Por: Luis Fdo. Acebedo R.
Hoy, como hace más de medio siglo, parece que la realización de obras de infraestructura sin una planeación previa continúan siendo referentes fundamentales de crecimiento y avance de la ciudad, y particularmente aquellas relacionadas con la movilidad y el transporte. Ampliación y construcción de vías, viaductos y puentes, son, junto con la construcción del aeropuerto del café en el municipio de Palestina, las terminales de transporte y el cable aéreo, las obras predilectas de gobernantes, comerciantes y empresarios, para alcanzar su anhelado sueño de estar entre las ciudades más competitivas y globalizadas del país y el mundo. Si bien es cierto, todas ellas pueden resultar trascendentes en un mundo que busca acortar las distancias entre tiempo y espacio, también lo es que no puede lograrse a costa de lo aparentemente trivial, esto es, el espacio vivido, aquel que nos permite relacionarnos cotidianamente con los otros.
Pues bien, los manizaleños de cuna y por adopción, los visitantes consuetudinarios de la ciudad, tienen serias razones para preocuparse por el presente y futuro que están ofreciendo sus dirigentes en materia de obras de infraestructura. Si fuera por la terminal de transporte de Los Cámbulos, los ciudadanos tendríamos que resignarnos a una Manizales siempre inconclusa, como lo está todo el proyecto que ya se encuentra en pleno uso desde el pasado mes de abril. Un futuro aún empedrado es el que se sugiere cuando los pasajeros acceden a las bahías de ascenso de los buses intermunicipales. Una Manizales futurista totalmente agresiva con los ciudadanos de a pié, como diariamente tienen que hacerlo los pasajeros que usan el servicio público para llegar o salir de la terminal, ante la ausencia de un cruce peatonal seguro en la avenida Panamericana. Una ciudad que no brinda un cobijo seguro a sus habitantes frente a las inclemencias del tiempo, porque aún no se han construido unos paraderos cubiertos en las zonas de cargue y descargue para dignificar la llegada y salida de los usuarios consuetudinarios.
Si el futuro ya llegó, entonces sufriremos los problemas de una ciudad echada a la suerte de la improvisación y el caos, pues se ha dado al servicio una infraestructura de semejante trascendencia sin una clara previsión de sus impactos urbanísticos colaterales. Desde ya se observa el movimiento inmobiliario en las vecindades de la terminal de transporte y aún no se conoce un plan para guiar y ordenar las transformaciones urbanísticas que un equipamiento de esta naturaleza genera a su alrededor (hoteles, restaurantes, actividades comerciales, etc.). En las periferias inmediatas, comienzan a observarse los paraderos satélites de taxistas y vehículos piratas recogiendo o dejando pasajeros en lugares no acondicionados para ello.
En fin, la ciudad hace giros de 180 grados, para que todo siga igual. Todo parece indicar que un futuro digno y con alta calidad de vida aún será esquivo para las gentes de Manizales.
23/06/2009
La conversa es buena, atractiva, incluyente. Debe existir un mecanismo de difusión para todos los sectores politicoeconómicos de Manizales.
ResponderEliminarEl gran problema de Manizales es que siempre se ha planificado como una "COLCHA DE RETAZOS" no hay unidad y es dificil desarrollar una ciudad si cada proyecto se ve y lee de forma individual. Que buen espacio este blog.
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