más que de los gobiernos- para hacer ajustes y tomar decisiones al respecto. Poco o nada ha sucedido y los municipios intermedios y pequeños siguen cargando este lastre como si de ellos dependieran exclusivamente las soluciones.


Debilitamiento de los POT por parte de los gobiernos nacionales. 

La experiencia de los municipios con más de 100 mil habitantes no ha sido tan dramática, pero no está exenta de conflictos y vicisitudes. Podría decirse que en estos casos el avance en el re-conocimiento del territorio ha sido una de sus mayores virtudes, pero siguen existiendo múltiples vacíos para hacer corresponder la visión estratégica del POT con las visiones tácticas de los PD. De hecho, los alcaldes han buscado más la adecuación de los POT a los PD, que lo contrario como ordena la ley. En este contexto de falta de liderazgo nacional para acompañar a los municipios en la adopción de una cultura del ordenamiento territorial, junto con la tergiversación de la autonomía municipal por parte de los gobernantes para decidir si se comprometen o no con los POT, se ha llegado a un punto que podríamos denominar como critica en la política de ordenamiento territorial. No se trata pues de una crisis del desarrollo de esta política, sino todo lo contrario, una acción persistente de los últimos gobiernos nacionales y locales para desmotar de hecho y de derecho la ley 388/97 como una de las conquistas democráticas más importantes, producto de la Constitución de 1991.

Los MOT de los POT de primera generación en Colombia fueron formulados bajo los criterios de competitividad global de los mercados planteados por Michel Porter en sus estudios Monitor de finales de los años 90. De esta manera, todos partieron de definir porqué sus territorios serían los más atractivos para los inversionistas extranjeros. Algunos defendieron su localización (la mejor esquina de América), otros le apostaron a ser intermediarios para la penetración de las compañías multinacionales hacia el continente (centro estratégico empresarial de los andes y exportador de educación superior), y también hubo algunos que ofrecieron las potencialidades geográficas y ambientales –propias y ajenas- definiéndose como punto estratégico de la biosfera. En términos generales, todos sin excepción eran eje, centro o epicentro de la globalización de los mercados; todos tenían las condiciones o estarían dispuestos a crearlas para que los mercados mundiales se fijaran en ellos y les ayudaran a figurar en los rankings más sobresalientes como ciudades de “clase mundial”. 

Tal parece que esta estrategia no resultó muy exitosa que digamos, especialmente para los municipios intemedios y pequeños, cuyas condiciones de atraso escasamente les permitieron atender las necesidades más inmediatas y primarias de sus habitantes y sus territorios. En esta última década los mercados mundiales escogieron otras regiones en el mundo para hacer sus principales inversiones. Colombia, en general, continúa siendo valorada esencialmente como proveedora de recursos y servicios ambientales para el mundo. Los gobiernos nacionales hacen ingentes esfuerzos para garantizar que nuestros ecosistemas sean depredados, entregando por doquier títulos mineros a compañías multinacionales a condición de incorporar algunos dólares a una economía cada vez más improductiva[1]. En las ciudades, son las actividades de comercio y servicios las que han inundado el paisaje urbano favoreciendo el consumo, pero sin una base productiva sólida o en franca decadencia, lo cual ha nivelado por lo bajo los empleos en estos sectores, inundando las ciudades de vendedores informales.

Más recientemente, la generación de suelo urbano se ha convertido en un sector salvavidas para la movilización de capitales especulativos sin importar las condiciones locales de demanda o sus afectaciones ambientales, mucho menos el cumplimiento de las determinantes estructurales de los POT, con tal de mostrar indicadores de crecimiento económico en medio de los “tsunamis” que amenazan la estabilidad del modelo de libre competencia del mercado mundial.

Fuente: Elaboración propia.

Ahora que la desaceleración económica caracteriza a los países desarrollados y se contagia al resto del mundo; ahora que el libre mercado ha mostrado sus limitaciones y su inutilidad para abordar problemas globales como el cambio climático o el control de los efectos contaminantes que producen el crecimiento irracional de las economías, vale la pena repensar el MOT del país, de las regiones y municipios colombianos. 

La visión exógena del crecimiento basada en la atracción de capitales foráneos, centrada en economías de servicios, con ciudades improductivas de alto consumo de suelo e insostenibles ambientalmente, enfocadas a la construcción de infraestructuras inútiles e innecesarias y lideradas por empresarios usurpadores de lo público, debe ceder a una visión endógena de la sustentabilidad basada en la generación de conocimiento a partir de las potencialidades productivas locales y regionales, con ciudades compactas y pluricéntricas bien planeadas, integradas socialmente en torno al bienestar colectivo, diversas y multiculturales, lideradas por ciudadanías activas, participantes, fuertemente comprometidas con la defensa y protección del interés público y colectivo. 

Referencia: 
Acebedo, Luis Fdo. (2009). El Modelo de Ocupación Territorial en Manizales. Disponible en:
http://caleidoscopiosurbanos.blogspot.com/2009/10/el-modelo-de-ocupacion-territorial-en.html. Consultado el 16/04/2013.

[1] Quizás estemos frente a una cuarta colonización: Primero la española (S XVI), segundo la inglesa (S XIX), tercero la norteamericana (S XX) y, por último, la global (S XXI). Todas ellas se han basado en  la explotación y exportación de los recursos naturales del país y el continente. Y parece que no hemos aprendido nada de las anteriores.