27 de febrero de 2011

Elementos para orientar la reflexión hacia la construcción de un nuevo Estado-Nación

Diana Ligia Gómez Tatis[1]


Vivimos en Colombia momentos de gran trascendencia en la vida social, política y económica del país.

Por una parte la elaboración del Plan Nacional de Desarrollo, del actual gobierno, el cual definirá el modelo de desarrollo pertinente para satisfacer las necesidades y expectativas de la ciudadanía y las estrategias que capitalicen el patrimonio cultural, ambiental, social y productivo del país. Por otra parte, el debate actual de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial-LOOT que posibilitaría disponer de instrumentos adecuados para la planificación del desarrollo.

Estas dos circunstancias se constituyen en la oportunidad para que el país adecue las políticas de cada gobierno a las necesidades del Estado Colombiano en materia de Ordenamiento Territorial, que es la razón de ser de la LOOT.

Se trataría de encontrar un nuevo algoritmo que permita armonizar formas de progreso, convivencia y gobernabilidad legítimos y duraderos del Estado-Nación, al unísono de nuevas aspiraciones sociales, políticas y a nuevos referentes de desarrollo, conservando la unidad en medio de la diversidad étnica, lingüística y cultural del país. Así mismo se busca dar respuesta a la problemática derivada de la actual situación política administrativa que se traduce en un desgaste del centralismo operante, que favorece factores de inequidad social, conflicto armado, deterioro ambiental y exclusión de amplios sectores de la población. (González, 2003)

Si bien la Carta Política del 91 trata de dar respuesta a estas aspiraciones sociales y políticas al posibilitar la descentralización como proyecto estructurante del Estado a niveles intermedios del gobierno, lo indicado sería si a estos niveles intermedios resultantes de la estructura descentralizada del Estado se les dota de las necesarias instituciones, competencias, recursos y atribuciones jurídicas para dirigir la acción local a propósitos de interés común a diferentes escalas y relaciones, tanto en sentido vertical como horizontal (Becerra, 2005).

Lo anterior por los resultados del proceso de reconstruir el nivel intermedio del Estado en los últimos veinte años en el que se toma al municipio como unidad base de la descentralización y la construcción social e institucional del país, sin los debidos ajustes en otros niveles del gobierno, lo cual generó un desequilibrio estructural, un municipio próspero, un departamento en decadencia y falta de armonización entre ellos (Becerra, 2005).

En este sentido nos preguntamos ¿Que aporte hace el actual proyecto de Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial en materia de fortalecimiento de los niveles intermedios y de ordenamiento territorial?

Por un lado, la LOOT promueve Regiones Administrativas y de Planeación-RAP, en consonancia con el artículo 306 de La Carta Política, mediante la unión de dos o más Departamentos, con la posibilidad de conformarse en ente territorial. El problema que resultaría en esta vía reside en la generalización para la conformación de regiones por fusión entre departamentos, que en el caso de la descentralización el tamaño resulta relevante al intentar trazar una geografía acorde a un proceso de desarrollo, lo que podría conducir, en vez de descentralizar, a una recentralización, poniendo en riesgo aspectos de buen gobierno, democracia, liderazgo y desarrollo local. (Becerra, 2005).

Por otra parte el capítulo III del proyecto de LOOT propone “Esquemas asociativos de entidades territoriales”. Lo relevante de esta propuesta está en la apertura hacia una nueva política de reordenamiento territorial en los distintos niveles de descentralización, lo que podría favorecer nuevas dinámicas desde microterritorios, los cuales en el marco de uno o varios entes territoriales con fuertes impulsos tanto del sector público como el privado, pueden conducir a renovados procesos de desarrollo y crecimiento económico. (Becerra, 2005)

A partir de la anterior reflexión se propone:

1. Unidad de enfoque en el concepto de desarrollo. El concepto de desarrollo territorial que asume la LOOT se limita a un desarrollo meramente “socioeconómico y ambientalmente sostenible”, omitiendo la centralidad del desarrollo como un derecho humano orientado a mejorar el bienestar, la dignidad y la calidad de vida de los ciudadanos, lo cual pasa por el desarrollo humano integral, la inclusión social y territorial

2. Crear las regiones con impacto nacional con sus respectivas rutas instrumentales, metodológicas y de recursos como ente territorial conformadas por esquemas asociativos de entidades territoriales con el propósito de fomentar nuevos liderazgos necesarios.

3. Redistribuir las competencias y definir los servicios, obras y funciones de los distintos niveles intermedios actuales, con las autonomías necesarias y los mecanismos de armonización entre ellos y el alto gobierno.

Finalmente las regiones como están concebidas en la Constitución son una alternativa interesante si se conforma por esquemas asociativos de entidades territoriales, para lo cual resulta necesario fortalecer los niveles de descentralización del estado para que las nuevas territorialidades y los nuevos referentes de desarrollo, en el marco de la globalidad generen las dinámicas necesarias para un desarrollo humano integral sostenible con visión de región.

Bibliografía

Becerra, A. H. (2005). Antes y mas allá de las Regiones Políticas. Colombia regional: Alternativas y estrategias, Bogotá Universidad Externado de Colombia y Konrad Adenauder Stinftung , 11.

González, L. M. (2003). Pensar el Territorio: los conceptos de ciudad-global y región en sus orígenes y evolución. Serie Gestión Pública - Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (Ilpes) , 52.

Rodríguez, J. R. (Agosto de 2010). El desarrollo como derecho. Elementos para una teoría del desarrollo territorial . Manizales: Artes gráficas Tizán.

Ministerio del Interior, (2007). Constitución Política de Colombia. Bogotá: Grupo Editorial Nueva Legislación.

Ministerio del Interior, (2010). LOOT Bogotá.

[1] Administradora de negocios, especialista en Gerencia Financiera, aspirante a Magíster en Desarrollo Regional y Planificación del Territorio, UAM, Manizales.

Este texto fue elaborado bajo la orientación del profesor Luis Fernando Acebedo Restrepo, responsable del seminario “La ciudad y sus dinámicas urbano-rurales” de la III Cohorte de la Maestría en Desarrollo Regional y Planificación del Territorio de la Universidad Autónoma de Manizales, 2010.

20 de febrero de 2011

Planeación Estratégica de Manizales

Por: Luis Fdo. Acebedo R

En los primeros días del pasado mes de noviembre (2010) el destacado urbanista español José Miguel Fernández Güell visitó la ciudad de Manizales invitado por la Alcaldía Municipal y el Comité Intergremial de Caldas para participar de un primer foro sobre Planeación Estratégica de Manizales. Sobre esta actividad no se sabía mucho, más allá de un ejercicio liderado por el gobierno nacional anterior para que las ciudades definieran unas estrategias de mediano plazo en el marco de la política “ciudades amables” que a nivel local se denominó “Manizales 2019”. Hoy sabemos que hay un grupo de 31 expertos que está creando las bases de un ejercicio de planeación estratégica para Manizales, pero el común de los ciudadanos no conoce sus nombres ni sus propuestas.

A José Miguel Fernández se le ha conocido internacionalmente por el liderazgo en la formulación del plan estratégico de Bilbao, una ciudad que por cierto, construyó su proyecto urbano a partir del reconocimiento de las necesidades locales, más que de los recetarios internacionales inspirados en la competitividad empresarial. Y hoy es ejemplo para el mundo.

La planeación estratégica tiene su origen en los métodos de la empresa privada para lograr sus objetivos y por eso, durante mucho tiempo se enfocaron en estrategias competitivas de mercado y muy poco en la gente. Sin embargo, a fuerza de muchos fracasos ha ido entendiendo que debe superar esa visión reduccionista e incorporar la complejidad de lo público y lo colectivo como determinantes del devenir de las ciudades y los territorios. También ha logrado entender que sus alcances están principalmente en la esfera de un gran acuerdo colectivo entre los diferentes actores que intervienen en el desarrollo, pero que requieren complementarse con otros instrumentos como el Plan de Ordenamiento Territorial, la planeación física de las ciudades y las regiones, el proyecto urbano, entre otras herramientas que coadyuvan al logro de los objetivos.

Y quizás uno de los aspectos más interesantes es su valoración sobre la participación ciudadana efectiva como medio para desatar las fuerzas del cambio. La “efectividad” en este caso no es mera casualidad. También aquí el discurso de la planeación estratégica comenzó utilizando metodologías orientadas a legitimizar los proyectos preconcebidos de los actores económicos y políticos dominantes, contribuyendo rápidamente a la desmovilización de las fuerzas sociales y en no pocas oportunidades, a la activación de toda suerte de resistencias civiles que terminaron en nuevas frustraciones sociales. Hoy todavía no saben cómo lograr una efectiva participación ciudadana, pero insisten en su importancia para garantizar la sostenibilidad del proceso.

José Miguel Fernández vino a decirle a los políticos y gobernantes locales unas cuantas verdades. La primera, que desistan de hacer de la planeación estratégica una nueva forma de marketing político o de politiqueros disfrazados de tecnócratas. La segunda, que se olviden de sus pretensiones de hacer del plan un instrumento económico para capturar rentas a costa del deterioro de la calidad de vida de las gentes y del medio ambiente.  La tercera, que no sigan destruyendo el capital social con medidas autoritarias. Y la cuarta y última, que se logren acuerdos no sólo en las generalidades sino en los proyectos tangibles y concretos.

Cuatro criterios considerados como “amenazas” en la formulación de un plan estratégico, pero que en Manizales son ya realidades agobiantes y causa de la caída progresiva de todos los Indicadores de Desarrollo Humano locales y regionales. Pero seguramente estas recomendaciones cayeron en suelo árido porque el interés de los politiqueros y administradores de turno está en como encontrar nuevas fórmulas para hacer de la estrategia competitiva de los mercados la razón de ser de la gobernabilidad urbana. José Miguel Fernández les ha dicho que ha llegado la hora de trascender ese discurso para trabajar sobre tres dimensiones importantes: la equidad-habitabilidad, la sostenibilidad y la gobernabilidad.

FERNÁNDEZ GÜELL, José Miguel. (2006). Planificación estratégica de ciudades. Nuevos instrumentos y procesos. Editorial Reverté. España.
http://www.lapatria.com/story/videos-las-ideas-est%C3%A1n-siguen-los-hechos