Por: Luis Fdo. Acebedo R.
La sociedad del conocimiento está desarrollando nuevos giros caleidoscópicos que están poniendo nuevamente en crisis los conceptos de espacio y tiempo tradicionales y han provocado la emergencia de nuevas categorías como la innovación y el movimiento que marcan las diferencias con los sistemas sociales y productivos anteriores. Todos ellos están clamando su carácter indisoluble como condición para mantener el equilibrio.
Además del espacio de la producción y la reproducción, es decir el espacio material y tangible, aparece el espacio virtual, el de los flujos y los intangibles. Pero esta caracterización es insuficiente pues no explica en su totalidad las nuevas espacialidades que se tejen entre ellas. Por un lado, el espacio representado aparece como una especie de mediación provocada por las TIC en la cual se establecen nuevas relaciones sociales dentro de un espacio imaginario en donde no hay posibilidades de contacto físico, pero sí óptico, acústico y sensitivo. Por otro, el espacio de la representación, dentro del cual se construyen artificialmente nuevas realidades simbólicas que sumergen a los individuos en mundos artificiales recreados en pasado, presente o futuro. Es el concepto de parque temático como simulacro y espectáculo a donde se llega para huir de la cotidianidad urbana y de la ciudad monótona.
El tiempo, bajo estas nuevas consideraciones es de naturaleza múltiple. Es el tiempo cronológico, pero también el tiempo cronoscópico (subexpuesto, expuesto, sobreexpuesto) del que habla Virilio (1997), el tiempo atemporal o de la inmediatez que propone Castells (2004) o el tiempo situado de Piazzini (2008) con sus historias y memorias fuertemente asidos a las realidades espaciales que las circunscriben. En últimas habría que contemplar la idea de múltiples espacialidades y tiempos interactuando en una misma realidad, en un mismo territorio.
La innovación aparece como una nueva geopolítica basada en el valor del conocimiento. Mientras en la modernidad el control político del espacio se hizo posible mediante el ordenamiento del tiempo, en la posmodernidad el tiempo no solamente aniquila al espacio sino que facilita la emergencia de la innovación como nueva “condición de la existencia”, sin la cual no parecería posible el acceso a las ciudades y regiones de “talla mundial”. Pero más allá de ese condicionamiento de los paradigmas de la competitividad es evidente que la innovación es una precondición para el progreso y la superación de la pobreza. Se trata básicamente de provocar una emergencia cultural al incorporar a la tradicional relación de espacio-tiempo la innovación como determinante de los nuevos giros calidoscópicos.
Y el movimiento, no entendido en su versión clásica como aceleración o desaceleración producida por la interacción en la relación espacio-tiempo sino fundamentalmente en su capacidad de generar trayectoria a partir del reconocimiento de los sujetos sociales como agentes de cambio y transformación, es decir, como expresión cultural, lo cual sugiere una fuerte presión por el reconocimiento de la heterogeneidad y el multiculturalismo que la sociedad industrial prácticamente había ignorado. Precisamente, es esa relación reciente entre movimiento y espacio la que provocó un cambio en el entendimiento de éste último como simple plataforma o soporte de las actividades sociales y productivas y adquirió un nuevo estatuto como objeto y sujeto de conocimiento o como producto y productor de sociedad.
La aparición de esos nuevos agentes sociales dentro de la metáfora del calidoscopio es equiparable al efecto generado por el ingreso de la luz como condición necesaria para que se activen los giros calidoscópicos. La luz como un trayecto que penetra el calidoscopio y al contacto con las diferentes fuerzas motoras genera una trayectoria determinada. Es decir, adquiere la capacidad de acelerar o desacelerar, o incluso de cambiar el rumbo.
Así, no es posible hablar en abstracto u homogéneamente de la relación Espacio- Tiempo-Innovación-Movimiento, si ello no está circunscrito a un visión de territorio desde el cual se desarrollan los giros calidoscópicos. Piazzini (2008:69) introduce el concepto de “lugares de enunciación” para referirse a un espacio-tiempo alterado dependiendo del origen de las prácticas discursivas del conocimiento. En este sentido, es posible colegir que existen múltiples giros de las fuerzas motoras del territorio; algunos tienen su origen en los mercados globalizados o en las metrópolis del conocimiento más desarrolladas. En no pocas oportunidades, penetran algunos territorios con pretensiones homogenizadoras, desconociendo los giros propios de un (otro) lugar o de un (otro) territorio. De allí que se hable de la necesidad de endogenizar las fuerzas exógenas para que adquieran un sentido de lugar y puedan efectivamente territorializarse. Pero las nuevas dinámicas actúan muchas veces en contravía de esta idea y por eso se perciben - y de hecho así operan - como un tiempo sin espacio o como una innovación sin movimiento. Esa parece ser la característica principal de los giros calidoscópicos de las ciudades y regiones globales del capitalismo neoliberal, o de aquellas que pretenden serlo.
Referencias bibliográficas:
Castells, Manuel. (2004). La era de la información. Economía, Sociedad y Cultura. Vol. I: La sociedad red. Vol. II: El poder de la Identidad. Vol. III: El fin de milenio. Siglo XXI Editores. México. Quinta edición en español.
Piazzini Suárez, Carlo Emilio. (2008). El tiempo situado: Las temporalidades después del “giro espacial”. En: Herrera Gómez, Diego; Piazzini S, Carlos Emilio. (Des) territorialidades y (No) lugares. Procesos de configuración y transformación social del espacio. La Carreta Social. Instituto de Estudios Regionales, Universidad de Antioquia. 1ª ed, 2006, 1ª reimpresión.
Virilio, Paul. (1997). La velocidad de liberación (2ª. ed.). Ediciones Manantial. Buenos Aires, Argentina.
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