1 de marzo de 2010

La “Canción del elegido” y el fracaso de la Reelección

Aspecto de la Comuna 13 en Medellín. La pintura de las fachadas de los ranchos no esconde la pobreza y la violencia que agobia a los habitantes de esos barrios.

Por: Luis Fdo. Acebedo R

El reciente fallo de la corte constitucional sobre el referendo reeleccionista constituye un respiro democrático en medio de la cadena de violaciones a las normas y procedimientos legales contemplados por la ley para tramitar este tipo de iniciativas. Los más neófitos en el tema veíamos con absoluta sorpresa, las trapisondas de los uribistas para imponer a como diera lugar el referendo reeleccionista, con el autoritarismo que los ha caracterizado desde que triunfaron en las elecciones del 2002 y con el desprecio por las propias leyes que los congresistas juraron respetar y acatar. Todo les parecía posible en nombre del Estado de Opinión y nada les era vedado para lograr el objetivo supremo de prorrogar por segunda vez el mandato del presidente.

En un país profundamente católico, se orquestó todo un proyecto mediático en el cual las capacidades excepcionales de trabajo del presidente lo hacían asimilable a un ser de otro mundo, “a un animal de galaxia” como diría la “Canción del elegido” de Silvio Rodríguez. En él debíamos depositar toda la confianza y endosar todos los derechos constitucionales para que ese líder, el mesías, pudiera usarlos como a bien tuviera. “Y al fin bajo hacia la guerra…¡perdón!, quise decir a la tierra”, dice la canción de Silvio. Y en guerra nos mantuvo durante ocho años bajo el anhelo de lograr la paz. Pero la paz sigue aún esquiva, tanto en el campo como en la ciudad. Y un número creciente de jóvenes abandona las aulas para empuñar los fusiles, cada uno defendiendo sus propias causas, pero manteniendo al conjunto de la sociedad en constante zozobra por las balas que se cruzan a diario en las callejuelas de los barrios más humildes, matando niños inocentes en la tranquilidad de su cuna.

Con el mensaje de “si no es él, entonces quién”, los colombianos se fueron acostumbrando a aceptar dócil y acríticamente cada una de sus decisiones personales, tomadas espontáneamente en cada consejo comunitario, transmitido por la televisión en vivo y en directo o desde los Call Center como máximas expresiones de la democracia directa, o del Estado de Opinión, según José Obdulio Gaviria, el llamado “Goebbels” de la seguridad democrática.

Pero diferentes sectores de opinión fueron despertando poco a poco del sedante mediático desde cuando los jueces comenzaron a fallar en contra de los congresistas parapolíticos, o cuando se nombró un procurador general para pronunciarse en nombre de la comunidad católica y no de los intereses superiores del Estado contra los derechos de los homosexuales o de las mujeres para decidir la interrupción de los embarazos no deseados; y también cuando el procurador comenzó a suplantar a los jueces legítimos en los procesos judiciales de los amigos del gobierno. Luego llegaron los llamados “falsos positivos” como novedoso sistema de estímulos económicos en las FFAA, el descubrimiento de una fosa común en la Macarena con más de 2000 cuerpos baleados que apenas si recibió un tratamiento de segundo orden en los medios masivos de comunicación y la ausencia de explicaciones por parte del gobierno, el rechazo generalizado a la idea de convertir a los estudiantes en informantes y los decretos de emergencia económica y social para reformar la salud a imagen y semejanza de las EPS privadas.

Cuando ya habíamos superado cualquier capacidad para sorprendernos, llegó el fallo de la corte constitucional, “descubriendo” una veintena de irregularidades cometidas por los promotores del referendo que ya eran vox populi, tales como el aporte de dineros ilegales y la violación de los topes a la financiación de la campaña, el incumplimiento de los procedimientos trazados por la Comisión Nacional Electoral para el trámite de la iniciativa, el cambio de la pregunta del referendo por parte del Congreso de la República, y otra cantidad de irregularidades que no alcanzaríamos a reseñar en este corto espacio. Lo que verdaderamente sorprende es que para el Procurador General de la Nación estas irregularidades, algunas de las cuales constituyen delitos, eran simples asuntos de forma que no impedían el paso airoso de esta iniciativa por los controles constitucionales. Lo que sorprende es que ningún juez eleve cargos contra esos delincuentes de cuello blanco.

Algunos uribistas, tratando de cubrir el oso que hizo el procurador, justifican su decisión con el pretexto de que hay tantas interpretaciones legales como abogados. Pero no puede ser posible que la constitución política esté sometida a semejantes vaivenes. Más bien, tendremos que darle el crédito que se merece Marx cuando en el XVIII Brumario de Luis Bonaparte describió con total maestría la ética burguesa al afirmar que ella crea el derecho, luego lo limita y posteriormente lo suprime. Lo crea como una posibilidad de disfrute para sí mismo sobre la idea del interés colectivo, lo limita cuando este disfrute del derecho por otras clases pone en peligro su propio goce como privilegio y lo suprime finalmente en nombre de la seguridad pública. Ahí está la esencia del modus operandi de la burguesía y las limitaciones mismas de la democracia.

No estoy muy seguro de la independencia de poderes en Colombia como pilar de la democracia, mucho menos cuando los responsables de los órganos del poder terminan siendo elegidos por el guiño del presidente. Lo cierto del caso es que por alguna suerte del destino no operaron las cadenas de oración en la Procuraduría para declarar la constitucionalidad del referendo; tal vez, otra cadena, la de las irregularidades y abusos cometidos por los uribistas con la anuencia del gobierno en los diferentes frentes que comentamos más arriba, generó un gran desgaste de opinión pública en la figura del presidente y su equipo, lo cual provocó el pronunciamiento final de la Corte Constitucional, constituyéndose en un juicio histórico por lo que ello representa para el mapa político y electoral de los próximos meses y el futuro de Colombia.

Lo cierto del caso es que la hegemonía de la seguridad democrática se ha venido a pique y hoy saludamos que por fin Álvaro Uribe finiquite su largo mandato y regrese con Lina y los niños a la hacienda El Ubérrimo a ejercer sus labores de capataz en los límites de su parcela. Pobre Lina.

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