Ecoregión Eje Cafetero. Fuente: http://www.sirideec.org.co/
Por: Luis Fdo. Acebedo R.
El pasado 14 de marzo, los costeños nos sorprendieron positivamente con la importante votación que recibió la iniciativa de papeleta a favor de la autonomía de la Región Caribe incluida dentro de los comicios electorales para Senado y Cámara de Representantes en Colombia. Mientras se esperaba obtener algo más de un millón de votos, la realidad demostró que fácilmente podría estar duplicando esa cifra. Los resultados parciales están sugiriendo una altísima votación de los costeños, toda vez que en el resto del país fue casi imposible votar porque ni los registradores ni los jurados fueron capacitados para recibir y contabilizar esa papeleta. Fue otro voto de opinión, sin duda, que expresa el deseo de pasar de un país centralizado a otro compuesto por regiones.
El voto Caribe decía: “Voto a favor de la Constitución de la Región Caribe como una entidad territorial de derecho público, con autonomía para la gestión de sus intereses, que promueva el desarrollo económico y social de nuestro territorio dentro del Estado y la Constitución colombiana”. Se trata de una vieja aspiración surgida desde la base de la sociedad orientada a reconocer que Colombia es más un país de regiones, y que la descentralización fue importante pero insuficiente. Es necesario abrirle paso a la autonomía como una manera de abordar asuntos del desarrollo cultural y territorial que la reforma constitucional de 1991 no logró resolver, aunque estaba en la esencia de los conflictos que la gesta independentista de 1810 dejó pendientes. Tampoco lo ha hecho el Congreso de la República en sus 17 intentos fallidos por aprobar una Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial (LOOT) como mandato constitucional. Difícilmente podrá hacerlo, pues necesariamente iría en contravía de sus propios intereses y cuestionaría la esencia del poder local basado en las maquinarias electorales y el clientelismo.
Los procesos de regionalización en Colombia tienen que surgir de abajo hacia arriba y como construcciones culturales de hecho. Sólo de esa manera ganarán reconocimiento y podrán convertirse en opción de derecho. El voto por la Región Caribe es una expresión de esta realidad. Aún así, no hay plena garantía de que el nuevo Congreso que se instala en el mes de julio interprete ese sentimiento popular. Fals Borda y Ernesto Guhl propusieron “la insurgencia de las provincias” como una manera de destrabar un nuevo ordenamiento territorial en Colombia, más participativo y democrático.
La Ecoregión Eje Cafetero es otra de las múltiples expresiones de construcción de región desde la base de la sociedad. Comenzó a adquirir forma a partir de la formulación del Plan “Construcción de un Ordenamiento Territorial para el Desarrollo Sostenible en la Ecorregión Eje Cafetero”, cuya primera versión se publicó en el año 2002. Este proyecto, surgido de un convenio entre el Ministerio del Medio Ambiente, la Corporación Alma Mater y el Forec, se propuso en una primera fase “ambientalizar” el ordenamiento territorial al nivel regional, dado que los POT municipales carecían de los instrumentos para identificar, planear y gestionar las principales estructuras ambientales y ecológicas que le sirven de soporte a la región. Una segunda fase trabajó en el estudio del sistema de ciudades de la región y de sus formaciones metropolitanas. Son esfuerzos que intentan desarrollar la idea del territorio como nuevo factor de oportunidad, lo cual implica la búsqueda de nuevas relaciones entre lo urbano y lo rural desde una perspectiva integrada e integral.
A pesar de los enormes esfuerzos de sus impulsores y de la destacada participación de la sociedad civil en su formulación, este proyecto no ha contado con el apoyo decidido de las administraciones municipales ni de las gobernaciones. Las Corporaciones Autónomas de cada uno de los Departamentos que en principio fueron líderes en su formulación, ahora parece que han quedado exhaustas al no encontrar eco en las autoridades de orden departamental y nacional, por lo cual han ido perdiendo el interés por alcanzar una visión regional de la sostenibilidad ambiental y cultural. Desde la academia, y particularmente desde Alma Mater, se hace un nuevo esfuerzo por lograr aprobar un documento CONPES como un recurso salvavidas para dotar de instrumentos de financiación y gestión a esta importante iniciativa. Los avances han sido lentos y el compromiso de los líderes políticos regionales y nacionales casi nulo. Sólo palmaditas en la espalda.
Creo que la Ecoregión tendría que explorar otras alternativas más ciudadanas, acudiendo al constituyente primario, bien a través del voto de opinión como el que lideró la Región Caribe, o por una opción más profunda y democrática como podría ser una Constituyente Regional para lograr consolidar un nuevo ordenamiento político y territorial que vivifique los conceptos de región, provincias y asociaciones municipales de acuerdo a los artículos 300, 319, 321 y 329 de la Constitución Política.
Con el reconocimiento de las regiones en Colombia y la dotación de instrumentos financieros y de gestión para abordar las problemáticas socio-culturales y territoriales que ni los municipios y departamentos se han comprometido a resolver, lograremos provocar cambios tan importantes como:
- Superar la visión obsoleta y reduccionista de áreas metropolitanas por otra mucho más amplia de región metropolitana que integre áreas urbanas y rurales en torno a proyectos sostenibles.
- Lograr dinámicas de asociación, cooperación y subsidiariedad, que reemplacen la odiosa competitividad entre ciudades. Potenciar lo que nos une, en vez de profundizar en lo que nos divide.
- Abordar nuevas formas de ordenamiento territorial basadas en Cuencas Hidrográficas o Sistemas Ambientales Estratégicos.
- Resolver regional o subregionalmente asuntos claves como la disposición de residuos sólidos, la administración del recurso agua, grandes equipamientos metropolitanos, entre otros.
- Simplificar el sistema electoral y acabar con las microempresas electorales y clientelistas.
- Promover redes urbanas polinucleares a través de conceptos más horizontales como el de “ciudades y región” que superen la visión jerarquizada de “ciudad-región”.
Bajo estas circunstancias, las regiones deben ser instrumentos flexibles y no entidades territoriales cerradas. Deben ser el resultado de realidades socioculturales y productivas, promover procesos de desarrollo que tengan como propósito la integración, más que la fragmentación. Las regiones son expresiones territoriales vivas y dinámicas de la sociedad.
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