31 de octubre de 2010

La tragedia fáustica del espacio público en el XXXII Festival Internacional de Teatro de Manizales.

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Aspecto de la obra Matricalaka del Grupo de Teatro La Tropa del Eclipse, Perú.
 
Por: Luis Fdo. Acebedo R
 
Artículo publicado en el periódico Textos del Festival Internacional de Teatro de Manizales. Domingo, 31 de octubre de 2010
 
Por segunda ocasión consecutiva la calle se ha convertido en el escenario principal del Festival Internacional de Teatro en la ciudad de Manizales. Esta tendencia implica una democratización de la cultura por la gratuidad y la accesibilidad de amplios públicos, especialmente de colegios y universidades. Ellos han sido, sin duda, los grandes beneficiarios y principales protagonistas de una manera de concebir el teatro sin barreras ni límites artificiales entre espectadores y actores.
 
La relación directa de los diferentes grupos artísticos nacionales e internacionales con los ciudadanos en el espacio público, nos remite a la ciudad como civitas, a los ciudadanos como polis y al espacio público como ágora, máximas expresiones de los orígenes históricos de la democracia. Sólo que en la actualidad esa democracia parece necesario conquistarla cotidianamente en las calles, así como lo público y lo colectivo se han vuelto cada vez más esquivos por una especie de reedición de la última metamorfosis del Fausto de Goethe: El desarrollista.
 
Teatro y ciudad no pueden ser entendidos sino como catalizador de energías colectivas, divertimento, instrumento liberador de emociones; y sobre todo, nuevas fuentes de cultura para una ciudad como Manizales que aún no logra encontrar el camino apropiado para reconocerse como un territorio del conocimiento. Los escasos espacios públicos están contribuyendo a generar esa catarsis al ser aprovechados de manera creativa por los artistas, convirtiendo la ciudad en escenario, palco, camerino o bastidor. No hay límites para recrear las graderías, el amoblamiento urbano, la calle, el bulevar, la plaza o el parque como parte de una puesta en escena sutil, efímera y circense. Y pensar que aún hay personas e instituciones que hablan de la muerte de la ciudad y del espacio público o simplemente lo niegan, a favor de un supuesto predominio de los flujos, la virtualidad o el movimiento veloz sobre las autopistas. Pues no, el teatro de calle y en la calle hacen lo suyo para recordarnos la necesidad de hacer un pare en el camino para revalorar las imágenes y los símbolos del seudesarrollo y las miserias sociales y culturales que traen consigo.
 
El teatro de calle y en la calle tiene la cualidad de establecer una relación estrecha y dinámica con el público, quién se convierte en parte de la obra, la enriquece, la cualifica. Para los actores y actrices, por su parte, se constituye en un enorme reto porque cada presentación es diferente, aunque tengan un libreto y unas acciones previamente definidas. El público tiene que hablarles, sugerirles, abrir compases metafóricos para dar lugar a la improvisación. En la calle, el público camina o se detiene, está sentado o parado, va y vuelve en un constante movimiento. Esta es quizás la principal diferencia con el teatro de sala, en donde casi siempre los elementos están dispuestos previamente y el público es un ente pasivo que observa en la intimidad de su silla.
 
En esta nueva versión del Festival de Teatro, pudimos apreciar diferentes maneras de apropiación cultural de los espacios públicos. Por un lado, aquellos grupos que definitivamente rompen todos los esquemas y se lanzan a la aventura de convertir a la ciudad y a los ciudadanos en escenario y protagonistas de sus propias tragedias cotidianas. Otros, logran desaparecer los muros del teatro de sala y sacan sus obras a la calle buscando nuevos y directos vínculos con sus espectadores; aquí la linealidad de una obra se ve de pronto interrumpida por un gesto o una acción que compromete al público y lo saca de su tranquilidad como espectador, para convertirse en parte de la obra. Y finalmente, aquellos que han evolucionado el tradicional espectáculo circense, incorporando expresiones renovadas de pequeñas historias en escenarios efímeros que se levantan rápidamente, haciendo de la carpa un espacio imaginario y permitiendo que otros rebuscadores de ilusiones también puedan usufructuar el hecho teatral mediante la venta de palomitas de maíz, helados, maní, y por qué no, minutos a celular. Al fin y al cabo, todos tenemos algo de payasos y algo de comerciantes.
 
Una vez más, el Festival Internacional de Teatro pone en evidencia la escasez y precariedad de los espacios públicos de la ciudad. Manizales no ha sido capaz de construir un sistema de espacio público que conecte a los diferentes barrios con su espina dorsal, la carrera 23. Y el Festival de Teatro aún tiene mucho por hacer para garantizar que el telón también se habrá en Solferino, Aranjuez, El Carmen o Corinto, entre otros barrios de la ciudad que claman por actividades distintas a las estrictamente residenciales. Se hace necesario derramar cultura por las laderas de Manizales, desde la carrera 23 hasta las cotas más bajas de las cuencas hidrográficas.
 
La Plaza de Bolívar, El Cable o la Media Torda en el parque Ernesto Gutiérrez siguen siendo los lugares referenciales por excelencia y quizás los pocos espacios públicos cualificados que tienen un uso multifacético como lo demandan las características de la vida contemporánea. La Plaza Alfonso López, por el contrario, sigue sin convocar su uso intensivo para los diferentes actos cívicos, culturales o políticos. El pequeño teatrino o media torta que tiene en uno de sus costados nació como un no lugar, y la plaza pública semienterrada con sus olas de ladrillo y cemento solo invitan al paso, al cruce, pero muy poco a la estancia o a la deliberación.
 
Es que no siempre la arquitectura logra interpretar adecuadamente las demandas de espacio público, así como no necesariamente se vuelve un instrumento de integración social. En no pocas oportunidades, el proyecto arquitectónico cumple más una función aséptica, anulando la dinámica urbana y citadina.
Así pues, nada más apropiado que traer a colación al Fausto de Goethe para sintetizar a través de su metamorfosis la relación entre teatro y ciudad, pero especialmente para criticar ese absurdo espíritu desarrollista de nuestros mandatarios que construyen esos nuevos espacios públicos tan inútiles como escindidos. Precisamente Marshall Berman comenta en su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire, parte de la tragedia que ha significado la manipulación y los símbolos del progreso sin sensibilidad ni preocupación por el bienestar social. Dice Berman: “Pero lo que hace que estos proyectos, en lugar de fáusticos, sean seudofáusticos, y que no sean tanto una tragedia como un teatro del absurdo y la crueldad, es el hecho desgarrador –a menudo olvidado en Occidente- de que no sirvieron de nada”.

29 de octubre de 2010

Su-seso Taladro. Transgresores de la libertad urbana

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Dos momentos de la presentación del Teatro Gestual de Chile con su obra Su-seso Taladro en el marco del XXXII Festival Internacional de Teatro.
 
Por: Luis Fdo. Acebedo R
 
Artículo publicado en el Periódico “Textos” del Festival Internacional de Teatro de Manizales. Viernes, 29 de octubre de 2010.
 
El Teatro Gestual de Chile abrió la programación de calle del Festival de Teatro en pleno centro de la ciudad de Manizales. No fue la Plaza de Bolívar como estaba anunciado, sino la calle 22, la protagonista de estos saltimbanquis absolutamente irreverentes y provocadores.
 
En un abrir y cerrar de ojos se tomaron la calle y transgredieron todas las reglas de la movilidad en la ciudad, así como las normas de convivencia ciudadana. Sólo dos actores caracterizados de payasos que se hacen llamar Murmullo y Metralleta, bastaron para convidar a los peatones desprevenidos a usurpar el espacio público asignado a la circulación vehicular, comenzar la transgresión e invitar al zafarrancho. Y allí se armó la fiesta para los de a pie y la tragedia para los motorizados, ávidos de circulación y movimiento. Se alteraron las rutinas y el conflicto fue creciendo hasta los niveles máximos de tolerancia en donde algún peatón o conductor de vehículo pierde la paciencia y exige volver a la rutina de los flujos, la indiferencia y el orden urbano. Hábilmente los actores miden el termómetro colectivo y abren un nuevo compás de espera para que la calle retome su misión. Pero mientras se recupera la normalidad y la disciplina colectiva que impone el ritmo cotidiano de la urbe, se va tejiendo espontáneamente otra oportunidad para originar un nuevo ciclo creciente de acciones teatrales urbanas en donde el conflicto es su base fundamental.
 
Murmullo y Metralleta llegaron a la Plaza de Bolívar en taxi como cualquier turista, pero se negaron inicialmente a bajarse y pagar la tarifa del servicio. Allí la tensión comenzó su ciclo creciente, primero con el conductor y luego con los demás vehículos que debieron esperar unos segundos mientras la situación se configuraba en conflicto. Pero de ahí en adelante y por más de media hora nadie se salvó de hacer parte de la escenografía fugaz y efímera donde todos hacen parte del performance, unos como espectadores y otros como actores de ocasión; algunos, sin darse cuenta, ocupan un lugar protagónico, como aquellos policías que llegaron a cumplir su deber de garantizar la libre movilidad en la ciudad, provocando la rechifla del público, o el conductor de bus que mide el cronómetro para llegar al siguiente paradero y se abre paso, iracundo e intolerante, por entre la multitud agitada y los payasos agitadores, en un ir y venir de propuestas y respuestas actorales, de acciones y reacciones entre actores y ciudadanos.
 
El teatro gestual tiene su fundamento en el clown, pero se alimenta del legado de lo que Bauman (2008, 8) llama “Modernidad Líquida” cuando advierte que “para ellos lo que cuenta es el flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar: ese espacio que, después de todo, sólo llenan por un momento” y encuentra en la ciudad y sus dinámicas cotidianas su mayor sustento creativo.
 
No hay libretos, excepto la experiencia de los actores que a fuerza de improvisación y trabajo colectivo, encuentran respuestas similares para contextos específicos, porque querámoslo o no los ciudadanos respondemos a códigos de comportamiento entre lo permitido y lo prohibido, mediante la introducción de ciertos dispositivos de seguridad que garantizan una particular manera de entender “la libertad” en el sentido moderno, es decir y como la entiende Foucault (2006, 71) “la posibilidad de movimiento, desplazamiento, proceso de circulación de la gente y las cosas”. Cuando esa “libertad” se ve interrumpida, así sea por las expresiones artísticas, se activan los dispositivos de seguridad para buscar su restablecimiento.
 
Tal cual sucedió el pasado miércoles en el centro de la ciudad. Luego de encontrar la catarsis colectiva, la seguridad urbana desvió los vehículos para facilitar la circulación, dejando a Murmullo y Metralleta sin aliento y sin sustento para continuar el espectáculo por ausencia de conflicto. Entonces, miraron a su alrededor extrañados, sacaron un mapa de la ciudad, identificaron un nuevo cruce vehicular y partieron con “Su-seso Taladro” a otro espacio-movimiento.
 
Referencias bibliográficas:
Bauman, Zygmunt (2008). Modernidad Líquida. Fondo de Cultura Económica, México.
Foucault, Michel (2006). Seguridad, territorio, población. Fondo de Cultura Económica, Argentina.

21 de octubre de 2010

Arquitectura para la integración ciudadana

IMGA0152 Hall de acceso del Centro de Convenciones Plaza Mayor en Medellín, sede principal de la realización de la VII Bienal de Arquitectura y Urbanismo, 2010.IMGA0163 Mayoritaria presencia de jóvenes universitarios, quienes como “esponjas” recibieron una buena dosis de conocimientos sobre la Arquitectura y el Urbanismo en Iberoamérica.
Por: Luis Fdo. Acebedo R

La VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo bajó el telón el pasado jueves 14 de Octubre en la ciudad de Medellín (Colombia). El lema en esta oportunidad fue la “Arquitectura para la integración ciudadana”, quizás por el interés de mostrar las importantes transformaciones urbanísticas que Medellín ha emprendido en las barriadas y comunas de la ciudad a partir de los equipamientos colectivos y los llamados Proyectos Urbanos Integrales (PUI) en la última década. Sin duda, un referente valioso para las demás ciudades colombianas y un loable esfuerzo por dignificar la calidad de vida de los ciudadanos más pobres de la capital paisa.
 
Aún así, me llamó mucho la atención que buena parte de los moderadores de los debates, luego de la presentación de las ponencias, preguntaran insistentemente qué se entendía por “arquitectura para la integración ciudadana” y si este lema había prevalecido en la escogencia de las obras mostradas y premiadas en la Bienal. En realidad no hubo respuestas muy satisfactorias por parte de los jurados, quedando en el ambiente la sensación de que fue más un eslogan que un eje estructurador de los contenidos temáticos de la Bienal.
 
Así parece ratificarlo la publicación impresa que recoge los proyectos seleccionados para este certamen en donde apenas se hacen sutiles menciones a estos conceptos. La Ministra de Vivienda del Gobierno de España precisa en los prolegómenos del libro que “Este lema responde a un cambio de ciclo económico y social, por el que nuestras sociedades también cambiarán. La respuesta desde la arquitectura y el urbanismo debe contemplar ese escenario en el que el despilfarro de recursos, los excesos en la explotación del territorio y el abandono de la ciudad existente ante las oportunidades de los nuevos crecimientos, deberán permutarse por el principio de austeridad, el reconocimiento del ciudadano como objeto último del trabajo del arquitecto y el empleo y búsqueda de las soluciones desde la racional utilización de los recursos naturales”.
 
Por su parte, la Ministra de Cultura de Colombia, advierte en su presentación que, “el espacio público es el lugar en donde todos somos iguales, por eso el reto para los arquitectos y urbanistas constituye lograr construir ciudades más incluyentes, con escenarios que generen apropiación y orgullo de sus habitantes, en donde las diferencias sociales sean menos evidentes”.  El Arquitecto Roberto Fernández (Argentina) como miembro del Consejo Asesor de la Bienal es, quizás, mucho más explícito al afirmar que “La mejora de las relaciones entre las teorías y las prácticas de la arquitectura y el urbanismo, así como las necesidades y expectativas de los colectivos sociales, encuentran en la experiencia de Medellín una vigorosa satisfacción y, probablemente, el señalamiento de un rumbo de vuelta a unir calidad arquitectónica con calidad del espacio público, utopía de la modernidad empañada u obturada por la frivolidad posmoderna”.
 
Evidentemente, la Bienal Iberoamericana dejó más preguntas que respuestas a este interesante debate, pero sobre todo, un gran vacío que aún no se puede o no se quiere llenar para reflexionar sobre el papel de la arquitectura y el urbanismo en la construcción de ciudades y territorios sostenibles, para pensar esa manera de planear y habitar los territorios que vivimos. Desde el punto de vista de los ponentes, contadas excepciones, hicieron alusión a la búsqueda de nuevas opciones de políticas y estrategias orientadas a lo que podría llamarse “la refundación de la arquitectura y el urbanismo” para responder a los nuevos tiempos y a las exigencias profesionales y éticas en épocas del predominio de la globalización de los mercados. Estos temas fueron abordados -yo diría que valientemente por su visión alternativa-, tanto por Alberto Calla de Bolivia, quien planteó los nuevos elementos de política urbana y de vivienda que construye su gobierno con el apoyo de la academia para responder a las particularidades de la situación boliviana y al interés de garantizar el derecho social a la vivienda y al hábitat, como por Mauricio Arana de Montevideo con sus reflexiones sobre la inclusión socio-espacial en Uruguay y los trabajos que desarrollan en las periferias urbanas; e igualmente, las lúcidas reflexiones de José María Ezquiaga de España quien expuso los fundamentos de su propuesta sobre la Refundación del Urbanismo para responder a problemáticas tan agudas como la fragmentación socio-espacial, la dilapidación de los recursos naturales, los procesos de metropolización y nueva regionalización y la gobernanza, entre otros.
 
También fueron muy destacadas las reflexiones de Francisco Mangado de la Universidad de Navarra, España, quien desde la Arquitectura criticó fuertemente la importancia que ha adquirido “la imagen” sobre “los contenidos” en el ejercicio profesional, el sentido endogámico de los arquitectos alrededor del objeto, y a esa idea de “parecer”, más que “ser” como fundamento en los proyectos arquitectónicos. Mangado planteó alternativas orientadas a promover la arquitectura de la investigación, la unidad conceptual frente al contexto, la relación básica entre medios y fines, la Arquitectura del servicio, más que del servilismo, y el trabajo interdisciplinario para dar respuestas más complejas e integrales a los retos espaciales, entre otras.
 
Más que nuevos vientos, sentí que soplan algunas brisas tenues en medio de la tradicional tendencia de las bienales de Arquitectura a concentrarse en los mutuos elogios en torno a la exaltación de las obras de arquitectura como productos escultóricos para ser vistos en las revistas multicolores de Arquitectura. La bienal iberoamericana, que marca algunas diferencias con las bienales promovidas por las Sociedades de Arquitectos, no logra romper definitivamente con esa tendencia histórica pese a que intenta discutir algunos temas más complejos. Sin embargo, la publicación de los resultados sigue siendo un compendio de obras sin procesos, sin contextos ni pretextos.
 
Desde el punto de vista de la participación del gobierno colombiano en este certamen, especialmente del Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, responsable de la política pública en estas materias, se podría concluir que vamos en la dirección contraria a muchos países de América Latina y de Europa.  En términos de Ordenamiento Territorial, un funcionario anunció lo que podría llamarse una contrareforma a la ley 388/97, como es la tendencia en otros campos complementarios del desarrollo territorial del anterior gobierno y del actual. Quizás el principal aspecto sea la recentralización de muchas competencias que tienen los municipios, mediante la usurpación de funciones por parte de la Nación a través de instrumentos autoritarios como los Macroproyectos y particularmente del rescate legislativo de los Macroproyectos de Interés Social Nacional, declarados inconstitucionales recientemente, así como la renovación urbana en “áreas de importancia estratégica para el país” bajo visiones obsoletas y decimonónicas como la aplicada en el Macroproyecto San José de Manizales, basadas en el desplazamiento intraurbano, la segregación social y la reapropiación de nuevos y exclusivos sectores económicos de los predios y los usos del suelo para procesos especulativos.
 
Triste panorama gubernamental de “desintegración ciudadana” en Colombia en medio de esperanzadoras búsquedas de la arquitectura y el urbanismo en la mayoría de países iberoamericanos.

Referencias bibliográficas:
 
VV.AA. 2010. VII Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, Medellín, Colombia. AECID, CSCAE, Ministerio de Cultura, SCA, Alcaldía de Medellín.
Universidad de Antioquia. Arquitecturas habitables. En: Revista Agenda Cultural Alma Mater, N°168, Agosto de 2010.

5 de octubre de 2010

Territorios del conocimiento en la Ecoregión Eje Cafetero. Calidoscopios a partir de tres espejos de representación: Sociedad + Espacio + Conocimiento

 
STIR_EC Visión Endógena de un Sistema Territorial de Innovación Regional para el Eje Cafetero, Colombia. Fuente: Elaboración propia.

Modelo endógeno y exógeno de territorio del conocimiento en la Ecoregión Eje Cafetero, Colombia. Fuente: Elaboración propia.

Estoy preparando la defensa de mi tesis doctoral en Urbanismo con el Instituto de Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela. La investigación fue dirigida por el Doctor en Urbanismo, Arquitecto Oswaldo López Bernal, profesor de la Universidad del Valle. Quiero compartir las ideas centrales de este proyecto de investigación con el siguiente resumen de sus principales alcances y resultados.

Por: Luis Fernando Acebedo Restrepo

La investigación se propuso diagnosticar las características espaciales y territoriales que tiene la Ecoregión Eje Cafetero (Colombia) dentro del propósito de ser considerada como un territorio del conocimiento, y formular unas líneas estratégicas de actuación para avanzar en esa dirección desde una visión endógena y sinergética.

Frente a las múltiples interpretaciones teóricas y metodológicas para abordar la construcción de ciudades y territorios del conocimiento en América Latina, la investigación se inscribió en las tipologías exploratoria y explicativa mediante las cuales se debaten los criterios ontológicos, epistemológicos y metodológicos de dos paradigmas dominantes con los que se intenta responder a estas nuevas realidades: Las visiones exógena y endógena.

Para lograr los objetivos, se empleó la metáfora del calidoscopio en donde actúan de manera sistémica y en red las fuerzas motoras del territorio (Espacio, tiempo, innovación y movimiento) en el contexto socio-espacial de la última década (1997-2007). Se evaluaron variables como: Las líneas de deseo (políticas públicas), los sistemas urbano-rurales del conocimiento y la producción, su morfología urbano-regional, el entorno ambiental y los espacios emergentes del conocimiento. Se respondió a las preguntas: Qué se ha hecho (tangibles e intangibles del territorio del conocimiento), cómo se ha hecho (visiones exógena y/o endógena), dónde se localizan lo proyectos innovadores, cuáles actores participan y cómo se organizan para lograr sus propósitos (gestión).

Los resultados conseguidos en esta investigación están enmarcados en dos escenarios: teórico y práctico. Desde el punto de vista teórico, la investigación indagó sobre el “estado del arte” de las investigaciones que abordan el concepto de territorio del conocimiento a partir de la geografía, la economía, el desarrollo territorial y el urbanismo, principalmente. A partir de esa revisión, se propusieron unas líneas estratégicas conceptuales y metodológicas para abordar el análisis de los territorios del conocimiento desde una perspectiva endógena. Desde lo práctico, la investigación desarrolló el estudio de caso en la Ecoregión Eje Cafetero (Colombia) y analizó las condiciones tangibles e intangibles que tiene la región para consolidarse como un territorio del conocimiento.

Con el análisis teórico-práctico fue posible llegar a conclusiones generales como las siguientes: En un contexto de desarrollo desigual de los países, la visión endógena se convierte en una opción preferente para consolidar territorios del conocimiento en ciudades y regiones intermedias. Se trata básicamente de superar la idea de los “karaokes” del conocimiento dado por la repetición de un discurso que tiene origen en otros contextos y realidades, y emprender verdaderos giros calidoscópicos regionales desde donde surjan las potencialidades innovadoras del territorio. Su objetivo prioritario no debe ser el mercado global, sino el conocimiento como factor para superar las condiciones de atraso socio-productivo.

El empleo de la metáfora del caleidoscopio permite dilucidar un camino para explicar cómo operan los diferentes componentes de un territorio del conocimiento; sus principales fuerzas motoras: Espacio, Tiempo, Innovación y Movimiento; sus presupuestos éticos: gobernabilidad, productividad, ecología, equidad social y aprendizaje; y los subsistemas básicos: productivo, reticular, cultural y medioambiental. Sobre las consideraciones anteriores, se propuso un camino para provocar una emergencia sistémica orientada a poner en marcha los Sistemas Territoriales de Innovación Regional de carácter endógeno, sostenible y sinergético.