7 de junio de 2010

Las fuerzas motoras del territorio en las ciudades globales: Tiempo sin espacio, innovación sin movimiento.

Por: Luis Fdo. Acebedo R.

La sociedad del conocimiento está desarrollando nuevos giros caleidoscópicos que están poniendo nuevamente en crisis los conceptos de espacio y tiempo tradicionales y han provocado la emergencia de nuevas categorías como la innovación y el movimiento que marcan las diferencias con los sistemas sociales y productivos anteriores. Todos ellos están clamando su carácter indisoluble como condición para mantener el equilibrio.

Además del espacio de la producción y la reproducción, es decir el espacio material y tangible, aparece el espacio virtual, el de los flujos y los intangibles. Pero esta caracterización es insuficiente pues no explica en su totalidad las nuevas espacialidades que se tejen entre ellas. Por un lado, el espacio representado aparece como una especie de mediación provocada por las TIC en la cual se establecen nuevas relaciones sociales dentro de un espacio imaginario en donde no hay posibilidades de contacto físico, pero sí óptico, acústico y sensitivo. Por otro, el espacio de la representación, dentro del cual se construyen artificialmente nuevas realidades simbólicas que sumergen a los individuos en mundos artificiales recreados en pasado, presente o futuro. Es el concepto de parque temático como simulacro y espectáculo a donde se llega para huir de la cotidianidad urbana y de la ciudad monótona.

El tiempo, bajo estas nuevas consideraciones es de naturaleza múltiple. Es el tiempo cronológico, pero también el tiempo cronoscópico (subexpuesto, expuesto, sobreexpuesto) del que habla Virilio (1997), el tiempo atemporal o de la inmediatez que propone Castells (2004) o el tiempo situado de Piazzini (2008) con sus historias y memorias fuertemente asidos a las realidades espaciales que las circunscriben. En últimas habría que contemplar la idea de múltiples espacialidades y tiempos interactuando en una misma realidad, en un mismo territorio.

La innovación aparece como una nueva geopolítica basada en el valor del conocimiento. Mientras en la modernidad el control político del espacio se hizo posible mediante el ordenamiento del tiempo, en la posmodernidad el tiempo no solamente aniquila al espacio sino que facilita la emergencia de la innovación como nueva “condición de la existencia”, sin la cual no parecería posible el acceso a las ciudades y regiones de “talla mundial”. Pero más allá de ese condicionamiento de los paradigmas de la competitividad es evidente que la innovación es una precondición para el progreso y la superación de la pobreza. Se trata básicamente de provocar una emergencia cultural al incorporar a la tradicional relación de espacio-tiempo la innovación como determinante de los nuevos giros calidoscópicos.

Y el movimiento, no entendido en su versión clásica como aceleración o desaceleración producida por la interacción en la relación espacio-tiempo sino fundamentalmente en su capacidad de generar trayectoria a partir del reconocimiento de los sujetos sociales como agentes de cambio y transformación, es decir, como expresión cultural, lo cual sugiere una fuerte presión por el reconocimiento de la heterogeneidad y el multiculturalismo que la sociedad industrial prácticamente había ignorado. Precisamente, es esa relación reciente entre movimiento y espacio la que provocó un cambio en el entendimiento de éste último como simple plataforma o soporte de las actividades sociales y productivas y adquirió un nuevo estatuto como objeto y sujeto de conocimiento o como producto y productor de sociedad.

La aparición de esos nuevos agentes sociales dentro de la metáfora del calidoscopio es equiparable al efecto generado por el ingreso de la luz como condición necesaria para que se activen los giros calidoscópicos. La luz como un trayecto que penetra el calidoscopio y al contacto con las diferentes fuerzas motoras genera una trayectoria determinada. Es decir, adquiere la capacidad de acelerar o desacelerar, o incluso de cambiar el rumbo.

Así, no es posible hablar en abstracto u homogéneamente de la relación Espacio- Tiempo-Innovación-Movimiento, si ello no está circunscrito a un visión de territorio desde el cual se desarrollan los giros calidoscópicos. Piazzini (2008:69) introduce el concepto de “lugares de enunciación” para referirse a un espacio-tiempo alterado dependiendo del origen de las prácticas discursivas del conocimiento. En este sentido, es posible colegir que existen múltiples giros de las fuerzas motoras del territorio; algunos tienen su origen en los mercados globalizados o en las metrópolis del conocimiento más desarrolladas. En no pocas oportunidades, penetran algunos territorios con pretensiones homogenizadoras, desconociendo los giros propios de un (otro) lugar o de un (otro) territorio. De allí que se hable de la necesidad de endogenizar las fuerzas exógenas para que adquieran un sentido de lugar y puedan efectivamente territorializarse. Pero las nuevas dinámicas actúan muchas veces en contravía de esta idea y por eso se perciben - y de hecho así operan - como un tiempo sin espacio o como una innovación sin movimiento. Esa parece ser la característica principal de los giros calidoscópicos de las ciudades y regiones globales del capitalismo neoliberal, o de aquellas que pretenden serlo.

Referencias bibliográficas:

Castells, Manuel. (2004). La era de la información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. I: La sociedad red. Vol. II: El poder de la Identidad. Vol. III: El fin de milenio. Siglo XXI Editores. México. Quinta edición en español.
Piazzini Suárez, Carlo Emilio. (2008). El tiempo situado: Las temporalidades después del “giro espacial”. En: Herrera Gómez, Diego; Piazzini S, Carlos Emilio. (Des) territorialidades y (No) lugares. Procesos de configuración y transformación social del espacio. La Carreta Social. Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia. 1ª ed, 2006, 1ª reimpresión.
Virilio, Paul. (1997). La velocidad de liberación (2ª. ed.). Ediciones Manantial. Buenos Aires, Argentina.

4 de junio de 2010

Caracas: De los territorios polarizados a la construcción ético-política de la ciudadanía y los espacios urbanos.

En primer plano, Parque Central. Al fondo, las barriadas interminables de Caracas.

Por: Luis Fdo. Acebedo R

Caracas continúa detenida en su desarrollo. El Socialismo del Siglo XXI no ha logrado transformar significativamente esta triste realidad. La modernidad arquitectónica y urbanística que le dio renombre internacional a esta ciudad desde el Plan Monumental de Caracas de 1939 se quedó congelada como expresión de un patrimonio latinoamericano en constante deterioro.

Las riquezas petroleras de ese país y los cambios de giro en la política venezolana en lo que va corrido del presente siglo, no han logrado movilizar las fuerzas sociales para jalonar las transformaciones urbanísticas y territoriales que esta metrópoli caribeña requiere con urgencia. O quizás sea mejor decir que la lucha por el control de esas rentas se haya vuelto el motivo principal que le impide a Caracas alcanzar la calidad de vida que se merecen todos sus habitantes.

Son muchos y muy complejos los factores que inciden en esta situación. Las disputas por el control territorial entre el oficialismo y la oposición no ceden. La puja continúa sin que logre destrabarse a favor de un plan de ordenamiento territorial que integre los diferentes estados en los que está dividida la Gran Caracas. Unos y otros escasamente avanzan mediante intervenciones puntuales y sectoriales que no trascienden la idea de un microurbanismo de bajo impacto colectivo. Las grandes infraestructuras como la apertura de nuevas vías y autopistas urbano-regionales, la modernización y rediseño del sistema integrado de transporte, los grandes parques y equipamientos metropolitanos, los ejes peatonales o los agudos problemas ambientales que está produciendo la fragmentación artificial del territorio, van quedando aplazados indefinidamente.

Ninguna de las fuerzas políticas en disputa ha demostrado el más mínimo interés por anteponer los intereses colectivos en función de destrabar los factores que están hundiendo a Caracas y a los caraqueños en el caos, el desorden urbano y la insolidaridad ciudadana. Pareciera que el deterioro de la ciudad y la negación de opciones de ordenamiento territorial colectivo fueran precondiciones de las luchas interpartidistas por el poder político. Ni el llamado Socialismo del Siglo XXI ni la ciudad capitalista global tienen proyecto de ciudad. La consecuencia lógica es que la Caracas de hoy es el más fiel reflejo de la anticiudad. Un collage de fragmentos sin principio ni fin, unos proyectos habitacionales de clases medias y altas que construyen verdaderas murallas sobre la calle porque la sienten como una amenaza a la seguridad privada; unos barrios populares que no logran superar su inveterada condición de marginalidad, pese a los innumerables proyectos de mejoramiento de las viviendas que desarrollan las misiones en todas las áreas.

Mientras Caracas siga siendo una ciudad improductiva y mantenga esa dualidad de ser a la vez capital de capitales y ciudad masificada del comercio y los servicios precarios, no podrá salir de su crisis. Y mientras la ciudad no cuente con instrumentos apropiados para la gestión pública del suelo urbano, será imposible reordenar su territorio.

En Caracas, las ciudades colombianas podrán verse reflejadas si terminan por imponerse las fuerzas del mercado, doblegando la función pública y ecológica del urbanismo en la planeación integral de sus territorios. O si se debilitan los instrumentos de regulación haciendo prácticamente inoperantes las oficinas de planeación. El tema del transporte público, por ejemplo, resulta muy aleccionador. Caracas tiene un atraso de más de medio siglo en su sistema integrado de movilidad. En esta ciudad queda evidenciada la falsa disyuntiva de escoger entre el metro o el sistema masivo de buses. Tienen el mejor metro tanto de América Latina como de Europa. Mientras el gobierno nacional expande el metro subterráneo y lo conecta con la red ferrocarrilera en las periferias metropolitanas incorporando nuevos usuarios, el sistema se satura en horas pico por la ausencia de líneas troncales de transporte masivo de buses y el desorden que generan unas rutas alimentadoras sin control y pésimos vehículos. Entre tanto, las pocas autopistas colapsan por la abundancia de autos particulares sobre las vías. No ha habido poder humano que logre poner de acuerdo a los alcaldes de los diferentes estados que integran la Gran Caracas y al gobierno nacional para avanzar seriamente en los proyectos estructurantes de ciudad, metrópoli y territorio.

Así las cosas, desde hace más de cinco años que he estado visitando esta ciudad, parece detenida en el tiempo y en el espacio. Y no es que esté abandonada a su suerte. Tal vez lo que le sucede a Caracas es muy parecido a la sensación que dan esas casas viejas de barrios antiguos. Por más que se arreglen, siempre se verán deterioradas.

Mireya Lozada (2004) propone como búsqueda de alternativas a la territorialización de la polarización de Caracas, la construcción de ciudadanía y convivencia urbana cuando dice: “reconocer los conflictos, sus fronteras y horizontes, el manejo constructivo, democrático y pacífico de los mismos, a la par de reivindicar la política como negociación de la diversidad en su espacio natural de aparición, en lo público, en la experiencia cotidiana de los ciudadanos”.

Parece sencillo pero no lo es. Se trata de avanzar en la identificación de unos principios ético-políticos que tienen unas fuertes implicaciones para el desarrollo urbano. Ella misma, nos sugiere, por ejemplo, el fortalecimiento de la justicia, la equidad, el desarrollo sustentable, la diversidad y los derechos humanos, entre otros. Para Lozada, “es esa alma colectiva la que debemos reconocer en la calle, en los espacios urbanos; es esa la democracia por construir”.


Lozada, Mireya. (2004). Caracas: huellas urbanas de la polarización. En: Hernández, Tulio. (2010). Ciudad, espacio público y cultura urbana. 25 conferencias de la Cátedra Permanente de Imágenes Urbanas. Fundación para la Cultura Urbana, Volumen Nº 82. Caracas, Venezuela.