Así lucían las obras de canalización de la Quebrada El Perro a la altura del sector de Expoferias en mayo de 2010.
Artículo publicado en el periódico El Andino, Edición 121 (del 12 al 18 de Noviembre de 2010)
No se requiere ser especialista para intuir que lo sucedido en la quebrada El Perro, a la altura de la glorieta de Expoferias, obedece a decisiones antrópicas poco integrales e insostenibles en términos económicos, sociales y ambientales. En dos años hemos sido testigos de dos fenómenos de represamiento de la quebrada como consecuencia de las olas invernales que vive la ciudad. Nunca antes se habían presentado situaciones como éstas, ni tampoco con la periodicidad con la que ahora se repiten.
Los antecedentes son claramente identificables. El punto de quiebre se presentó cuando el Alcalde Rivas en el año 2007 decidió crear nuevo suelo urbano sobre las riveras de la quebrada El Perro a la altura de Expoferias, con el propósito de habilitar unos cuantos parqueaderos para incrementar los ingresos económicos de esta empresa. Para lograrlo construyó un box coulvert y sobre él se realizó un relleno con parte de la tierra que salió de la ampliación de la Avenida Alberto Mendoza Hoyos para habilitar el cruce de vehículos sobre la quebrada, desde la Avenida hasta el nuevo suelo creado. Las críticas en su momento no se hicieron esperar, sin embargo, parece inexplicable que Corpocaldas haya dado licencia ambiental a una obra de esta naturaleza que contraviene las normas más elementales de protección de los retiros de las quebradas y las buenas prácticas de esta institución en materia de prevención de riesgos.
Pero la naturaleza tarde que temprano reclama lo suyo y mucho más las cuencas hidrográficas que se han demorado cientos de años en construir sus propios cauces para la circulación de las aguas. El caso de la Quebrada El Perro es especial porque en cuestión de cinco años se convirtió en una cuenca urbana por la expansión de la ciudad sobre sus predios. En las partes alta y media de la cuenca se han ido construyendo nuevas urbanizaciones de estratos medios y altos. A ello se suma el tradicional barrio Chachafruto en la parte baja que surgió por autoconstrucción.
Así pues, el debate sobre esta segunda tragedia anunciada que repite las características de la presentada el 16 de noviembre de 2008, no puede reducirse a la inevitabilidad de un fenómeno aparentemente “natural” como la intensidad de las lluvias, el deslizamiento de tierras y la posterior avalancha; y las soluciones tampoco pueden limitarse a los campos de la ingeniería o la bioingeniería. Se trata, ni más ni menos, de la explotación indebida de la cuenca a partir de múltiples proyectos de urbanización, públicos y privados, junto a otros cambios de uso del suelo que han implicado la deforestación paulatina y el debilitamiento de la capacidad de soporte de su estructura ecológica. Como dice el refrán, los árboles no han dejado ver el bosque, así como el infraestructuralismo en la búsqueda de alternativas a la urbanización irracional ha impedido la ordenación y manejo integral de la cuenca como unidad de paisaje.
Según datos de prensa, se han invertido 4,300 millones de pesos en obras y aún falta otro tanto para verlas culminadas. Son importantísimos recursos que se les han negado sistemáticamente a los habitantes del barrio Chachafruto. Con mucho menos ya hubieran construido un nuevo proyecto de vivienda en óptimas condiciones de seguridad y habitabilidad para estas familias. Algunas de ellas aún siguen sometidas al riesgo, más aún con el represamiento de las aguas en su inmediata vecindad y los materiales que vienen con toda su fuerza de la cuenca alta de la quebrada.
Pero el infraestructuralismo del que estamos hablando no reconoce a los ciudadanos como principales beneficiarios del desarrollo, y mucho menos el adecuado equilibrio con su entorno natural. En este caso, los vehículos privados o la creación de nuevo suelo urbano con fines rentistas han sido los principales beneficiarios de los cuantiosos recursos públicos. La Quebrada el Perro ya se expresó en contra de los desarrollistas; ahora falta que los ciudadanos llamemos a cuentas a los determinadores del gasto público para exigirles que los impuestos que pagamos tan cumplidamente sean devueltos en inversiones que verdaderamente dignifiquen la calidad de vida de los habitantes de Manizales.
Como dice Luis, no es necesario ser un especialista para entender que los problemas de esa cuenca son fruto de la mezcla explosiva entre ignorancia y corrupciòn. El Maestro Augusto Angel Maya explica en el Reto de la vida (1996) que el hombre no puede alterar impunemente lo que la vida ha transformado durante millones de años.
ResponderEliminarHasta hace muy poco, esa parte que rellanaron era un un bosque exuberante debido a la cantidad importante de humedad que recoge. Era bellìsimo. El dìa que pasé en una buseta y vì que éstos bàrbaros habìan arrazado con todo me entrò un sentimiento de rabia y tristeza. En la foto veo (no sé si me equivoco) que el yarumo enorme que estaba en la mitad de ese viaducto ya no existe. Qué tragedia.
Lo que necesitamos es màs arte por las laderas de Manizales para combatir esa tecnocracia de tres pesos que està acabando con la ciudad.