28 de noviembre de 2010

El método de ensayo y error (I y II)

Algo está sucediendo en Manizales en términos de opinión pública desde que algunos arquitectos estén nuevamente ocupando las páginas de los diarios para controvertir decisiones urbanísticas de gran impacto –negativ0- para la ciudad de Manizales. Desde este espacio saludo esta actitud y por tanto, reproduzco integralmente dos artículos publicados recientemente en el Periódico La Patria por mi colega Jorge Alberto Gutiérrez, profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

Por: Jorge Alberto Gutiérrez.

Publicado por el Periódico La Patria (2010-11-10)

Este pareciera ser el “modus operandi” de ésta y muchas de las recientes Secretarías de Tránsito y Transporte del Municipio con el desconcertante resultado de que hecha la primera parte del ejercicio o sea la del ensayo no hacemos conciencia y persistimos tercamente en el error.

Los parámetros para una eficiente movilidad parten de conceptos y sistemas universales que permiten una adecuada legibilidad en el manejo de la ciudad, tanto para los conductores de vehículos como para los transeúntes, sean estos nativos o extranjeros; estamos hablando de un lenguaje conocido en el mundo occidental, con excepción del Reino Unido y los países del Commonwealth que siguen sus dictados y en los cuales, mediante avisos reiterados, se alerta al foráneo sobre el peligro que acarrea esta manera de conducir dado que no están familiarizados con su singular sistema. Por esto es importante señalar el caso de la Avenida de las Araucarias, la del cementerio, hoy sembrada de escuálidos cipreses y regida por el sistema inglés, que en su altanera irresponsabilidad no solo reta a Pávlov y sus perros amaestrados, sino la ley del reflejo condicionado, el conductismo y las sanas costumbres, al menos las de movilidad.

La mezcla de sistemas y la falta de un único sistema para el direccionamiento de calles y carreras, la discontinuidad y cambio permanente del sentido de las mismas, crean enormes dificultades en el desempeño de la ciudad, obligando a sus habitantes a recorridos innecesarios, gastos irracionales de tiempo y de combustible y contribuyen de manera irredenta a generar caos a la vida urbana.

En su homilía dominical el párroco de una de las iglesias del nor-occidente de la ciudad en su disertación sobre el camino del bien y del mal, mientras se dirigía a la feligresía y en ademán de quien es asistido por el Espíritu Santo, dijo que el camino del bien era tan difícil como la intervención hecha por la Secretaría de Tránsito a una cuadra de su sede parroquial. Con eso quería de una manera fácil y didáctica ilustrar a la comunidad acerca de ciertos asuntos teológicos, de paso y tal vez sin quererlo, puso en evidencia la falta de criterio de muchas de las actuales intervenciones de ese despacho: zonas azules que interfieren la continuidad vehicular, algunas con el único y evidente criterio de privilegiar negocios de estrato socioeconómico alto, paraderos de buses en las glorietas o en las curvas, y los buses y busetas parando literalmente donde les da la gana, cambio permanente en el direccionamiento de las vías, tres en la misma cuadra en el lapso de un mes, zonas azules que se ubican y retiran en tan solo 24 horas, señales de tránsito que se superponen unas a otras, hasta alcanzar altos niveles de ilegibilidad, en fin, una serie de actuaciones inconexas que llevan a preguntarse acerca del criterio que las inspiró.

Mientras el campo de acción de la Secretaría de Tránsito se limite únicamente a asuntos menores o de maquillaje y no exista un plan de movilidad diseñado por profesionales y la movilidad se entienda como un problema eminentemente vehicular y la planeación no se conciba de manera integral, las intervenciones seguirán siendo puntuales y solitarias: tal es el caso del túnel de la 52 que hubo que suspender al inicio de su construcción, porque no se tuvieron en cuenta los andenes requeridos para el paso de los peatones, como tampoco se tuvieron en cuenta los sectores que se deberían interconectar, ni la entrega de vehículos en cada uno de sus extremos: una glorieta a todas luces insuficiente del lado de la Avenida Paralela y del otro una escala urbana de barrio incapaz de soportar una solución macro de nivel ciudad.

Otro caso, a mi juicio aberrante, es el del eufemístico Paseo de los Estudiantes que tenía como encargo extender el campus universitario hasta la Avenida Santander y el parque Antonio Nariño solucionando, claro está, la enorme dificultad vehicular presente en el sector, en el que los estudiantes objeto central e inspiradores por derecho propio de esta solución y además, en una ciudad que se precia de ser universitaria y educadora, fueron los más damnificados al ser convertidos en convidados de piedra, solo por la miopía de quien asumió la toma de esta decisión.

Mientras se piense hacer una vía en diagonal por el parque de Caldas para unir las carreras 22 y 23 o construir una bahía vehicular en la Plaza de Bolívar o en el citado parque Antonio Nariño corremos el peligro de reconstruir la ciudad y todo seguirá al arbitrio de los caprichos del mandatario de turno o de las incapacidades manifiestas de su Secretario y se seguirán soslayando entonces, los verdaderos problemas de la ciudad, condenándonos a todos a la pérdida de calidad de vida de Manizales, uno de sus grandes atributos si se mira en el concierto nacional.

No sé porqué siento que no solo estoy hablando a nombre propio.


El método de ensayo y error (II)


Publicado por el periódico La Patria (2010-11-24)

La ovación fue cerrada. Los comentarios a favor originados por el artículo anterior son la expresión de muchos de aquellos que se han sentido interpretados, y su abundancia bien puede entenderse como una especie de plebiscito convocado en torno a la manera como se maneja la movilidad en Manizales. Recordaron lo del cuarto carril en la Avenida Alberto Mendoza, insistieron en que la glorieta al frente de la Universidad Nacional trató, exclusivamente, de privilegiar la movilidad vehicular en contravía del bienestar de una comunidad de más de 5.000 personas pertenecientes a las universidades Nacional y de Caldas y que ni siquiera las que acceden a estos lugares en sus vehículos propios resultaron beneficiadas, pues el caos vehicular en horas pico es evidente, preguntaron acerca del puente peatonal de la carretera Panamericana que debería entregar a la estación Cámbulos del Cable Aéreo y a la Terminal de Transporte. Por eso invito, desde aquí, a que se haga un análisis técnico de los asuntos señalados en él, a fin de contribuir a redireccionar el rumbo de las soluciones parciales implementadas por muchas de las recientes administraciones municipales y se corrija esa falla, ya estructural, derivada fundamentalmente de la ausencia de una visión integral de la ciudad. Aquello de que cada secretaría o instituto descentralizado sea autónomo en las decisiones que son del resorte urbano se constituye, sencillamente, en el umbral de la anarquía.

Cuando se diseñó la Pieza Intermedia de Planificación PIP No. 10 y obtuvo el visto bueno del Consejo Territorial de Planeación y de Corpocaldas, se puso a consideración del Honorable Concejo Municipal para su aprobación. Se tuvo sumo cuidado en presentar una solución urbanísticamente responsable encargada de solucionar los problemas de movilidad generados por el improvisado o mal planeado túnel de la 52. Simultáneamente, a sabiendas o no, (lo que es igual de grave), el Instituto de Valorización Municipal Invama, estaba diseñando otra solución en el mismo lugar y con el mismo objetivo, distinta en todo a la concepción holística[1] que había proyectado la Secretaría de Planeación y que fue formalizada mediante el Acuerdo Municipal N° 714 de 2009. Aunque parezca increíble, estamos ad portas de repetir el mismo error agravando aún más el problema. Es como aquella insólita figura del perro mordiéndose la cola.

La solución de un puente vehicular adyacente al túnel de la calle 52, que es en esencia la que se propone construir el Invama, es a mi juicio y la de todos los arquitectos o técnicos en la materia consultados por mí, no solo inconveniente y anacrónica sino que en su autismo reitera la manera fragmentaria e irresponsable de mirar la ciudad.

Este asunto es antes que nada un problema urbano, es decir, que su solución debe ser atendida por un grupo interdisciplinario liderado expresamente por urbanistas, tal como ya lo había hecho la Secretaría de Planeación; así como la ignorancia debe ser tratada por expertos educadores, o los asuntos de salud por profesionales de la medicina.

En los países del primer mundo, este tipo de soluciones viales en altura (el puente), en contextos urbanos de la escala que nos ocupa, nivel de barrio, están mandadas a recoger, entre otras muchas cosas por la obstrucción e interferencia que hacen, no solo al sector, sino a las edificaciones adyacentes y por el consecuente caos a la movilidad peatonal que ellas ocasionan, amén del deterioro ambiental, es decir, de habitabilidad que arrastran consigo. En Bilbao, por ejemplo, vi implosionar una intersección vial de excelente factura y además hermosa, si se mira únicamente como un objeto de ingeniería, pero por las consideraciones arriba enunciadas y por la ruptura a la armonía urbana se decidió, con el aplauso de los vecinos del sector, echarla por tierra.

Con todo respeto, pero con el derecho que otorga la evidencia, me permito expresar la profunda indignación que me causa la impericia, la improvisación, la insensibilidad estética, la ausencia de un genuino sentido de lo público y el manejo impúdico que se está dando al destino de nuestra ciudad. Y para que no quede duda: además por la subdesarrollada o provinciana idea de que sin puentes, como iconos de modernidad, no hemos llegado al siglo XXI.

La construcción de la ciudad y la formación de ciudadanía nacen de la correspondencia entre la solvencia técnica y la participación ciudadana, dado que el interés en el manejo de la ciudad es únicamente el bienestar de sus habitantes y que la prevalencia del interés colectivo sobre el privado es mucho más que mera retórica política.

Cada una de las secretarías o institutos descentralizados que estructuran la Administración Municipal tienen un encargo específico, una razón de ser; cuando se arrebatan o suplantan sus funciones por otras secretarías u otros institutos, como es el caso de las Piezas Intermedias de Planificación PIP, que son torpedeadas desde la misma Administración, se tergiversa el sentido para el que fueron creadas, la credibilidad se pierde y la brecha, Dios no lo quiera, entre el gobierno y sus ciudadanos tiende a acrecentarse a unos niveles que inexorablemente llevan a umbrales irreversibles de ingobernabilidad.

[1] El holismo considera que el sistema completo se comporta de un modo distinto que la suma de sus partes.

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