25 de octubre de 2009

El Modelo de Ocupación Territorial en Manizales

Municipio de Manizales y áreas de expansión urbana y suburbana.
Fuente: POT Manizales, versión 2003


Algunas reflexiones para tener en cuenta en la reformulación del POT


Por: Luis Fdo. Acebedo R.


Uno de los temas más polémicos de la primera experiencia de formulación de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT), tiene que ver con las estrategias que definen el Modelo de Ocupación Territorial (MOT). Muchos municipios ni siquiera lo hicieron. Otros, por el contrario, aprobaron ejercicios prospectivos utópicos, que no consultaban para nada sus posibilidades reales en un período de tiempo de 10 o 12 años. La directríz gubernamental se orientaba a la necesidad de responder a los retos de la globalización y a tratar de encontrar un posicionamiento destacado en el contexto de las ciudades globales. Para el caso de Manizales, esto fue lo que se consiguió:

El POT de Manizales (2001) analizó los factores geoestratégicos globales y concluyó:


[…] que Colombia y dentro del país Manizales y la Ciudad Región “Ecorregión eje cafetero, tienen la mas incomparable posición geoestratégica: El país como “Geocentro Oceánico”, articulador de las Américas (o el ALCA) y las dos principales cuencas oceánicas, y punto estratégico de la biosfera. Esta posición bisagra está recayendo directamente sobre la región que se convierte a la vez en el centro del Triángulo y Círculo Dorado de Colombia.


Por asociación, si el Eje Cafetero está en el centro del triángulo y círculo dorado de Colombia, y si ese triángulo está en el centro del país que es, a su vez, geocentro oceánico, entonces, Manizales es un punto estratégico de la biosfera. En últimas, nos consideramos el ombligo del mundo. Habrá que consultar a las ciudades más globales si tienen esa misma percepción de este rinconcito del planeta. Empero, insistiendo en esa búsqueda, el POT de Manizales escudriña sobre las posibilidades de posicionarse en este escenario global competitivo. Identifica que en la ciudad confluyen los más importantes ejes viales que comunican a Ecuador con el Océano Atlántico (corredores del río Magdalena y del río Cauca) y a Venezuela con el Océano Pacifico (transversal Venezuela, Bogotá, Océano Pacífico, en proyecto). Adicionalmente, señala el camino para lograrlo, por medio de los siguientes proyectos:

  • Formular un proyecto que resalte las condiciones ecosistémicas de la región, especialmente la relación del Maciso Cumanday con el Chocó biogeográfico como subsistema de la cuenca del pacífico.
  • Reconstrucción de la vía férrea La Felisa-Medellín para restablecer la conexión interoceánica entre Buenaventura y Santa Marta.
  • Formular el proyecto del puerto multimodal La Dorada-Puerto Salgar para el transporte fluvial de carga y pasajeros hasta Barrancabermeja, en donde diferentes estudios marcan el límite de navegabilidad del río Magdalena. Se presenta como un incomparable medio para la salida de café de toda la zona cafetera central de país.
  • Rectificación de la vía Mariquita-Manizales para reducir distancias de llegada al futuro puerto de La Dorada sobre el río Magdalena.
  • Construcción de los túneles de Cocoló y La Línea para reducir distancias entre Venezuela-Bogotá-Océano Pacífico.
  • Construcción del Puerto de Tribugá. Según los estudios sobre necesidades portuarias de Colombia con miras a la competitividad en el siglo XXI, la ensenada de Tribugá es la que ofrece las mejores condiciones en el litoral Pacífico para la construcción de un puerto de aguas profundas.
  • Conclusión de la carretera al pacífico. Actualmente hay una trocha hasta Baudó que ha incrementado la explotación maderera de algunas empresas con considerables afectaciones al frágil ecosistema del Chocó Biogeográfico.

No es muy difícil llegar a la conclusión de que la posibilidad de posicionar a Manizales como “punto estratégico de la biosfera”, depende casi en un 100% de factores externos, bien sea de la financiación del gobierno nacional o de una combinación de éste con capitales extranjeros. Es lo que hemos denominado una visión exógena del desarrollo territorial, fundamentado en la movilización de recursos cuyas iniciativas de gestión dependen de terceros, casi siempre ajenos a la dinámica local o regional. Pero esa visión no sólo se consolida en función de los recursos, también en la selección de los proyectos prioritarios dentro del municipio. Se trata básicamente de abrir un abanico de expectativas sobre posibilidades de desarrollo de infraestructuras que no están apalancadas en las demandas o dinámicas económicas regionales. Tal es el caso del Km 41-Chinchiná-Palestina como nodo de la geoestrategia. Según el POT (2001):


Este nodo se convertirá en uno de los dos puntos que unen los dos corredores colombianos, de los ríos Cauca y Magdalena, con la Dorada haciendo el papel análogo en el otro extremo. Así como este último puerto es el epicentro del Magdalena Medio que polariza la subregión “Corazón de Colombia” (más de 40 municipios de seis departamentos, entre Ambalema y Puerto Berrío), el Kilómetro 41 (vereda Colombia del municipio de Manizales) es el epicentro de unos 15 asentamientos urbanos que se encuentran localizados en algo más de cien kilómetros de longitud, entre los municipios de La Virginia en Risaralda y Marmato en Caldas, y con distancias menores a los 15 kilómetros del cauce del río. Esto sin extendernos por ahora a la Pintada o Bolombolo.


Desde la formulación del POT de Manizales hasta hoy, es decir, casi una década, no se ha movido una sola piedra para consolidar este supuesto nodo estratégico del departamento y la región. Igual suerte ha corrido el proyecto de puerto de transporte intermodal de La Dorada y muchos menos el Puerto de Tribugá. Todo parece indicar que las realidades económicas y productivas distan mucho de esos imaginarios. Tal vez, una de las explicaciones a este fenómeno la tenga el Centro de Estudios Regionales Cafeteros y Empresariales –CRECE- (2004) quien sostiene en su informe sobre la competitividad de Caldas, que este departamento produce bienes y servicios con destino al uso final (77% de su valor); dentro de esa demanda, sólo el 11% de la producción bruta tiene como destino las exportaciones al resto del mundo y otro 14% se orienta a las exportaciones a otros departamentos. Las ventas del departamento a otros países dependen principalmente del café y sus subproductos (70%), seguido de maquinaria para usos a otros departamentos, sobresale las carnes y pescado (7%), cacao, chocolate y confitería (6,8%), electricidad y gas de ciudad (6,1%), metales comunes y productos metálicos (6,0%) y maquinaria para usos generales y específicos (5,7%), entre otros. Más allá de la exportación del café no parece existir otro producto que jalone la dinámica exportadora del departamento al resto del mundo.

Esta realidad sugeriría que si el municipio y el departamnto quieren modificar su aparato productivo orientado principalmente hacia las actividades manufactureras para el consumo interno, por otro de base exportadora y altamente tecnificado, debería primero crear las bases socioeconómicas y productivas para ello, antes de emprender la costosa aventura de construir unos puertos de exportación montado en unas líneas de deseo con poco asidero en la realidad. Es lo que coloquialmente se conoce como “montar la bestia antes de ensillarla”.

26/10/09

19 de octubre de 2009

Educación Superior u orden superior

Obra de Teatro "Los inquilinos de la ira" de Jairo Anibal Niño.
Montaje a cargo de la Licenciatura de Artes Escénicas de la Universidad de Caldas.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Los sucesos del pasado 16 de octubre en la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia son de enorme gravedad y por eso me siento en la obligación de comentarlos. Un grupo de unos 300 estudiantes impidió la libre movilidad del profesor Wasserman, rector de la Universidad, dentro de las instalaciones del campus. Craso error que merece todo el rechazo de la comunidad académica, independientemente de sus motivaciones altruistas.

Como consecuencia de estos actos desesperados el gobierno decidió entrar a la universidad con sus tropas, pese a las recomendaciones hechas en el sentido contrario, tanto de las directivas universitarias como de la Alcaldía Distrital. Desde hacía mucho rato a la Seguridad Democrática se le había vuelto una obsesión ingresar a la Universidad Nacional, así como lo había hecho en otras universidades regionales. Sólo faltaba el hecho detonante que finalmente llegó. Ahora buscan como en el Viejo Oeste a uno o varios estudiantes para condenarlos como secuestradores o terroristas, con recompensas y publicidad incluidas. Con este trofeo el gobierno pretende consolidar una de sus más caras obsesiones: Considerar a los estudiantes -y a los profesores y a todos quienes desde las universidades ejerzan la crítica al gobierno y su política- como comunistas, auxiliadores de la subversión o terroristas. Adjetivos que la seguridad democrática insiste burdamente en presentarlos como sinónimos.

Sin pretender justificarlas, es evidente que las actitudes cada vez más radicales de algunos grupos de estudiantes universitarios pueden interpretarse como una consecuencia directa de la crisis de valores democráticos y políticos que está viviendo la sociedad por cuenta de una política que ha reeditado en el contexto nacional, lo que a nivel mundial ya creíamos superado: la guerra fría, el comunismo como el enemigo común. En torno a esta idea, la constitución política de 1991 se está volviendo añicos. La manipulación del derecho al sufragio universal, el constreñimiento de los procesos electorales como simples encuestas de opinión, la connivencia con el crimen organizado, los paraestados tratando de interceder en los hechos políticos a favor de quienes detentan el poder, la corrupción generalizada y la re-centralización político-administrativa, son entre otros, un listado de los nuevos valores que están imponiendo los inspiradores de la seguridad democrática. Y de cierta manera van permeando las diferentes organizaciones del estado y de la sociedad.

La universidad pública no es ajena a esta situación, porque como se ha dicho una y mil veces, es el reflejo de la sociedad. Quizás uno de los elementos que mayor sensibilidad genera entre la comunidad académica sea la crisis en el uso de los instrumentos democráticos por cuenta de unos procesos electorales que no son vinculantes. Esta es una de las razones por las cuales los organismos de representación universitaria se están eligiendo con las minorías que votan y con las mayorías que se abstienen por una actitud consciente o apática y desinteresada. De cierta manera, esto ha conducido a la generación de odios y desconfianzas al interior de la universidad. Y lo que es peor, a vernos entre miembros de la comunidad universitaria como enemigos, cuando en realidad trabajamos por causas comunes: La defensa de la universidad pública. Esto ha implicado, además, que las universidades no puedan convertirse en ejemplo de aplicación de los valores auténticamente democráticos y garantes de una cultura política fundamentada en la defensa de los derechos ciudadanos.

No quisiera que la Universidad Nacional entrara en el lenguaje de la política de la seguridad democrática y mucho menos en su juego macrabro. Sería una espiral sin retorno en la que los valores democráticos, la moral, la cultura política, la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y el carácter público y estatal de la universidad se verían seriamente amenazados. De hecho ya lo están. Y en buena medida es lo que explica la actual crisis. No de otra manera puede entenderse la radicalización a la que están llegando algunos estudiantes en desmedro del debate profundo de las ideas. No de otra manera puede entenderse el tratamiento de delincuentes que recibe la comunidad académica por un estado militarista, enceguecido en su lucha por eliminar de raíz cualquier vestigio de oposición sea ella democrática o armada. Para el caso es lo mismo. ¿Acaso hemos olvidado los intentos de algún fiscal por obtener la base de datos de los estudiantes para clasificar entre la multitud quienes son los buenos y quienes los malos?

Los rectores de las universidades han puesto el dedo en la llaga en torno al tema presupuestal y al problema pensional. Dos asuntos de gran sensibilidad que amenazan el presente y el futuro de las universidades públicas. Pero obviamente, son apenas las puntas del iceberg. En el fondo de todo ello está la necesidad de una nueva política de educación que supere la ley 30 de 1992.

Las universidades están haciendo la tarea. Han incrementado sus indicadores en todos los órdenes con los mismos recursos de hace 10 años. En cobertura, en calidad, en oferta de posgrados, en capacitación de su cuerpo docente, en infraestructura, en investigación y extensión, en número de alumnos por profesor, en sus relaciones con el sector productivo, etc. Y a cambio, solo han recibido palmaditas en la espalda. El gobierno, por su parte, anuncia tímidos incrementos presupuestales en Ciencia, Tecnología e Innovación, que están muy por debajo de los vigentes en países de la región como Brasil o Venezuela. Y siente que con ello está haciendo la gran “revolución educativa”. Sumado a lo anterior, y como si fuera poco, el gobierno local en Manizales anunció hace algunos meses que sometería a consideración un acuerdo en el Concejo Municipal para suspender por una sola vez el cobro a la estampilla prouniversitaria a 2500 predios que serán expropiados para construir la Avenida Colón en la Comuna San José, para luego entregárselos completamente urbanizados al sector privado. ¡Qué despropósito para con la educación universitaria¡.

Todo esto da cuenta del poco interés que tiene el gobierno colombiano en la educación como factor de desarrollo, lo cual contrasta con los abultados presupuestos para financiar la seguridad democrática o las clientelas electorales a través de Agro Ingreso Seguro –AIS- para el sector rural o Macroproyectos de Interés Social Nacional –MISN- para el sector urbano. Necesitamos que los valores auténticamente democráticos vuelvan a guiar el devenir de la nación y que la educación adquiera la verdadera importancia como eje estructurante de la construcción de un nuevo contrato social en Colombia.

19/10/09

La Avenida Caracas ochentera

Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=21637341

Fuente: http://www.skyscrapercity.com/showthread.php?p=21637341

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

Eran las nueve de la mañana de un martes soleado en Bogotá. Se sentía el crujir de los motores de los buses ejecutivos sobre la Avenida Caracas, una de las vías más congestionadas y agresivas de la ciudad por aquella época. La Alcaldía Distrital había decidido convertir esta importante Avenida que atraviesa la capital de norte a sur en una troncal de buses de gran tamaño –por aquella época llamados eufemísticamente “ejecutivos”- ; escasamente tenían el espacio para sobrepasarse unos a otros en medio de la velocidad que desarrollaban en su competencia feroz por disputarse un pasajero en la próxima estación.

El separador central era una gran barrera para los peatones, levantado a unos 60 u 80 centímetros de altura con placas de concreto a los lados y tierra de relleno en el centro. Recuerdo que allí se sembraron unos Urapanes jóvenes, pero al poco tiempo cayeron enfermos en medio de las chimeneas humeantes de los vehículos de servicio público. Como remate del separador, sobresalían unas lanzas metálicas verdes dispuestas en diagonal, reforzando la amenaza contra cualquier intento de algún peatón desprevenido que osase atravesar la Avenida por los lugares no autorizados. Era un urbanismo prohibitivo, ajeno a cualquier consideración humanista de disfrute de la ciudad. Los vehículos se sentían como los amos y señores de la vía y circulaban raudos transportando estudiantes, obreros, trabajadores y amas de casa totalmente apeñuscados.

Al principio, en los buses ejecutivos sólo se transportaban las personas cómodamente sentadas a cambio de un mayor valor del pasaje, al poco tiempo y por el mismo precio, los buses eran verdaderos racimos humanos. Jocosamente, la gente decía que los conductores se apresuraban a cobrar el pasaje antes de que los pasajeros se cayeran del vehículo.

Al interior del bus, se podía ver el país entero, las diferencias culturales y de clase, el hombre impecablemente vestido de traje y maletín, mirando con desprecio al obrero con sus prendas sucias y un olor confuso entre un ligero baño y el sudor acumulado de una semana de trabajos en la construcción. Junto a la puerta del conductor, un joven intentando llamar la atención de los pasajeros para que observen las heridas putrefactas de su estómago y de esa manera provocar la donación de una limosna. En la puerta trasera, un vendedor de dulces espera su turno, luego de que se percata que la competencia le ha ganado la mano. Por el medio del vehículo, junto a una de las ventanas totalmente cerradas y herméticas del bus para impedir la penetración del frio matutino o la brisa ligera, una señora hace caso omiso del entorno y se maquilla como si aún estuviera en el tocador de su alcoba; un cepillo grande y redondo se agarra fuertemente de sus cabellos sobre la frente, mientras que algunos rulos intentan domar ciertos mechones rebeldes; entre sus piernas, el bolso abierto y en su interior, un kit completo de maquillaje entre una bolsa plástica transparente, la crema humectante, una base protectora, rubor, pinceles difuminadores de los polvos, pestañina, labial y lápiz delineador para darle mayor grosor a los labios, tijeras encrespadoras de pestañas; en fin, todo un arsenal de objetos embellecedores para ser usados con total precisión durante un par de horas de viaje en medio de los altibajos de unas calles ahuecadas. Y como si hubiese operado un verdadero milagro, al terminar el recorrido, la señora se baja del bus totalmente transformada, con su cabello suelto y su rostro maquillado e impecablemente vestida para estar presentada y coqueta en su puesto de trabajo.

La ciudad se percibía como la Avenida Caracas y como los buses ejecutivos, apretujada, injusta, inhumana, contaminada, insegura, incompleta o más bien en obra negra. Y sus gentes reflejaban lo que era la ciudad. Quizás su característica más destacada era la insolidaridad y la desconfianza, traducida en un genio de los mil demonios y en la mirada sospechosa de cualquier persona que intentara una pregunta o un acercamiento.

19/10/09

10 de octubre de 2009

La Plaza Alfonso López (II)

Espacio central de la Plaza Alfonso López
Discontinuidad de las aceras en los extremos de la Plaza.
" Plaza de Banderas" en la Plaza Alfonso López

Los jueces haciendo ciudad

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

A pesar de los últimos gobernantes, la Plaza Alfonso López adquirió una nueva cara desde comienzos de este año. Buena, regular o mala, ya veremos. Los ciudadanos finalmente tienen la última palabra y emitirán sus propios juicios según el grado de apropiación que le den a ese lugar. Y digo que “a pesar” de los gobernantes, porque la Plaza Alfonso López es hoy lo que es, por la obstinación de los ciudadanos organizados del sector que interpusieron varias acciones jurídicas a cada uno de los tres últimos alcaldes de la ciudad.

A Germán Cardona, el dinamitero, a quien la comunidad forzó a un pacto de cumplimiento para que tomara las medidas conducentes a reconstruir la plaza pública, luego de la implosión del edificio de la Alcaldía. A Néstor Eugenio Cardona, quién lideró el concurso para definir los diseños de la nueva plaza, dejándole a un tercero la responsabilidad de su construcción. Y a Luis Roberto Rivas por tratar de hacerse el loco con el cumplimiento de esta responsabilidad al comienzo de su mandato. Finalmente, los jueces se encargaron de hacer cumplir los pactos y crearon un precedente jurídico sobre el uso de ciertos instrumentos legales para garantizar los derechos ciudadanos al espacio público.

Por estos días recorrí nuevamente la Plaza con sus nuevos diseños. Fueron siete años largos los que se tomó la clase dirigente manizaleña para devolverle a la ciudad este espacio público destruido en el año 2002. Quería ver, oler, oír, recorrer, cruzar, permanecer en la Plaza. Y por supuesto, comparar.

Cuando en el año 2003 la municipalidad nos llamó para formular los términos de referencia arquitectónicos y urbanísticos para convocar al concurso de diseño del proyecto de renovación urbana de la Plaza, hicimos un esfuerzo por interpretar los deseos de la ciudad y de los ciudadanos. Al final se llamó a concursar a las firmas de arquitectos para “Consolidar la Plaza Alfonso López Pumarejo como el segundo espacio público de uso colectivo más significativo, después de la Plaza de Bolívar, por su carácter simbólico y referencial de la política Manizales: Eje del Conocimiento, su disposición para los encuentros ciudadanos y las actividades culturales a nivel urbano y metropolitano, la calidad de la oferta de servicios a nivel de las Tecnologías de la Información y la Comunicación - TIC - y su capacidad renovadora sobre su entorno más inmediato”.

Me temo que el proyecto construido no acertó en ninguna de estas características. Por un lado, creo que sus diseñadores no lograron interpretar cabalmente este planteamiento. Y por otro, quizás más importante, por las vacilaciones y el poco compromiso público de las instituciones de gobierno. Veamos por qué:

Es una plaza infrautilizada para eventos urbanos y metropolitanos, quizás por una razón elemental, porque está infradotada. Los usuarios directos o potenciales me han dado el mismo argumento: No cuenta con un sistema eléctrico apropiado para actos públicos y culturales. Al recorrer sus diferentes espacios pude constatar que no existe una sola toma para conectar un cable eléctrico. Esta es una de las razones por las cuales el pasado festival internacional de teatro prefirió utilizar otros espacios públicos de la ciudad. Paradójicamente, los diseños arquitectónicos se orientaron hacia la modalidad de una plaza de eventos más que a una plaza cívica multiusos como era nuestro interés. Así se deduce del gesto de hundir un pedazo de la plaza para generar unas graderías y crear una media torta con igual criterio en uno de sus costados.

De la política “Manizales: Eje del Conocimiento” finalmente no quedó nada, casi ni luz eléctrica; tal vez el espacio residual al occidente de la plaza, que simula una media torta para eventos culturales. Ahora bien, sin el preciado servicio de luz al que hemos hecho referencia, podríamos decir que este lugar se convirtió en una verdadera Plaza de Banderas, no por las columnatas que se erigen simbólicamente en el lugar donde estaba ubicado el edificio de la Alcaldía dinamitado, sino porque el ingenio popular, o quizás la acción de algún artista plástico, decidió hacer de la tragedia una comedia, al colocar una banderita roja por cada excremento humano depositado en la zona verde que rodea la plataforma circular y delimita el escenario vacío.

Es que los espacios inútiles o inapropiados, los espacios residuales o escindidos, los lugares no habitados, se vuelven “no lugares” en el sentido que le concede Marc Augé. Finalmente, son apropiados por los desplazados, los excluidos, los marginados, los desparchados, en fin, los beneficiarios directos de la renovación urbana, cuando ésta simplemente se ocupa de recuperar los espacios físicos, dejando intactas las condiciones de pobreza de las gentes en el lugar.

Ahí están los loquitos de la calle, los habitantes de la calle y los “trabajadores de calle” como se les conoce a los amigos de lo ajeno. Todos ellos permanecen en la plaza, viendo cruzar de aquí para allá a los desprevenidos ciudadanos con sus compras de ocasión. Algunos, arriesgan hasta su propia seguridad porque las aceras en los extremos oriental y occidental de la plaza no tienen continuidad, y en un acto reflejo, cada quién sigue su camino pero sobre la calle vehicular hasta cruzar al otro lado.

Lo que definitivamente funciona muy bien es el complejo vial subterráneo, que ha sido finalmente, el principal interés de las últimas administraciones y lo que mejor saben hacer. Calles y calles para la movilidad vehicular, para la circulación y la velocidad. Estos ingenieros-empresarios que hemos tenido como alcaldes en los últimos años le temen a lo público y a los lugares de encuentro. En últimas, le temen a la ciudad y al ejercicio de la ciudadanía. Estoy de acuerdo con Jordi Borja, quién por estos días visita nuestro país, cuando afirma que la ciudad hay que entenderla como espacio público, y el espacio público como “espacio político, de formación y expresión de voluntades colectivas, el espacio de la representación pero también del conflicto. Mientras haya espacio público, hay esperanza de revolución, o de progreso”. A esto es a lo que verdaderamente le temen nuestros alcaldes-empresarios.

10/10/09

1 de octubre de 2009

La Plaza Alfonso López (I)

Aspecto de la Plaza Alfonso López, 2005

Panorámica de la Plaza Alfonso López, 2005

Imagen urbana después de una implosión.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

No solo las guerras destruyen edificios de valor patrimonial en las ciudades, también los alcaldes, en nombre de la colectividad y el interés general. La implosión del edificio de la Alcaldía Municipal de Manizales en el año 2002, localizado en la Plaza Alfonso López, marcó el fin de un imaginario moderno que tal vez nunca llegó a la ciudad, y abrió otro, aún por descubrir. En ese momento, surgió esta especie de etnografía de aquel lugar referencial.

En la Plaza Alfonso López Pumarejo se perciben muy claramente dos grandes dinámicas socio--espaciales: Por un lado, el frenesí de los flujos, la circulación y el movimiento constante; y por otro, el deseo de comunicación o como dirían algunos, la mercadería de la conversación (Borja y Muxi, 2003). Ambos se desarrollan en medio de un espacio urbano sincrético y de una arquitectura ecléctica.

En efecto, la articulación de ambas dinámicas en el espacio produce una sensación de caos intimidante para todos los habitantes o usuarios de la Plaza. Desde la perspectiva del peatón, el ruido de los motores que se detienen y avanzan en medio de cruces y semáforos a distancias muy cortas, generan una sensación de inseguridad permanente que invita a quedarse atrapado en las periferias por el juego centrífugo de los vehículos. Allí confluye gran parte de los sistemas de transporte público y privado de la ciudad y del campo: Rutas de buses urbanos, transporte intermunicipal e interveredal, taxis, camiones de carga, automóviles particulares, motocicletas, entre otros.

Las aceras amplias que delimitan la Plaza, comparadas con las del Centro histórico-patrimonial, acogen a transeúntes y vendedores ambulantes, mientras que, desde adentro de los locales comerciales –en gran medida cafetines y bares–, se expele el ruido mezclado de las rancheras y la música del despecho, acompañado del murmullo de gente que conversa al calor de un tinto de 250 pesos o de un almuerzo de 2000. Unas mujeres elegantemente vestidas de minifalda y tacón alto, cabellos sueltos sobre los hombros y un monedero bajo las axilas, atienden el pedido de quienes toman asiento en cada mesa. Los ancianos con sus recuerdos y los jóvenes como venidos de alguna vereda o centro poblado le dan identidad a los cafés, bares y cantinas, a los billares y juegos de azar o al comercio de variedades; también a los hoteles y residencias que pululan en los alrededores de la Plaza.

Los voceadores de mercancías por micrófono o el silencio cómplice de las prostitutas transitando de aquí para allá, hacen parte del ambiente sórdido de algunas esquinas y se confunden entre miradas, gestos y actitudes de ciudadanos desprevenidos, y de otros que dominan la calle o ese mundo imperceptible que algunos llaman los “no lugares”.

Entretanto, quienes atraviesan la Plaza en sus vehículos particulares deben sufrir el asalto intimidante de un “ejército” de adolescentes apertrechados de tarritos de agua jabonosa y limpiavidrios que aparecen en cada semáforo como caídos del cielo para ofrecer sus servicios a cambio de una moneda. Allí también se encuentra el vendedor de maní, el de frutas y verduras o el de tarjetas prepago debidamente uniformado.

Pero también la continuidad y proliferación de entradas y salidas de vehículos en distintas direcciones por los costados de la Plaza invitan a estar con todos los sentidos puestos sobre la calle, a pesar de una adecuada señalización que marca el sentido de las vías, las cebras de uso peatonal, la semaforización, los cruces y la información sobre los barrios contiguos o el acceso a las vías regionales.

El interior de la Plaza está dividido en dos ambientes, separados por un cruce de vehículos en dirección contraria y una geometría curva, cóncava y convexa. Un ambiente desolado y triste, compuesto por una zona verde amplia en donde yacen los restos de la antigua Alcaldía y una pequeña plazoleta, construida a última hora para que el dolor por la desaparición de un icono edilicio no genere mayores frustraciones, simula un bar o una cantina al aire libre con sus mesas dispuestas en círculo. Por ambos lados cruzan indiscriminadamente los peatones en un ir y venir de gentes que aprovechan el espacio encementado o la gramilla para “saltar” al otro lado de la calle. Y otro ambiente, densamente ocupado por una concentración de vendedores estacionarios dispuestos sobre tres crujías, dos de ellas marcadas por la alineación de siete u ocho palmeras que pasan desapercibidas a los ojos del peatón.

Este pequeño centro comercial enmarca la fachada de la Plaza al costado oriental por medio de una frágil estructura metálica que ordena y le da techo a los pequeños locales. Su numeración consecutiva llega hasta el número 340, lo cual da un indicio de la cantidad y tamaño de cada uno; sin embargo, muchos de estos locales se encuentran ocupados por bodegas. Se requiere recorrerlo en su interior para descubrir varios niveles y una cafetería al aire libre sobre una plataforma de un piso de altura, debajo de la cual se encuentran unos baños públicos.

El borde que define la paramentación de la Plaza Alfonso López Pumarejo está compuesto por edificios de cuatro y cinco pisos, principalmente. La mayoría tiene un pequeño voladizo después de una doble altura. Su arquitectura es modesta pero mantiene una presencia viva en el lugar. Cinco o seis edificios en cada manzana organizan los contornos de la Plaza reflejando una cierta continuidad de vanos en medio de la diversidad estilística. Los primeros pisos, por el contrario, se diferencian de los pisos superiores por su apertura al peatón y algunas subdivisiones para acomodar pequeños locales dentro de otros, lo cual dificulta la identificación de los ritmos en las fachadas. El Teatro de Manizales es quizás el edificio que más identidad formal tiene, aunque el uso real sea otro completamente distinto. Su presencia en el lugar se asemeja más a un fantasma que clama una nueva oportunidad en la memoria de los habitantes del centro de la ciudad.

Por su estilo y materiales, la mayoría de las edificaciones son de hace tres o cuatro décadas. Sin embargo, subsisten algunos edificios de dos o tres pisos en bahareque que hablan de épocas pretéritas, pero también de riesgos que continúan amenazando a las edificaciones antiguas. De hecho, en la esquina del constado sur-occidental de la Plaza, un edificio de dos pisos sucumbió recientemente a la fuerza devoradora de las llamas, recordando que la amenaza de incendio sigue latente en el centro de la ciudad si no se toman medidas preventivas.

No es la arquitectura la que impresiona, es la amplitud y la perspectiva del espacio que se abre desde diferentes direcciones en medio de una estructura de damero cerrada y compacta que caracteriza el Centro Tradicional. Este respiro que se siente al aproximarse, se pierde cuando se llega, puesto que la escenografía está pobremente dispuesta sobre el lugar. Se podría decir que es un espacio vacío que se recorre por sus bordes. Le hace falta vida a su interior porque no hay ninguna actividad que lo respalde, prácticamente ningún amoblamiento que insinúe diversas formas de apropiación cultural, recreativa, política o simplemente de ocio.

3/10/09