10 de marzo de 2011

En el siglo XXI, tejer las utopías del espacio con las sociales.

 

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Por: Luis Fdo. Acebedo R

Palabras en el acto de graduación del Doctorado en Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela.

Caracas, 10 de marzo de 2011

Buenas tardes a todas y a todos.

Hoy quiero proponer algunas reflexiones sobre la Utopía, una palabra tan estrechamente ligada al urbanismo desde sus orígenes, entendida como la capacidad de soñar despierto acerca del deber ser, o - como la describiría Tomás Moro-, un “juego del espíritu”. Y me parece pertinente hacerlo justamente porque en el presente siglo, del cual sólo hemos conocido la primera década, ya hemos sido testigos de sorprendentes acontecimientos, casi todos provocados o basados en la nueva revolución tecnológica apoyada en las TICs. Tal parece que en medio de la velocidad y el vértigo que provocan las múltiples espacialidades y temporalidades de la sociedad en red, las utopías -o si se quiere las heterotopías- como las llamó Foucault, se construyen y deconstruyen no solo en la política, sino también en las ciencias.

Ciencia y política son dos aspectos consustanciales a la utopía y también al urbanismo. Pero lo que definitivamente unió ambos conceptos fue su preocupación común por el espacio, esa necesidad que tiene la especie humana de ver materializados los sueños en un lugar fácilmente identificable, en el cual una sociedad determinada cifra sus nuevos valores éticos y establece renovadas relaciones con la naturaleza.

También podríamos afirmar en sentido inverso que el debilitamiento del espacio o su ausencia, ha sido una de las razones principales por las cuales se puede explicar la crisis tanto de la utopía como del urbanismo a lo largo de la historia; en nuestro tiempo esto se expresa como crisis socio-ambiental. Así nos lo sugiere David Harvey cuando propone una especie de integración dialéctica entre el utopismo de forma espacial y el utopismo de proceso social. En ese sentido, dice, “La tarea es, por lo tanto, definir una alternativa, no en función de una forma espacial estática, ni siquiera de un proceso emancipador perfecto. La tarea es reunir un utopismo espacio-temporal –un utopismo dialéctico- enraizado en nuestras posibilidades presentes y que al mismo tiempo apunte hacia diferentes trayectorias para los desarrollos geográficos humanos desiguales” (Harvey, 2007: 226).

Ustedes se preguntarán hacia dónde quiero llegar con estas reflexiones sugerentes, aunque un tanto complejas y probablemente aburridas para estos momentos de celebración. Simplemente para explicarles porqué llegué a este Doctorado y cuáles fueron mis expectativas iniciales y los logros alcanzados. Mis colegas en Colombia siempre vieron con sorpresa mi decisión de hacer un doctorado en Venezuela. ¿Por qué no en Europa o EE.UU?, me preguntaron. Uno de sus cuestionamientos era que la Caracas de hoy es la expresión de la crisis urbana, social y política de este país. Luego, concluían, no sería un buen referente para aprender de urbanismo porque Caracas podría ser más un modelo de anticiudad que de ciudad. Mi respuesta inicial fue que yo quería estudiar la ciudad latinoamericana con todos sus conflictos y sinsabores. Pero hoy puedo decir de manera más argumentada que Venezuela, y particularmente Caracas, me brindaron la posibilidad de profundizar nuevamente en la relación entre utopía y urbanismo al tratar de comprender los diferentes proyectos de espacio, territorio y sociedad que se debaten en este país de conflictos, de sueños inconclusos, de imaginarios, deseos y fantasías por realizar, tanto en la vida diaria como en la construcción de sociedad y de país.

Aquí pude acercarme a muchos temas de debate propios del urbanismo latinoamericano que seguramente no hubiera podido encontrar en otros continentes: las culturas políticas emergentes; la crisis del llamado “Proyecto Moderno”; la globalización de los mercados o de las ciudades y la revalorización de los territorios locales; los nuevos imaginarios socio-espaciales en disputa; los debates en torno a la concentración versus la descentralización, o la “transición posmetropolitana” de las grandes megas, al decir de Edward Soja (2005); las remozadas disyuntivas entre “urbanistas” y “desurbanistas”; el extravío de la ciudadanía en medio de la politización de la sociedad. En fin, ningún tema parece inocuo o superficial en medio de esta Caracas que Tomás Eloy Martínez calificó como “desordenada y absurda”, advirtiendo que no podría ser de otro modo porque entonces los caraqueños no podrían amarla tanto.

Con semejante apertura de temáticas que sobrepasaron todas mis expectativas, yo no podría sino estar profundamente agradecido con la Universidad Central de Venezuela, con la Facultad de Arquitectura y Urbanismo y obviamente con el Doctorado en Urbanismo, por facilitarme el acercamiento a sus realidades socio-espaciales que tanto me han ayudado para sentir que la culminación satisfactoria de este esfuerzo académico sólo significó para mí el inicio de nuevas preocupaciones intelectuales. Tenía razón un colega cuando me dijo que el doctorado no se termina sino que se abandona… Y luego se retoma una y otra vez porque la investigación es una especie de liberación del pensamiento.

Los graduandos de hoy seguramente compartirán conmigo un viento fresco que recorre nuestros cuerpos, luego del esfuerzo y el sacrificio que representó la culminación exitosa de varios años de estudios y un tiempo valioso en el que no pudimos estar tan cerca de nuestras familias como hubiéramos querido. Veo muchas caras de satisfacción, no sólo de ustedes, sino también de los familiares que los acompañan, así como de los profesores tutores porque este logro es compartido. Al fin y al cabo, durante el paso por la universidad se generan nuevos lazos de amistad entre toda la comunidad académica, incluido el personal administrativo que le da soporte a los programas. Todos haciendo causa común para que este momento feliz y sublime se materialice.

Finalmente, quiero dedicar unas últimas palabras de gratitud a mi esposa Lily y a mi madre. Dos mujeres que me han acompañado en la búsqueda de mis propias utopías, algunas veces frustradas.

Hubiese querido mucho que mi madre estuviera aquí presente, como lo estuvo hace 32 años cuando me gradué de bachiller con buenas calificaciones. En esa época me tocó pronunciar mi primer discurso en un acto de graduación; este es el segundo. Justo en ese año a mi madre le tocó emprender la utopía más importante de su vida, continuar sola la tarea de la educación de sus hijos ante la ausencia repentina y definitiva de mi padre. Ella debe sentirse muy orgullosa en este momento en la tranquilidad de su sofá. Gracias, mamá, porque has sabido esperar (me) tejiendo, que es otra manera de hacer realidad los sueños.

2 comentarios:

  1. Felicitaciones por el grado doctor luis fernando, saludos.

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  2. Dina Arredondo Latorre19 de mayo de 2011, 0:31

    de Peru!!!,.... no lo conozco, pero me nace falicitarlo, derrepente sea porque experimentamos en mayoor o menor medida, lo mismo!....el gusto por la investigacion y por querer daar respuestas propias a nuestra compleja y densa, realidad .....felicidades por su doctorado!

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