Presentación:
Ahora que se conmemoran los 25 años de la caída del muro de Berlín, presento a los lectores un artículo elaborado por Julián Norberto Salazar Vidal, estudiante de la asignatura "Origen y Evolución de la Ciudad" de la Escuela de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales. Es producto del esfuerzo por pensar las ciudades contemporáneas a partir de sus espacios concebidos, vividos e imaginados. (Luis Fernando Acebedo Restrepo).
Por: Julián Norberto Salazar Vidal, estudiante de la asignatura “Origen y evolución de la ciudad”, Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales.
“La fuente de la eterna juventud”, obra de Lucas Cranach el
viejo, exhibida paradójicamente en el Staatliche Museum de
Berlín, la ciudad en donde lo mítico se mezcla con lo humano.
En 1546 Lucas Cranach, el afamado artista alemán, se dejó seducir por la recurrente fantasía de los exploradores españoles y plasmó en uno de sus cuadros la fuente de la eterna juventud; una enorme piscina natural hasta donde son llevadas ancianas desvalidas, que ayudadas por doncellas, se sumergen en las aguas curativas y recobran la belleza y la juventud para luego unirse de nuevo al festín de los placeres mundanos. Hay en aquel cuadro un universo que refleja magistralmente las tribulaciones de los seres humanos, sus miedos y sus utopías, y sin embargo, nos es imposible observar aquella representación sin el sesgo de la incredulidad, como si todo ello fuera algo completamente ajeno a nosotros mismos.
Tal vez Cranach nunca creyó realmente en aquel mito, sino que se valió de esta metáfora para encarnar la angustia de un hombre que a sus setenta y cuatro años sólo tiene la certeza de la muerte, tal vez “hay más una carga nostálgica que crítica en la obra” (Santacana, 2013), o tal vez pretendía con su arte burlarse de la fugacidad de la vida y de su irremediable declive; pero hoy, cuatrocientos sesenta y ocho años después, cabe preguntarse si aquella inmortalidad soñada por tantos no era un atributo propio de los hombres ni los dioses, sino de los lugares donde discurre la existencia. No tengo yo la capacidad para responder a tal cuestión, pero el testimonio de la historia me lleva a relacionar este concepto con la siempre joven ciudad de Berlín.
Bastaría con indagar en algunos libros para encontrarse con el inagotable protagonismo de esta ciudad europea, que navega por el tiempo sin ser ajena a las tormentas, pero que logra siempre de alguna manera salir a flote, logra superar toda debacle y reinventarse desde una nueva perspectiva. No es descabellado pensar que en más de una ocasión Berlín ha recibido, de la mano de sus gentes, el baño milagroso de la fuente y que cual ave fénix renace de sus cenizas para recobrar su lugar en el mundo.
El anhelo de no sucumbir ante el paso del tiempo parece únicamente un acto de egocentrismo, pero en este caso representa mucho más que eso. “En aquellas culturas que accedieron a la urbanización, las ciudades generadas fueron estrictamente correlativas a las sociedades que las hicieron posibles” (Portillo et al, 2014), y los berlineses son la más clara configuración de esa equivalencia. Guerreros por naturaleza, fueron capaces de crear un imperio dispuesto a contradecir las determinaciones del destino y de sobrevivir a la catástrofe de la Primera Guerra Mundial, aferrándose al poder que por años habían consolidado. No fue para ellos necesario padecer por mucho tiempo los estragos de la derrota, pues lograron convertir a Berlín en el paraíso donde concurría una civilización abocada a la búsqueda de la perfección, y es aquí donde cabe recordar las siempre vigentes palabras de William Ospina (2012: 57): “Cuando la imperfección reina en el mundo siempre hay lugar para la imaginación y para la indulgencia; cuando el mundo cae en manos de los hombres perfectos también el horror suele alcanzar la perfección”. Esa extraña perfección del Tercer Reich desembocó en un nuevo cataclismo, que estremeció al mundo entero y dejó a Berlín consumido por las llamas e invadido por las desafiantes banderas extranjeras que ondeaban sobre los techos de sus edificios rotos; y sin embargo aquel no fue el fin de la perseverante civilización. Esta vez la alquimia de la fuente se vio representada en el arduo trabajo de los berlineses que conscientes de sus errores y de su necesidad de redención, renunciaron a la guerra y optaron por el camino de la innovación para reconstruir su ciudad. Lo lograron.
En Berlín la humanidad conoció la desdicha y la consecuente aspiración de rebelarse contra ella. Conoció la imperante necesidad de deshacerse de los viejos dogmas, de derribar los muros y de avanzar con determinación renovadora, pero sabiendo que la única forma de sobrellevar el pasado es convertir sus recuerdos y enseñanzas en una guía para tiempos venideros. La memoria que eligió Berlín es, como lo define Duran (1998: 39), “una memoria imperfecta, (…), una memoria inestable, ya que está sometida a continuos procesos de borrado y ampliación; una memoria incompleta, ya que elige unos recuerdos y olvida otros; y una memoria no lineal, ya que está plagada de rupturas y conflictos.”
Pero el proceso de transformación de Berlín no termina con su reconstrucción física y la recuperación de su identidad y soberanía. La ciudad acepta el reto que propone el vertiginoso rumbo de la sociedad del siglo XXI, y hoy, convertida en un referente económico y político, se muestra como un espacio de creación y de vanguardias. Berlín no ha dejado de ser una ciudad joven y no pretende dejar de serlo.
La más notoria evidencia de su juventud radica en su potencial en el mercado tecnológico y de servicios, en un mundo que propende por el constante desarrollo de la ciencia y la tecnología. Después de la caída del muro y de la reunificación alemana, la ciudad no fue ajena al proceso de globalización y en la actualidad numerosas empresas de diversos países se han establecido en Berlín, atraídas por una serie de características que han hecho de esta urbe una de las de mayor crecimiento en el ámbito empresarial. Su solidez económica, la alta calidad de vida, la mano de obra calificada, las infraestructuras de telecomunicaciones y los costos favorables, han hecho de Berlín una ciudad que pretende ser el centro de la revolución tecnológica, tal como se puede leer en un artículo escrito por Justina Siegmund-Born, quien además expresa que Berlín ofrece un mercado local grande con cerca de 3,5 millones de consumidores, lo cual genera un enorme dinamismo en los sectores de las comunicaciones, el asesoramiento y la prestación de servicios.
El más claro ejemplo del éxito tecnológico que vive Berlín es el centro científico-tecnológico de Adlershof, en donde operan más de cuatrocientas empresas e institutos de investigación. “El parque tecnológico abarca más de cuatro kilómetros cuadrados. Hoteles, restaurantes, centros comerciales y hasta consultorios médicos completan el rostro de esta pequeña ciudad, con calles que llevan nombres de científicos, en la que trabajan unas 14 mil personas” (Kinkartz; et al, 2009). Adlershof es un paradigma para la ciencia y la industria, no sólo de Alemania sino del mundo entero, es el símbolo tangible de la nueva sociedad berlinesa, que encontró en la excelencia técnica su forma de relacionarse con el mundo.
El faro de la civilización, sin embargo, no siempre brilla tanto como nos lo han dicho por años los teóricos del progreso, y este hecho lo han entendido bastante bien en Berlín. Dice Palop (2014), citando a su vez a Antonin Leonard, que "La principal diferencia entre Silicon Valley y Berlín es que aquí la gente trata de cambiar el mundo". La tecnología que se desarrolla en la capital alemana no es, al menos en todos los casos, un simple producto listo para ser consumido. En esta ciudad, existe alrededor de la ciencia todo un imaginario relacionado con la calidad, la ética empresarial y la sostenibilidad ecológica. Muchos de los productos tecnológicos que se desarrollan en Berlín terminan siendo la solución para sus principales preocupaciones, y una de ellas es sin duda el cuidado del medio ambiente.
Berlín es joven porque su gente así lo quiso, porque trabajaron mancomunadamente por lograrlo. “Los numerosos artistas e intelectuales que en las décadas de 1970 y 1980 decidieron asentarse aquí huyendo de la inerte armonía de las capitales europeas, demostraron que también la identidad dispersa e inestable del Berlín de la posguerra irradiaba magnetismo” (García, 2004: 47). Los habitantes de esta ciudad azotada tantas veces por la historia, renunciaron a la identidad que enaltece las inertes ruinas y los antiguos monumentos, y se dedicaron a construir un espacio que les devolviera todo el esplendor que alguna vez tuvieron. El Paris de hoy, guarda todavía entre sus calles aquella atmosfera de tiempos pasados tan anhelada por algunos, pero caminar por el Berlín de nuestros días debe ser como sentir el reflejo de nuestro presente. Caminar hoy por Berlín debe ser como recorrer una ciudad que acaba de salir de la fuente soñada por Cranach.
Referentes Bibliográficos:
Duran, María- Ángeles. (1998). La ciudad compartida. Conocimiento afecto y uso. Consejo superior de los colegios de Arquitectos de España. Madrid.
García Vázquez, Carlos. (2004). Ciudad hojaldre. Visiones urbanas del siglo XXI. Editorial Gustavo Gili. Barcelona, España.
Kinkartz, Sabine; et al. (2009). Adlershof: el corazón científico-tecnológico de Berlín. Recuperado de http://www.dw.de/adlershof-el-coraz%C3%B3n-cient%C3%ADfico-tecnol%C3%B3gico-de-berl%C3%ADn/a-4747642 .
Ospina, William. (2012). Esos extraños prófugos de occidente. Primera edición. Editorial Random House Mondadori. Bogotá, Colombia.
Palop, Juan (2014). Berlín acelera para convertirse en el epicentro de la revolución digital. Recuperado de: http://www.expansion.com/agencia/efe/2014/08/30/19858811.html .
Portillo, Álvaro; et al. (2014). Sentido y características de las ciudades modernas. Primera edición. Iniciativa Latinoamericana de Libros de Texto Abiertos (LATIn).
Santacana, Joan. (2013). Didácticas del patrimonio cultural. Recuperado de: http://didcticadelpatrimonicultural.blogspot.com/2013/03/cranach-y-la-fuente-de-la-juventud-de.html.
Siegmund-Bonn, Justina. (s.f). Berlín, metrópoli del sector de servicios. Recuperado de: http://www.businesslocationcenter.de/es/business-location/industry-information/service-industries.